Es mediodía en Lubero, en el este de República Democrática del Congo, y Diallo, uno de nuestros promotores de salud comunitarios, camina deprisa por la pequeña pendiente hacia la casa de una familia que acaba de conocer.
«Mi tía ha sufrido una hemorragia nasal durante tres días, pero tengo miedo de llevarla al hospital», le dice el padre de familia, tras confesar que no quiere “que la lleven por la fuerza al centro de tratamiento de Ébola».
El miedo y los rumores son obstáculos diarios para trabajadores como Diallo, cuya labor se centra en llegar a las comunidades e informarles de la disponibilidad de un tratamiento gratuito para todas las afecciones médicas en los centros de salud y hospitales que apoyamos.
“Desde que llegó el Ébola, la cantidad de pacientes que vienen a nuestro hospital ha disminuido. Lo que más les asusta son los recién instalados edificios de triaje, porque no saben cómo funcionan. Algunas personas piensan que allí mismo se contagiarán de Ébola. Pero no es verdad”, lamenta Helene, su colega.
Cada día, Helene y otros 20 trabajadores comunitarios se esfuerzan por restaurar la confianza de las personas. Les explican que, a pesar de la epidemia en curso y su repercusión en el sistema de salud, todos pueden recibir atención médica para sus problemas de salud, no solo para el Ébola.
‘No dejes que tus amigos y familiares mueran en casa cuando el tratamiento gratuito está disponible en los centros de salud locales’, es el mensaje que siguen repitiendo.
“Las medidas de higiene, bastante aterradoras en un primer momento, buscan sobre todo proteger a las personas de enfermedades infecciosas. En pocos días, podemos evaluar a un paciente para detectar las más comunes como el cólera, el sarampión y la malaria. Los pacientes que pueden estar infectados de Ébola son derivados a un centro especializado en Butembo», comenta el doctor Kanouté, trabajador de nuestro proyecto en Lubero.
Mejorar la higiene
Hace poco, se hicieron algunos cambios en el Hospital Lubero, y son muy notorios. Las medidas implementadas para prevenir y controlar las infecciones han permitido contratar numerosos higienistas y, además, se ha establecido una zona roja para pacientes con enfermedades infecciosas. El personal sanitario que trabaja en esta zona usa equipo de protección personal y guantes, y es especialmente cuidadoso en el momento de lavarse las manos. La gestión de residuos también es vital en el centro.
Los pacientes con síntomas similares a los del Ébola son admitidos en la zona roja mientras esperan a ser examinados correctamente para saber si tienen el virus. Si es necesario, se hacen los arreglos necesarios para transportarlos a una instalación adecuada.
Hasta la momento y desde el inicio de la epidemia, en Lubero ha habido 14 personas sospechosas de estar infectadas con el Ébola, y tres de ellas murieron sin recibir el tratamiento adecuado.
Afortunadamente, el área aún no ha visto un caso positivo de la enfermedad. Además de apoyar al Hospital de General de Referencia de Lubero, también asistimos a los centros de salud del área mediante la implementación de medidas de prevención y control de infecciones, y la puesta en marcha de puntos de lavado de manos con agua clorada y termómetros para verificar la temperatura de las personas.
Sin estos cambios, sin la formación de los trabajadores de la salud (la mayoría nunca se ha encontrado con el Ébola) y la participación de las comunidades, cualquier estrategia adoptada para contener la epidemia estaría condenada al fracaso.
Desde el inicio de la epidemia, el número total de personas infectadas con Ébola asciende a 2.000 y, de ellas, más de 1.200 han muerto. Casi la mitad de las muertes han tenido lugar fuera de los centros de tratamiento del Ébola, ya sea en los hogares de los pacientes o en otros centros de salud.
El brote de Ébola actual es el segundo más letal en la historia, y el más grande jamás visto en República Democrática del Congo.