La República de Sudán del Sur cumple estos días 10 años como estado. Este importante hito se ve empañado por el sangriento legado de una primera década de historia como país independiente en la que se incluye una guerra civil de cinco años.
Nuestro nuevo informe ‘Sudán del Sur a los 10 años: un registro de MSF de las consecuencias de la violencia’, ofrece un relato consolidado de nuestra experiencia en Sudán del Sur desde la declaración oficial de independencia el 9 de julio de 2011. El documento busca ser un recordatorio del coste humano de la violencia desde la independencia, tal y como hemos sido testigos, a través de nuestro personal y nuestros pacientes.
De la independencia a la guerra civil
En el momento de la independencia, Sudán del Sur se enfrentaba a al menos 30 emergencias humanitarias. Algunas partes del país estaban sumidas en enfrentamientos intercomunitarios cada vez más encarnizados y surgían nuevos conflictos en las zonas fronterizas con Sudán.
Los indicadores de salud de la nueva nación estaban entre los peores del mundo en esos momentos con una esperanza de vida de 54 años, una tasa de mortalidad materna de 1.050 muertes por cada 100.000 nacidos vivos y una tasa de mortalidad infantil de 104 por 1.000. Solo había 37 hospitales en todo el país, y una media de 1,5 profesionales médicos y 2 profesionales de enfermería por cada 100.000 habitantes.
A pesar de los desafíos, los primeros años de independencia fueron una época de ilusión y optimismo y, para la mayor parte del país, fue un período de relativa paz. Sin embargo, en diciembre de 2013 —menos de dos años después de la independencia— el país implosionó rápidamente en una guerra civil que expuso la fragilidad del joven Estado emergente.
«Tras 22 años de guerra civil llegó la independencia en 2011. Toda la población estaba alegre. Estábamos contentos porque había nacido un nuevo país… pero toda esta esperanza y estos sueños se acabaron de repente”, recordaba un miembro sursudanés de nuestro equipo en Yambio en agosto de 2019.
Violencia extrema
Se estima que los cinco años de conflicto han provocado cerca de 400.000 muertes, muchas de ellas resultado de ataques a civiles por motivos étnicos, incluidos niños y niñas y personas de edad. La violencia sexual y de género se ha utilizado como arma de guerra, con ataques sistemáticos por motivos étnicos y políticos.
Algunos de los actos de violencia más extremos se produjeron en lugares de refugio y santuario, como los hospitales estatales, donde pacientes y personas que buscaban protección fueron asesinadas en una serie de ataques brutales. Millones de personas se han visto desplazadas, a menudo varias veces, dentro y fuera de Sudán del Sur. Esto incluye a cientos de miles de desplazados que buscaron refugio en centros de Protección de Civiles (PoC), dentro de las bases de la Misión de las Naciones Unidas en Sudán del Sur (UNMISS).
Desde la independencia, 24 miembros de nuestro personal en Sudán del Sur han muerto a causa de la violencia, cinco de ellos mientras estaban de servicio. Todos nuestros pacientes, personal y comunidades se han visto afectados directa e indirectamente por el conflicto y la violencia.
Muertes por enfermedades evitables
La población ha sido objeto de destrucción, desplazamiento, enfermedad y muerte en todo el país. La violencia interrumpe el acceso a la atención sanitaria, incluida la vacunación rutinaria, al tiempo que aumenta el riesgo de transmisión de enfermedades y de inseguridad alimentaria.
En repetidas ocasiones no se han garantizado unas condiciones de vida dignas para las personas que se encuentran en los campos de refugiados, en los campos de desplazados y en los centros de protección de civiles. En lugar de ello, quienes huyen del conflicto y la violencia se han visto obligados, una y otra vez, a vivir en condiciones deplorables, sin que se satisfagan las necesidades básicas de espacio vital, agua y saneamiento, muy por debajo de los umbrales mínimos de emergencia para la supervivencia.
En el peor de los casos, hemos registrado la muerte de tres a cinco niños al día a causa de enfermedades prevenibles —como la malaria— en diferentes campos de refugiados y PoC. Mientras tanto, las personas obligadas a vivir a la intemperie, en la jungla y en los pantanos, se han visto expuestas, en repetidas ocasiones, a enfermedades y al hambre extrema.
En algunas zonas, el conflicto ha traído consigo un resurgimiento del kala azar, la segunda enfermedad parasitaria más grande del mundo. Además, se han producido brotes de sarampión, hepatitis C y cólera, entre otros.
Salud mental
Millones de personas en Sudán del Sur han estado expuestas reiteradamente a sucesos traumáticos. Hemos sido testigos de un aumento de los intentos de suicidio y hemos asistido a pacientes que padecen un trastorno de estrés postraumático.
«Lo más difícil de ser sursudanés es el miedo. La gente se enfrenta al miedo, duerme con miedo. Esto crea muchos traumas en la población porque no somos libres como cuando obtuvimos la independencia», afirmaba uno de nuestros trabajadores sursudanés en Mundri en agosto de 2019.
El impacto del conflicto prolongado y las repetidas crisis humanitarias que padece el país se ven agravados por un sistema de salud débil, con una infrafinanciación crónica, destruido en muchas áreas y, fundamentalmente, desatendido en otras. En 2020, de unos 2.300 establecimientos de salud, más de 1.300 no funcionaban. Menos de la mitad (44%) de la población total y solo el 32% de los desplazados internos viven a menos de cinco kilómetros de un centro de salud operativo.
Crisis humanitarias en curso
A pesar de un acuerdo de paz en 2018 que puso fin a cinco años de guerra civil y la formación de un gobierno unificado a principios de 2020, la situación sigue siendo volátil en muchas zonas del país. En 2019, Sudán del Sur vio un resurgimiento de los conflictos subnacionales y de las luchas entre facciones que se han intensificado en el año pasado y en lo que llevamos de 2021.
En la actualidad, se estima que 8,3 millones de personas —más de dos tercios de la población— necesitan urgentemente asistencia humanitaria y protección. Hoy, en la que es la mayor crisis de refugiados de África, 2,2 millones de sursudaneses se refugian en los países vecinos. Más de 1,6 millones de personas siguen desplazadas internamente. Incluso en el mejor de los casos, Sudán del Sur seguirá siendo vulnerable a las crisis humanitarias en el futuro inmediato.
Los líderes de Sudán del Sur deben hacer todo lo posible para garantizar la seguridad de los civiles y un entorno propicio para la prestación de asistencia humanitaria, independientemente de cualquier agenda política.
«Mi esperanza para el futuro de los próximos 10 años es una sociedad transformada, una comunidad transformada en la que podamos vivir y coexistir. Donde veo que alguien es mi hermano. Donde veo que alguien es mi hermana. Donde puedo moverme sin ninguna restricción. Donde puedo expresar mis sentimientos, a cualquiera, sin importar su raza, sin importar su tribu. Y esta es la sociedad que anhelo para la próxima década… Es la generación joven que inspirará a la generación que vendrá después de nosotros«, declaraba un miembro de nuestro personal en abril de este año.
Durante casi 40 años, la zona que conforma hoy Sudán del Sur ha estado entre los países de mayor prioridad global para nuestra organización, en términos de operaciones, empleo y financiación. A medida que la joven nación se adentra en su próxima década, seguimos comprometidos con el pueblo de Sudán del Sur.