“Era mediodía cuando tres encapuchados irrumpieron en mi casa. Uno de ellos me apuntó con su arma en la cara, el otro gritó órdenes que no pude entender y el tercero se lanzó sobre mí. Estaba aterrorizada pero no podía gritar… creo que en ese momento había perdido la voz”.
Tumaïni, pseudónimo de una mujer de 72 años, vive en Salamabila, en la provincia de Maniema, República Democrática del Congo. Como muchas otras personas de esta localidad minera, tanto mujeres como niños y hombres, Tumaïni es una sobreviviente de violencia sexual.
En Salamabila, el conflicto armado por el control de las zonas mineras ha provocado el desplazamiento de un gran número de personas de sus hogares, muchas de las cuales tienen complicado recibir atención médica. Nuestros equipos han trabajado en Salamabila desde finales de 2019, en apoyo al Ministerio de Salud. Una de las prioridades es proporcionar atención médica y apoyo psicológico gratuitos a las y los sobrevivientes de violencia sexual.
Entre julio y diciembre de 2021, nuestros equipos dieron tratamiento y apoyo en salud mental a una media de 169 sobrevivientes por mes en el hospital general de Salamabila y a un total de 1.800 en el transcurso del año en la zona de salud de Salamabila.
“Por lo general, los y las pacientes se muestran tímidos”, explica una trabajadora comunitaria de salud reproductiva, que prefiere no dar su nombre. “Se requiere valentía para buscar ayuda. Y cuando acuden a mí, se les ve desorientados. Algunos se niegan rotundamente a ser derivados a un centro de salud por temor a que los señalen. Ofrecemos una atención médica y psicológica inicial, como MSF nos ha enseñado y, una vez que se construye una confianza, los llevo a un centro de salud si es posible”.
En Salamabila, la violencia sexual afecta a gente de cualquier edad y género. Los trabajadores de salud reproductiva son personas de confianza, elegidas por la comunidad y formadas por MSF para dar primeros auxilios médicos y psicológicos al paciente antes de llevarlo a un centro de salud. Este método ayuda a garantizar que reciban tratamiento dentro de las 72 horas posteriores a la agresión, algo que es crucial.
El estigma es parte de su vida diaria
Las sobrevivientes de violencia sexual afrontan varios problemas: desde lesiones físicas y psicológicas hasta la exclusión de la comunidad, infecciones de transmisión sexual y embarazos no deseados. Para muchas personas es profundamente traumático.
A menudo, la parte más difícil es el estigma asociado a hablar sobre la sexualidad, relacionado con la idea de que la violencia sexual es algo degradante.
“Se comentaba en el barrio que me habían violado, pero algunos decían que me había gustado porque no había gritado”, afirma con tristeza Tumaïni. “Algunos de mis vecinos incluso les prohibieron a sus hijos pasar frente a mi casa. No podía ir a ninguna parte sin que la gente me apuntara con el dedo”.