“¿Patentarías el sol?” fue la respuesta que dió Jonas Salk cuando le preguntaron si patentaría su recién creada vacuna contra la poliomielitis. Más cerca nuestro, César Milstein, argentino, jamás patentó la invención que lo llevó a ganar el Nobel en 1984, una técnica para crear anticuerpos monoclonales, clave para el tratamiento del cáncer. Ambos priorizaron el acceso de la humanidad a la salud. Un comportamiento que está en las antípodas del que tienen muchos de los que producen hoy las vacunas y tests que nos podrían ayudar a combatir la pandemia de COVID-19.
Las patentes son una forma de propiedad intelectual. Crean una barrera alrededor de cierto conocimiento, evitando que otros accedan a él. Ese conocimiento puede ser un programa de computadora, la tecnología de un teléfono móvil, un medicamento, una vacuna.
Cuando hablamos de la salud, si una empresa desarrolla una nueva fórmula de un medicamento, diagnóstico o vacuna, puede patentarla, obteniendo el derecho exclusivo de vender y distribuir el producto, o sea, el monopolio.
Ese monopolio podría verse como una recompensa por la inversión realizada. Pero muchos monopolios son injustos: a veces las herramientas médicas se crearon con una enorme contribución del sector público, otras veces no representan una innovación real y otras, limitan el acceso de las personas a la salud.
Los monopolios impiden la competencia porque otras empresas no pueden producir el medicamento patentado y esto puede generar que los precios sean muy altos. Como resultado, algunos medicamentos se transforman en bienes de lujo.
En esas circunstancias, podrán acceder al medicamento sólo aquellas personas que puedan comprarlo (o cuyos gobiernos puedan adquirirlo) y una gran cantidad de gente, no podrá. Aparece así, un gran problema de salud pública.
En una pandemia, las patentes ponen en juego la vida de millones de personas. Esto pasó a fines de los ‘90, cuando el VIH/sida se propagaba en el mundo haciendo estragos porque sólo las personas de países ricos podían acceder a los antirretrovirales, que tenían precios altísimos. Para esas personas el VIH era una afección crónica controlable; pero para gran parte de la población mundial seguía siendo mortal. Cuando se liberaron las patentes, los monopolios se rompieron y aumentó la competencia, principalmente mediante la producción de genéricos asequibles en India. Y los precios cayeron un 99% en el transcurso de 10 años: el tratamiento de un año para una persona pasó de más de $10.000 dólares en el año 2000, a menos de $100 en la actualidad.
En medio de la pandemia de COVID-19, es fundamental que no haya patentes ni monopolios sobre medicamentos, tests ni vacunas para que se fomente la colaboración global y se amplíe la fabricación y el suministro y así, todas las personas, lo antes posible y estén donde estén, puedan acceder a éstos.
Las empresas farmacéuticas podrían renunciar a sus patentes y monopolios, poniendo las vidas por encima de las ganancias. Pero si no lo hacen, son los gobiernos los que deben cambiar las reglas del juego. Porque la salud y la vida humana no son mercancías y los medicamentos no deben ser un lujo.
5 cosas que las farmacéuticas no quieren que sepas
Hace casi 50 años que nuestros equipos brindan salud a las personas que menos acceso tienen a ella. Y hace más de 20 años que desde nuestra Campaña de Acceso luchamos por derribar las barreras legales y políticas que impiden que todas las personas accedan a medicamentos, tratamientos, diagnósticos, vacunas. La experiencia con el VIH/sida en los ’90 y el trabajo que desarrollan nuestros equipos en más de 70 países actualmente, al lado de las personas más vulnerables, nos enseñaron que la industria farmacéutica busca principalmente su propio beneficio económico, olvidando que de sus productos depende la vida de millones de personas en todo el mundo.
Años de investigación y lucha para lograr que los medicamentos no sean un lujo y lleguen a todas las personas, sin importar quiénes sean o dónde vivan, nos hicieron dar cuenta de que hay cosas que la industria farmacéutica dice, que no son tan así. Acá develamos las más llamativas:
- Desarrollar medicamentos no es tan caro
Los laboratorios suelen incluir en sus costos actividades que no tienen que ver con la investigación. Dicen que crear un nuevo medicamento cuesta 2000-3000 millones de euros, ¡pero se estima que en realidad se necesita 10 veces menos! Además, las farmacéuticas aprovechan la investigación que se hace en laboratorios públicos y universidades, financiados muchas veces por nuestros impuestos y, a veces, reciben incentivos fiscales de los estados.
