A principios de 2018, los combates entre las fuerzas opositoras de Ansar Alá y las leales al presidente Hadi, respaldadas por la coalición internacional liderada por Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí, se intensificaron a lo largo y ancho de la línea del frente, entre Taiz y Hudaida. Las tropas apoyadas por la coalición continuaron avanzando hacia el puerto estratégico de Hudaida, en el Mar Rojo, hasta que el 13 de junio lanzaron una gran ofensiva.
En un intento por evitar este avance, los integrantes de Ansar Alá enterraron miles de minas y dispositivos explosivos improvisados en carreteras y campos de la región. Las principales víctimas de estos ocultos peligros mortales son los civiles, muchos de los cuales han fallecido o han resultado heridos, quedando mutilados de por vida, tras pisar involuntariamente uno de estos artefactos.
Médicos Sin Fronteras (MSF) abrió un hospital en la ciudad de Mocha, en la gobernación de Taiz, en agosto de 2018, donde sus equipos realizan cirugías de urgencia a personas con heridas por minas -una tercera parte de estas son menores-.
La organización insta a las autoridades y a las organizaciones especializadas a que intensifiquen las operaciones de desminado y se reduzca el número de muertes y heridos por artefactos explosivos en áreas civiles.
En diciembre de 2018, en el Hospital de MSF en Mocha, una campana indica la llegada de heridos.
Una camioneta con un lanzacohetes se detiene en seco y deja a cuatro pacientes frente a la sala de urgencias. Dos de ellos son niños cubiertos con vendajes aplicados apresuradamente; los otros dos ya han fallecido. Hace solo unas horas estaban con sus familias en los campos de desplazados de Mauza, a unos 30 kilómetros de distancia, pero alguno de ellos pisó una mina.
Al igual que ellos, Naser, de 14 años, resultó herido cuando explotó una mina. Una cicatriz en su mano izquierda muestra dónde le amputaron el pulgar tras haber sido alcanzado por una bala hace algunos años. De pie sobre sus muletas por primera vez, trata de recuperar el equilibrio. Nasser pisó la mina el 7 de diciembre, mientras él, su tío y su primo vigilaban las ovejas de la familia en un campo en Mafraq al Muka, en la gobernación de Taiz.
Más tarde, ese mismo día, Nasser fue operado en el hospital quirúrgico de MSF, a 50 kilómetros de distancia, en Mocha. Parte de su pierna derecha fue amputada por debajo de la rodilla. Sin un pulgar, se le hace difícil usar las muletas. El fisioterapeuta de MSF, Faruk, le ayuda a dar algunos pasos entre las 10 camas, en una de las tres salas para pacientes internos. “El hueso quedó totalmente destrozado, así que no se pudo salvar nada”, dice Faruk.
Desde el accidente, el padre de Naser, Mohamed, teme caminar por los campos de alrededor de Mafraq al Muka. “Sabemos que hay minas enterradas por toda la ciudad, pero el problema es que no sabemos exactamente dónde”, explica. Con solo unas pocas señales que indican la presencia de minas y algunas piedras pintadas de rojo que muestran por dónde es seguro caminar, todos los días se oye alguna explosión que indica que se ha activado otro dispositivo explosivo.
No se puede cultivar
Antes de la guerra, el área que hay entre Mocha y la línea de frente era una zona agrícola. Desde que comenzaron los combates, las ciudades y los pueblos cercanos a las zonas de combate, como Hays y Mafraq al Muka, donde MSF apoya a puestos médicos avanzados, han visto huir a muchos de sus habitantes. Los campos circundantes se han minado para evitar el avance de las tropas militares, lo que hace que sean imposibles de cultivar.
A 45 minutos en coche de Mocha, el distrito de Mauza ha visto cómo su población se ha reducido a la mitad. “Las personas que viven aquí son castigadas, no una, sino dos veces. Las minas no solo amenazan a sus hijos, sino que también les impiden cultivar sus campos. Han perdido su fuente de ingresos y la comida para sus familias”, subraya Claire Ha-Duong, coordinadora general de MSF en Yemen.
Un riesgo a largo plazo
Miles y miles de dispositivos explosivos pondrán en peligro la vida de las personas en Yemen durante las próximas décadas. La organización Conflict Armament Research, con sede en Reino Unido, denunció en un informe reciente la producción a gran escala de minas y de artefactos explosivos improvisados por parte de Ansar Alá, así como el uso de minas antipersona, marinas y contra vehículos. Según el Yemen Executive Mine Action Centre, entre 2016 y 2018, el Ejército yemení retiró 300.000 minas.
Gestionado casi exclusivamente por el Ejército, el desminado se está llevando a cabo en carreteras e infraestructuras estratégicas, pero abarcando poco las áreas civiles. “Las organizaciones especializadas en desminado y las autoridades deben intensificar sus esfuerzos para limpiar de minas la región y reducir el número de víctimas”, señala Claire Ha-Duong.
Además de las áreas consideradas estratégicas por los militares que se han desminado, las zonas civiles deben limpiarse de minas y artefactos explosivos con urgencia. Y ese desminado debe darse no solo en los lugares donde viven las personas, sino también en las tierras agrícolas para que las personas puedan acceder a sus campos de manera segura.
Falta de acceso a tratamiento médico
No pasa un día sin que heridos de guerra como Ali y Omar lleguen a nuestro hospital en Mocha desde la línea del frente entre Taiz y Hudaida. Adén, donde abrimos un hospital especializado en traumatología en 2012, está a 450 kilómetros de Hudaida. Y aunque allí hay atención médica, la mayoría de los yemeníes no tiene dinero para pagar el tratamiento o el transporte para viajar hasta esa ciudad.
El trayecto de Hudaida a Adén dura entre seis y ocho horas. El área entre las dos ciudades se ha convertido en un desierto médico para sus habitantes. Nuestro hospital en Mocha es la única instalación en la región con quirófano y capacidad para realizar cirugías.
“La región costera entre Hudaida y Adén es rural y extremadamente pobre. Las personas no tienen acceso a tratamiento médico y nuestro hospital es el único lugar al que pueden ir cuando necesitan cirugía”, dice Husni Abdalá, un enfermero de quirófano. “Son esencialmente pacientes con heridas de guerra. Algunos de ellos no logran llegar a Mocha a tiempo y mueren a causa de heridas que podrían haber sido tratadas. O son mujeres embarazadas que mueren durante el parto debido a la falta de asistencia médica adecuada”.
“Los heridos de guerra a menudo llegan a Mocha muy tarde y muchos se encuentran en una situación grave. Contraen infecciones porque en la línea del frente no siempre se les puede estabilizar como se debe. Las minas causan heridas particularmente graves, por lo que vemos fracturas complejas que son difíciles de operar. Los pacientes a menudo tienen que someterse a amputaciones y después requieren meses y meses de rehabilitación”, dice Husni Abdalá.
Desde que MSF abrió su hospital en Mocha, el personal ha atendido más de 2.000 consultas en la sala de emergencias y ha realizado alrededor de 1.000 procedimientos quirúrgicos.