En Haramia, al igual que en otras 14 comunidades de Bandé al sur de Níger, la población está viviendo una temporada de lluvias muy diferente a la de años anteriores. En estos 15 pueblos, nuestros equipos comenzaron actividades de tratamiento de agua para prevenir el desarrollo de la larva del mosquito que propaga la malaria.
Houndou Oumaro, jefe del pueblo de Haramia, se sienta tranquilamente frente a su casa. “A diferencia del pasado, me siento afuera y sin preocupaciones. Los mosquitos no molestan a nadie. De hecho, tenemos noticias de una disminución de casos de malaria en los niños y niñas de los pueblos, incluyendo el mío”, dijo con una sonrisa en su rostro. Desde junio, uno de nuestros equipos ha visitado Haramia y otros pueblos en comunidades de Bandé para tratar puntos de agua, incluyendo pozos, bombas de agua y estanques.
“Vivimos gracias a esta agua. Todas nuestras familias beben agua de estas bombas y la utilizan en sus hogares y para cocinar. Incluso nuestro ganado vive gracias a esta agua“, comentó. La región de Níger es bien conocida por ser una de las más ricas en términos de recursos hídricos y es una de las regiones con mayor precipitación en el país.
Sin embargo, esas grandes cantidades de agua, muy cercanas a los hogares de las personas, son un caldo de cultivo y hábitat para diferentes tipos de mosquitos, incluyendo el anófeles, responsable de la transmisión de malaria a lo largo del año. Cuando llueve la superficie del agua aumenta tres o cuatro veces, creando más oportunidades para la puesta de huevos y el desarrollo de larvas.
El Doctor Sanjiarizaha Randriamaherijaona es entomólogo de MSF y responsable de implementar nuevos proyectos de control de vectores en varios países. Llegó a Níger en mayo de 2021 para trabajar en uno de los proyectos nuestros equipos y las comunidades. “Lanzamos estas actividades antes de las temporadas de lluvias para integrar todas las actividades de prevención, y teniendo en cuenta el contexto ambiental y la situación entomológica en una zona donde la tasa de malaria es alta, con el fin de reducir la incidencia de malaria en estos pueblos», explicó. “Esto se hace reduciendo la vida útil de los mosquitos que viven en esos pozos de agua y para prevenir el desarrollo de nuevas larvas”, agregó.
Para lograr esto, nuestros agentes visitan diferentes puntos de agua en los pueblos para tratar el agua con insecticidas. Esto se realiza con el apoyo de la población: la participación de las comunidades es siempre un aspecto esencial para actividades de control de vectores.
Los insecticidas no funcionan inmediatamente, por ello, visitamos a los pueblos cada tres o cuatro semanas. Es muy importante dar seguimiento para prevenir que la larva se vuelva resistente al insecticida. Una baja dosis de insecticida es usada de acuerdo con las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), para evitar riesgos en la vida humana, el ganado y el medio ambiente. “Al respetar la dosis recomendada el impacto a nivel ecológico sigue siendo insignificante. Esta es una de nuestras condiciones de trabajo, pero también una de las preocupaciones de las comunidades”, agregó el Dr. Randriamaherijaona.
Los pueblos se seleccionaron en función de los datos médicos disponibles sobre malaria de años previos, por ejemplo, la alta tasa de admisión de casos de malaria en la unidad pediátricas del Hospital de Magaria, donde apoyamos a las autoridades de salud. Es muy pronto para medir un cambio positivo. Sin embargo, las actividades están todavía en curso, y el impacto real podrá observarse al final de la temporada de lluvias que dura hasta octubre.
La población ya comienza a observar un cambio. Mariatou Habou es una agente de salud en la comunidad de Haramia, capacitada por MSF para educar a las personas de su pueblo sobre la malaria y para ayudar a detectar casos tan pronto como sea posible, antes de que empeoren y requieran atención hospitalaria. Anteriormente, veía a más de 10 niñas y niños afectados por la malaria al día; pero desde que las actividades de tratamiento de agua comenzaron, ese numero disminuyo drásticamente. Su mayor deseo es que la malaria sea totalmente erradicada del pueblo.
Al principio, las y los residentes de los pueblos tenían curiosidad, y sospechaban algo de las nuevas actividades. Querían una solución para la malaria, pero no sabían lo suficiente sobre el impacto del insecticida en el agua que ellos usan cada día. Un promotor de nuestro equipo visita frecuentemente los pueblos para explicar la naturaleza de las actividades de los pueblos y da respuestas a las preguntas e inquietudes de las personas.
“Somos una familia de nueve, trabajamos en el campo y tenemos ganado. Me preocupaba que el producto que se usa matara mis cultivos y a mis vacas”, dijo Saïdou Mouss, un habitante de Haramia quien perdió a tres de sus hijos debido a la malaria. “Se nos informó de antemano que el producto de tratamiento de agua no crea ningún peligro para nuestras vidas y animales. Me tranquiliza ver que no ha causado ningún problema hasta ahora, dos meses después del inicio de las actividades”.
La respuesta ha comenzado a mostrar eficacia en los 15 pueblos. Para alivio de las comunidades los casos de malaria comienzan a disminuir. Los equipos ampliaron las actividades durante la temporada de lluvia y continuarán en los meses posteriores.
Nuestros equipos también lanzaron una actividad de fumigación de interiores con insecticida en agosto en otros nueves pueblos ubicados en la comuna de Maidamoussa, también en el departamento de Magaria. Estas actividades de prevención a nivel comunitario respaldan los esfuerzos realizados por los equipos médicos para responder al pico de malaria de la región.
“Si el resultado es positivo, la actividad de tratamiento de agua puede ser una solución eficaz y sostenible para la prevención de la malaria en lugares con alta incidencia de la enfermedad como Magaria”, concluye el Dr. Randriamaherijaona.