La escalada de violencia en Sudán obligó a cientos de miles de personas a huir del conflicto que se inició el pasado abril y dirigirse hacia el este de Chad en busca de refugio y seguridad. Actualmente, el campo de refugiados ubicado en la región acoge a más de 450.000 personas desplazadas por la guerra.
En medio de un escenario humanitario devastador, donde las necesidades de alimentos, cobijo, atención médica y agua y saneamiento no pueden ser saldadas por completo, nació una bebé de 800 gramos de peso en nuestra unidad de cuidados neonatales en Adré, una región muy cercana a la frontera con Sudán. La pequeña Mikaela es una ilusión en medio del caos.
¿Qué está pasando en Sudán?
El conflicto de Sudán, que comenzó el 15 de abril, dura ya más de 8 meses. Durante todo este tiempo se han producido intensos combates entre las Fuerzas Armadas de Sudán y las Fuerzas de Apoyo Rápido en Jartum y otras partes del país.
Desde el comienzo del conflicto, los hospitales y centros de salud han tenido serias dificultades para seguir funcionando debido a su proximidad a los combates o a la imposibilidad de los equipos médicos de llegar a ellos debido a la intensidad del conflicto.
Las vidas de las personas siguen en peligro debido a los bombardeos y los tiroteos, tanto directa como indirectamente. El personal sanitario y el personal voluntario sudanés están luchando por responder a las necesidades médicas de la gente y el sistema de salud del país está al borde del colapso.
Una luz en medio del oscuro conflicto en Sudán
Chad, un país que ocupa el segundo puesto más bajo en el Índice de Desarrollo Humano, acoge a miles personas que huyen del conflicto en Sudán, una región donde los ataques contra la población civil y la asistencia sanitaria se convirtieron en norma. Una comunidad vulnerable acoge a otra especialmente vulnerable.
Pero apareció un pequeño rayo de esperanza en medio de esta desoladora situación. Concretamente, una esperanza de 800 gramos de peso. A finales de septiembre, una madre con una niña prematura llegó a nuestra unidad de cuidados neonatales en Adré. La pequeña había nacido en el campo de refugiados ubicado al este de Chad, donde la falta de acceso a una asistencia sanitaria de calidad se ha vuelto una barrera que pone en riesgo la vida de cientos de personas.
El peso de 800 gramos está muy por debajo del peso habitual de un recién nacido. El óptimo en Europa se considera en torno a los 3.500 gramos. Incluso en un contexto mucho más equipado, conseguir que un bebé prematuro sobreviva con un peso tan bajo sería todo un reto.
«Si hay un punto que manifiesta el increíble esfuerzo y éxito del enorme equipo médico que hay aquí, es esta niña», explica Michael Malley, nuestro pediatra. «Mantener con vida a un bebé de 800 g implica una atención extremadamente cuidadosa a los detalles durante un largo periodo de tiempo por parte de personas motivadas y con poca experiencia especializada».
El equipo tuvo que comprobar las constantes vitales cada 2-3 horas, controlar el azúcar hasta cada dos horas y corregirlo cuando estaba bajo, comprobar la temperatura cada 2-3 horas y corregirla. Administraron innumerables dosis de antibióticos, comprobaron que la sonda de alimentación estuviera bien colocada. Y encima, apoyaron psicológicamente a la madre.
Actualmente, la niña pesa 1.320 gramos. Aún es poco en comparación con el peso óptimo, pero está en condiciones de volver a casa. Es una gran alegría para todos los miembros del equipo.
El trabajo de Michael en el hospital de Chad está a punto de terminar, se marcha en poco tiempo. Pero ha hecho una última visita a la unidad neonatal del hospital de Adré, para asegurarse de que el bebé está bien. Hace unos días, la madre decidió llamar a su hija como Michael, agradecida por lo que el equipo hizo por ella. Así que es a Mikaela a quien mira, envuelta en una manta de colores, rodeada de otras madres con sus hijos recién nacidos en la siempre concurrida unidad de neonatos del hospital de Adré.
Desde el inicio de esta emergencia, hemos atendido 1.043 partos en la región. La mayoría de ellos, por suerte, no siguieron un camino tan dramático. Ninguno de estos niños y niñas tuvo una vida fácil. Faltan elementos esenciales como agua potable, alimentos suficientes y mosquiteras contra la malaria.
Cada día, decenas de niños y niñas con desnutrición reciben tratamiento en la sala específica de nuestro hospital pediátrico en Adré. Cada semana, cientos de madres reciben alimentos terapéuticos para tratar en casa a sus hijos e hijas con desnutrición menos grave en los puntos de distribución que organizamos. Sin embargo, esto no es suficiente y sigue habiendo más personas de las que una organización humanitaria puede salvar.
La pequeña Mikaela es un rayo de esperanza. Para todos los miembros de nuestros equipos que ayudan en el este del Chad, pero también para las personas refugiadas que saben que sus hijos pueden recibir atención gratuita cuando la necesitan. Tan solo 800 gramos pueden pesar mucho. Y un pequeño rayo de luz puede iluminar la noche.