José Enrique Hernández, enfermero destacado en uno de los Equipos Comunitarios de Salud Familiar y Especializados (ECOS) en San Salvador, El Salvador, nunca había hecho tantas citologías en una sola jornada matutina.
En la comunidad Concepción de San Salvador, personal del Ministerio de Salud pudo, mediante nuestra gestión, cruzar las fronteras invisibles impuestas por la situación de violencia que dificulta el acceso a la salud y realizó, por primera vez, una jornada de citologías.
Esta comunidad es una de las muchas que han quedado atrapadas entre la división de territorios de pandillas. Las pandillas o maras son agrupaciones criminales enfrentadas entre sí y a las fuerzas de seguridad del Estado y cuyo conflicto ha convertido al país en el más homicida a nivel centroamericano y uno de los más peligrosos del mundo.
Los habitantes de comunidades como Concepción, particularmente las personas jóvenes, no pueden acudir a la unidad de salud que les corresponde, pues está ubicada en un terreno dominado por grupos delictivos contrarios a los de la zona.
“Hay clínicas a las que no podemos ir, por la colonia adonde vivimos”, dice María, de 25 años. Se realizó el examen de citología y asegura que es importante conocer sobre la salud sexual y reproductiva. Cuando era más joven, entre sus 17 y 18 años, tuvo dos abortos. María cuenta esto en un país donde la sospecha de aborto, llegando a considerarse homicidio, puede llevar a penas de cárcel de hasta 30 años. “Yo sufrí y no le desearía eso a nadie. No es bonito estar en un hospital”, señala.
Las denominadas zonas rojas, en El Salvador, se caracterizan por dominios territoriales de las pandillas. Es así como se ha formado una red invisible de fronteras que no permiten, por amenaza, temor o estigma, que el personal de salud destacado en una comunidad acceda a otra, ni a la población llegar a los centros asistenciales. “Hoy, muchas mujeres me dijeron que no se han hecho la citología por la zona en la que viven”, cuenta José Enrique.
Trabajamos en estas comunidades con brigadas médicas, involucramiento comunitario y atención en salud mental, en coordinación con el Comité de Salud de la comunidad y líderes comunitarios. Y, gracias a esa coordinación, el Ministerio de Salud también puede llegar a la población más necesitada. Alfredo Reynosa, nuestro técnico comunitario, trabaja en Concepción para intentar garantizar en esta zona el acceso a la salud. “Médicos Sin Fronteras es la única organización que tiene presencia acá”, asegura.
El tema de la salud sexual y reproductiva, así como la salud mental, son un ‘tabú’ en el país centroamericano. En la comunidad Concepción, el miedo y desconocimiento han perdido fuerza y ahora hay mayor conciencia sobre la importancia de estos temas de salud. “Las personas ya tienen más confianza”, dice Reynosa, que subraya la importancia del papel de los líderes comunitarios.
Santos Aguirre coincide. Él es un líder comunal que ha acompañado nuestro trabajo desde sus inicios en la comunidad. Dedica todo su tiempo a trabajar por los habitantes y cree que nuestra intervención con el Ministerio de Salud es fundamental. “Es un beneficio para la comunidad. Así como MSF y el Ministerio de Salud han hecho el esfuerzo de traer los servicios, la comunidad se compromete a dar apoyo”, asegura. En esta ocasión, hace especial énfasis en el ingreso del personal del Ministerio de Salud para la jornada de citologías: “Es un paso importante que el Ministerio de Salud entre. Poco a poco, las cosas se van logrando”.
Elena, vendedora ambulante de 51 años y quien se realizó la citología durante la jornada, cree que las mujeres deben perder el miedo a la prueba y a hablar de otros temas de sexualidad y aprovechar el ingreso del personal institucional de salud. “Aquí hay bastantes personas que no se hacen los exámenes por no salir de las comunidades”, asegura, y agrega que MSF es un gran apoyo “para la población olvidada”.
Henry Alberto Ramos, promotor de salud en la zona, tiene la esperanza de que la población sea cada vez más consciente de la importancia de tener acceso a la salud. “Los primero días, ingresar a la zona era difícil. Había grupos de riesgo social y sí daba un poco de miedo. Más de alguna vez me preguntaron qué andaba haciendo y, de un momento a otro, daba miedo, porque no sabíamos cómo puede estar la zona”, dice.
Solo entre octubre y noviembre de 2018, realizamos 163 consultas de salud sexual y reproductiva, distribuidas en las áreas de intervención, y continúa con los mecanismos de coordinación para llevar la salud a las zonas cercadas por las fronteras invisibles.
A la fecha, intervenimos en once puntos entre las ciudades de San Salvador y Soyapango y en coordinación con las estructuras de salud, con actividades comunitarias, brigadas médicas móviles y atención en salud mental y servicio prehospitalario.