- La industria farmacéutica no innova tanto
Dos tercios de los medicamentos que salen al mercado en realidad no son mejores que los anteriores, solo tienen algún cambio que permite que el laboratorio obtenga otra patente, que le trae más ganancias.
- Los laboratorios hacen lobby aunque la salud de la gente quede relegada
Presionan a gobiernos e instituciones para obtener reglas y normas que les permitan ganar más. Incluso presionan a países de ingresos medios y bajos si toman medidas que priorizan la salud de las personas.
- Gastan más en marketing y ventas que en desarrollar nuevos fármacos
Prefieren invertir en mostrarse como líderes del mercado para que sus productos sean los más recetados y vendidos, antes que en investigar medicamentos que traten más o mejor a las personas.
- Las patentes prolongan los monopolios y alejan a las personas de los tratamientos
Haciendo pequeños cambios en las fórmulas pueden pedir patentes adicionales y preservar su monopolio. Por otro lado, no dejan que se desarrollen versiones genéricas que harían que el precio baje y que más personas puedan accedan a los tratamientos, vacunas o diagnósticos.
4 razones para cambiar el sistema actual de patentes durante la pandemia
- Incluir a todas las personas
Todas las personas del mundo, vivan donde vivan, tienen derecho a poder ser diagnosticadas en tiempo y forma, a acceder a los mejores tratamientos y a vacunarse. No es justo que haya tantas diferencias en la cantidad de vacunas obtenidas y/o aplicadas entre los diferentes países del mundo.
- Evitar la escasez de todas las herramientas vitales
La propiedad intelectual incluye secretos comerciales, diseños industriales y derechos de autor que aplican no solo sobre productos finales sino también sobre sus componentes o sobre formas de hacer o de diseñar, entre otros alcances. Por eso, en ciertos momentos de la pandemia, hemos tenido que lidiar con la escasez de insumos esenciales para salvar vidas como mascarillas, válvulas de respiradores, componentes básicos de los kits de diagnóstico y otros insumos vitales.
- Acelerar el fin de la pandemia
Sin monopolios sobre medicamentos, vacunas, herramientas e insumos para COVID-19 podrá haber más colaboración global para aumentar la fabricación y el suministro. Cuantos más fabricantes y proveedores existan, más rápido los gobiernos y los proveedores de tratamiento de todo el mundo podrán acceder y utilizar las herramientas médicas para salvar más vidas.
- Hacer más asequibles medicamentos, vacunas y herramientas médicas
Las patentes permiten a las empresas sostener artificialmente los precios altos. Romper los monopolios permitirá que versiones más asequibles de medicamentos, vacunas o tests salgan antes al mercado. Esto posibilitará que más personas puedan acceder a ellos, según su necesidad y no dependiendo de donde viven.
Campaña Sin Patentes en Pandemia
En octubre de 2020, India y Sudáfrica presentaron una solicitud ante la Organización Mundial del Comercio para que no haya patentes sobre vacunas, métodos de diagnóstico y tratamientos para COVID-19 mientras dure la pandemia.
Desde Médicos Sin Fronteras apoyamos la solicitud porque permitiría que haya más producción y, por ende, que más personas accedan más rápido a las herramientas médicas contra el COVID-19. No podemos confiar en que la industria farmacéutica tome voluntariamente decisiones en favor de la gente. Los gobiernos deben impulsar la solicitud.
A través de nuestra Campaña de Acceso, lanzamos una campaña de movilización con el objetivo de sumar las voces de las personas que creen que la salud pública y la vida están por encima de las ganancias de las empresas. Generamos contenidos y dimos notas para visibilizar el tema en los medios y redes sociales, coordinamos con otras organizaciones de la sociedad civil y buscamos presionar a los gobiernos para que tomen la decisión de liberar las patentes. Ahora es el momento de ponerse del lado de la salud de la gente y contra la codicia.
¿Estás de acuerdo con que no haya patentes en pandemia? Firma la petición