El sarampión es extremadamente contagioso y se transmite principalmente a través de tos y estornudos. Afecta principalmente a los niños, especialmente a los menores de 5 años. Para aquellos que sufren complicaciones y que no reciben tratamiento, puede resultar mortal. Por eso tenemos que tratar de llegar hasta los rincones más aislados.
Para que la vacuna sea eficaz, tenemos que vacunar al 95% de los niños de entre 6 meses y 15 años de edad. Y en un país tan grande como República Democrática del Congo, donde las carreteras suelen muy malas o incluso inexistentes, y donde los desplazamientos pueden verse afectados por algún incidente serio de seguridad, los desafíos logísticos para llegar hasta los niños que queremos vacunar son muchos y variados.
A pesar de las dificultades que nos encontramos, nuestros equipos salen a trabajar cada mañana con la firme determinación de alcanzar las áreas más remotas, pues porque sabemos que allí los niños son particularmente vulnerables. Si a la cruel costumbre del sarampión para cebarse con los más pequeños le añadimos la escasez y precariedad de servicios médicos que hay en esos lugares, resulta fácil de entender por qué tenemos la sensación de estar frente a un cóctel explosivo de grandes proporciones. A ello hay que añadir el problema que suponen las bajas tasas de vacunación que nos encontramos en cada aldea que visitamos y la enorme falta de recursos de sus habitantes, muchos de ellos desplazados internos. Así que, a menos que logremos llegar hasta ellos, muchos de los niños se enferman con sarampión en estos lugares y que luego sufren complicaciones corren serio riesgo de quedarse sin ser tratados. Y suelen ser siempre ellos los que acaban engrosando las listas de víctimas mortales.
Llegamos en piragua
A veces, como nos ha pasado en Bolomba, una territorio de la provincia de Ecuador, donde los caminos son especialmente complicados, y donde no es posible pasar ni siquiera en moto, tenemos que llegar hasta allí recorriendo el río Ikelemba en piragua. Tardamos dos días enteros en llegar. Recuerdo que cargamos las piraguas con todos los suministros necesarios para el tratamiento de los pacientes y para vacunar a más de 130.000 niños.
Fue un esfuerzo enorme en términos logísticos; una auténtica locura.
Luego, desde el lugar donde nos dejaban las piraguas, tuvimos que caminar otros dos días a través de senderos muy angostos llevando los medicamentos y las vacunas cargados sobre nuestras espaldas. Fue complicado, pero valió la pena. Para llegar a otras aldeas de la misma provincia de Ecuador usamos motos. Y si esto ya es de por sí difícil, pues los caminos suelen estar embarrados y llenos de obstáculos, imaginen cómo se complican las cosas cuando nos toca subir estas motos sobre tablones o sobre piraguas para cruzar hasta el otro lado del río. Y luego, cuando los caminos se hacen más y más estrechos, toca dejar las motos aparcadas y seguir a pie el resto del camino.
Otro de los retos a los que nos enfrentamos es el de lograr mantener la cadena de frío y transportar las neveras portátiles en estas circunstancias. Pesan un montón; y más aún cuando están tan cargadas. Pero al final, con mucho trabajo y planificación, logramos siempre hacer posible lo que un principio parecía una ilusión.
Sí, es cierto que no podemos decir que nuestra tarea sea fácil, pero todos los esfuerzos que hacemos merecen la pena, porque sabemos que el llegar hasta estos lugares se traduce inmediatamente en muchas vidas salvadas. En MSF estamos todos convencidos de que cada gota de nuestro sudor habrá sido bien empleada.