“Miramos las noticias todos los días. La situación es triste y deprimente”, comenta Hussein, un hombre de 60 años que vive en el campamento de refugiados palestinos de Borj El Brajneh, sur de Beirut, Líbano. “Está aumentando la cantidad de personas infectadas con COVID-19 y la cantidad de personas que mueren por el virus también crece de manera constante. ¿Por qué no protegernos si nos dan la oportunidad de hacerlo?”
Aida, de 53 años, esposa de Hussein, es una de las tantas personas vulnerables que reciben visitas regulares de atención domiciliaria de los equipos de Médicos Sin Fronteras (MSF). La pareja, además de los servicios regulares que recibió de MSF, hace poco aceptó ser parte de un programa piloto que implementó MSF para responder a la pandemia de COVID-19 en el país.
En las últimas semanas, hemos capacitado y asistido a familias vulnerables en los campamentos de Borj El Brajneh, entre ellos a Hussein y Aida, en la práctica de aislamiento de personas vulnerables. El aislamiento de personas vulnerables consiste en la creación de “zonas verdes”, o zonas seguras, donde se protegen a las personas más susceptibles al COVID-19 de toda fuente potencial de contagio. Estas personas pueden permanecer dentro de la vivienda o en lugares separados, dentro del vecindario. Durante la fase de aislamiento, estas personas deben tener un mínimo de interacciones físicas con sus parientes y otros miembros de la comunidad.
En función de un enfoque voluntario, el objetivo es brindar soluciones de mayor protección a las personas que podrían sufrir graves consecuencias si tuvieran COVID-19. Esto se puede lograr sumando medidas simples en el hogar; sin embargo, también se requiere reflexión y dedicación. Con esta nueva actividad, los equipos de MSF están llegando a las personas mayores, las personas con enfermedades crónicas y las personas con sistemas inmunitarios debilitados, entre otras.
“Aplicar el aislamiento de personas vulnerables en este campamento superpoblado fue una decisión pragmática”, expresó Marta Miazek, enfermera a cargo del proyecto piloto de MSF. “Queríamos encontrar soluciones para que las personas se protejan, incluso aquellas con alto riesgo de tener complicaciones médicas si contraen COVID-19.”
“Hemos trabajado en este campamento durante años y muchos de nuestros pacientes tienen enfermedades complicadas, lo que los vuelve más vulnerables”, expresó Miazek. “Teníamos que ayudar pero también ser lo más realistas posible en torno a lo que se podía hacer. En ese sentido, el aislamiento de personas vulnerables resultó la opción más práctica”.
“Al usar la palabra aislamiento, la primera reacción de las personas es el miedo por lo general. Lo ven como una barrera física a su alrededor”, comenta Miazek. “Pero les explicamos a los pacientes que el aislamiento no significa necesariamente alejarse o cortar la comunicación con los seres queridos”.
“Cuando comprenden esto, se tranquilizan”, continúo Miazek. “Intentamos ser muy conscientes de cómo se sienten las personas y nos aseguramos de que cada paso del aislamiento se explique adecuadamente, para que comprendan su beneficio”.
Maryam, de 90 años, tiene diabetes e hipertensión. También forma parte de la iniciativa de nuestro equipo. Vive con cinco familiares en una casa pequeña dentro del campamento, lo que le dificultó un poco más encontrar su “zona segura” al principio. Finalmente, eligió uno de los colchones del piso como su zona segura después de ponerse de acuerdo con su familia. En los últimos días, ha pasado la mayor parte del tiempo sentada allí.
“Aquí me siento segura. Mi nuera, quien es la que me cuida, mantiene la zona limpia y desinfectada”, comentó Maryam.
“Pienso que la limpieza frecuente es crucial para evitar la propagación del virus”, expresó Israa, la nuera, que estaba sentada a una distancia segura de Maryam. “Así que limpio las superficies, las perillas y el piso de forma periódica. Y hago más hincapié en las superficies que rodean el colchón”.
Además de informar a las familias sobre el aislamiento de personas vulnerables, MSF les proporciona kits de higiene, que incluyen jabón y shampoo.
“El acceso ininterrumpido al agua, a los productos de limpieza y a los materiales es fundamental para que el aislamiento sea exitoso”, expresó Dayana Tabbarah, promotora de salud de MSF.
Junto con su colega Hala, enfermera, ofrece consejos sobre protección y medidas preventivas para los pacientes y sus parientes.
El equipo de Borj El Brajneh visita a las familias que han aceptado unirse al proyecto piloto de forma periódica. Un enfermero hace los chequeos médicos habituales relacionados con la enfermedad crónica del paciente y el promotor de salud se asegura de que las familias se encuentren bien y que puedan seguir aplicando las medidas recomendadas.
Pero las visitas han pasado a tener un valor más sentimental para las familias participantes. Dado que el aislamiento requiere que las personas eviten salir y recibir muchos invitados en sus casas, la visita de los trabajadores de MSF de hecho es la única que reciben. En las últimas semanas, se ha fortalecido el vínculo entre el equipo de MSF y las familias que participan del proyecto.
MSF también ha comenzado a implementar la misma actividad en Bar Elias, ciudad ubicada en el centro de Bekaa, donde además dirigimos un hospital.