Jessica tuvo a su primer hijo a los 14 años de edad. El segundo, a los 15. El tercero, a los 18 y luego tuvo otros cuatro pequeños antes de cumplir 25 años. En total tiene siete hijos y vive en Tumeremo, una zona minera del estado Bolívar, al sureste de Venezuela.
“Mi esposo trabaja en las minas, lejos de aquí, y pasa hasta un mes allá. Con algunos amigos nos manda dinero, insumos o lo que pueda. Mientras tanto, yo aquí arreglo uñas y hago trabajos de limpieza. No pude seguir estudiando, tengo que quedarme en casa para atender a los niños”, nos cuenta mientras sus hijos de ojos grandes y despiertos corren por toda la casa, escuchando la instrucción de su madre que les dice que se porten bien.
Brigitte también vive en Tumeremo, en una zona rural. Tiene 27 años y cinco hijos. Su casa fue construida con latas y, mientras nos da su testimonio, deja ver un diente de oro a través de su tímida sonrisa. “Estoy en la casa todo el tiempo atendiendo a los niños, mi esposo trabaja en las minas y yo paso todo el día hablándole a los niños para que no se vayan a la calle, es muy duro. Él pasa hasta dos meses en la mina, yo he ido y he trabajado en lo que pueda: limpiando, cocinando, hasta lavando tierra para conseguir oro. Los niños no estudian, yo no tengo cédula de identidad y no los he podido inscribir en el colegio. Yo estudié hasta primer año, después que tuve el primer niño no pude seguir”, dice.
Ellas son solo algunas de las cientos de mujeres que viven en la población de Tumeremo, sus historias se repiten casa a casa, cuadra a cuadra. Muchas tienen la esperanza de poder seguir adelante pero, en medio de tanta necesidad, no tienen tiempo para pensar en el futuro. Batallan en condiciones adversas para conseguir hasta lo más básico para sus hijos.
Una de las principales actividades económicas de Tumeremo es la minería relacionada con la extracción y comercialización del oro. Muchas de las mujeres que viven en la zona quedan solas en casa mientras sus parejas van a trabajar en las minas y se exponen a diversos retos. El acceso a los servicios de salud sexual y reproductiva es limitado y a esto se suma el alto costo y en ocasiones la escasez de métodos anticonceptivos que permitan prevenir embarazos no deseados y enfermedades de transmisión sexual.
Desde noviembre del 2021 en el Hospital José Gregorio Hernández de Tumeremo, un equipo de nuestra organización trabaja junto a autoridades locales y al personal del Instituto de Salud Pública, para brindar atención médica en el área de salud sexual y reproductiva.
Desde esa fecha y hasta mayo de 2022, hemos atendido a más de 1.000 mujeres de la comunidad a través de consultas integrales, gratuitas y confidenciales de planificación familiar. Casi el 90 % de ellas han recibido algún método anticonceptivo y más del 70 %, un método anticonceptivo de larga duración, como un implante subdérmico o un dispositivo intrauterino. Nuestro servicio también dispone de métodos anticonceptivos de barrera, como preservativos y píldoras de emergencia.
En un trabajo conjunto con las autoridades del hospital y medicamentos e insumos médicos donados por nuestra organización, se atienden en consultas de salud sexual y reproductiva a cerca de 20 pacientes diariamente, dos veces por semana. Además, cada día se recibe un promedio de 10 mujeres que asisten para el despistaje de enfermedades de transmisión sexual como sífilis, VIH y hepatitis B.
Adicionalmente, nuestro equipo de promoción de salud trabaja en el hospital y en la comunidad, brindando información sobre los servicios y sensibilizando a la población sobre la prevención del embarazo a temprana edad y de las enfermedades de trasmisión sexual, así como la importancia del control prenatal.
Armando acompañó muy temprano a su esposa al Hospital José Gregorio Hernández, después que miembros de nuestro equipo de promoción de la salud fueran a su comunidad informando sobre los servicios en el área de salud sexual y reproductiva. “Mi esposa quería ponerse un dispositivo intrauterino y cuando llegamos encontramos a casi 500 personas esperando, les dieron cita a todas. Un mes después a mi esposa le pusieron la T de cobre, en 20 minutos ya estaba lista. Ese día nos encontramos a jóvenes de la zona, amigas y vecinas. Es que hay una gran necesidad”, explica.
La sororidad en el pueblo se siente al escuchar a todas decir: mi tía me avisó, mi mamá me dijo que no perdiera la oportunidad, que corriera a buscar la cita, ya todas las vecinas saben que nos pueden ayudar, muchas mujeres de mi cuadra ya tienen el implante y otras, la cita.
Jusluis Rodríguez, médico ginecobstetra de nuestro equipo, cuenta que el impacto que ha tenido la consulta de planificación familiar en el hospital ha sido completamente positivo para la comunidad: “Saber que podemos ayudar a tantas mujeres me motiva a seguir cada día y dar lo mejor de mí”, concluye.