Después de viajar 24 horas por el río Anapu, en el norte de Brasil, en la Ilha do Marajó (Isla de Marajó), llegamos a nuestra primera parada, Ipixuna, una pequeña comunidad ribereña en el municipio remoto de Portel.
El objetivo principal era proporcionar atención de salud a las personas que se sospechaba que tenían COVID-19. Sin embargo, nuestros equipos sabían que podían encontrar otros problemas de salud en el camino, por lo que incorporaron un fuerte componente de salud primaria para poder ayudar a pacientes con otras enfermedades.
El municipio de Portel tiene uno de los peores promedios de Índice de Desarrollo Humano de Brasil, según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) e históricamente se ha desatendido del sistema de salud a las comunidades rurales, principalmente por la dificultad del acceso por los ríos. En este contexto, enviamos un equipo de salud integral a esas comunidades, conformado por promotores de salud, expertos en logística, médicos y enfermeros, con el objetivo de reforzar los mensajes y servicios de salud contra el COVID-19, y también para proporcionar atención para otras enfermedades que pudiéramos encontrar.
Desde el primer día de intervención, nuestros equipos presenciaron una gran falta de acceso de las personas a servicios básicos de salud. Vimos que no había suficiente personal médico ni medicamentos; tampoco había una respuesta adecuada a emergencias (como mordeduras de serpientes), y el acceso a servicios como atención de salud sexual y reproductiva era muy limitado.
“Nuestras clínicas móviles estaban aquí para realizar actividades médicas relacionadas con el COVID-19, pero, afortunadamente, no encontramos casos de la enfermedad”, dijo Ana Claudia Barreto, nuestra coordinadora de actividades de enfermería en el proyecto de Portel. “Lo que sí encontramos es la falta de un sistema de salud primaria, especialmente para la prevención de la salud de asuntos como la salud sexual y reproductiva”.
En cada consulta, nuestro equipo escuchó historias de pacientes que enfatizaban la vulnerabilidad de las personas del río Anapu, algo que tienen que enfrentar a diario.
“Cuando se trata de un problema de salud grave, o te marchas y vas a Portel o vas directamente al cementerio. Y Portel está lejos. Si tengo 400 litros de combustible, voy hasta allí. Si no los tengo, no voy. Para cruzar el bosque tenemos el transporte que Dios nos dejó: el camino y nuestras piernas. Nos ponemos las botas y caminamos a través del monte. Decimos que está cerca, pero son más de 24 horas de caminata”, comentó Maria Rosinete Monteiro, residente de Ipixuna.
“Durante las actividades médicas, nos dimos cuenta de que muchas personas carecen de información básica sobre el COVID-19. Su conocimiento sobre los síntomas, cómo se propaga el virus y cómo prevenirlo es limitado”, dijo Barreto.
Aunque todas las pruebas rápidas de COVID-19 que se hicieron a pacientes sintomáticos fueron negativas, el riesgo de que un caso llegue a la comunidad sigue siendo una realidad, y es particularmente peligroso para un grupo tan excluido del acceso básico a la atención de salud. Por este motivo, el equipo de promoción de salud mantuvo largas sesiones y charlas con la población y entregó mascarillas para reducir el riesgo de exposición al virus tanto como sea posible.
“Esta población tendría dificultades para combatir un gran brote de COVID-19 debido a esta falta de acceso. Nuestro equipo médico se esforzó por atender a cada paciente de la mejor manera posible y brindó una amplia variedad de servicios básicos de salud, pero lo que presenciamos debe abordarse rápidamente. Las necesidades de salud y otras necesidades básicas de estas comunidades rurales de Portel son muy grandes. Estas personas son muy vulnerables, y la propagación del virus de COVID-19 en estas condiciones sería catastrófica”, dijo Ana.
Los líderes de la comunidad, principalmente maestros y técnicos en enfermería a cargo de los puestos de salud, son testigos directos de la falta de servicios en estas comunidades.
“Vivimos en Portel, y pasamos períodos de aproximadamente 20 días aquí en Ipixuna debido a mi trabajo. Aquí, el acceso a la atención de salud es complicado. Con frecuencia, las personas ni siquiera tienen dinero para comprar combustible para el bote para llegar hasta el puesto de salud. Y para mí, como técnico en enfermería, también es difícil porque no hay líneas comerciales de botes que lleguen hasta aquí”, expresó Clevenaldo Rodrigues, técnico en enfermería de la comunidad de Ipixuna.
Nuestros equipos atendieron a 390 pacientes en la intervención del río Anapu, en Portel. Los principales diagnósticos médicos fueron infecciones respiratorias no relacionadas con el COVID-19, enfermedades de la piel e infecciones del tracto genitourinario. Además, identificamos una falta de información sobre promoción de la salud y una falta de servicios integrales de salud para la salud sexual y reproductiva y para la violencia sexual y de género.
“La población aquí está aislada, y las casas y las comunidades están muy distanciadas. Los puestos de salud suelen estar administrados solo por un técnico en enfermería”, dijo nuestro médico Eduardo Rugani. “Era importante que promoviéramos el acceso a la atención de salud para estas comunidades. No solo la atención relacionada con el COVID-19 sino también todos sus otros problemas. Las personas nos dicen que no se han atendido con un médico en mucho tiempo. Entonces, MSF estaba aquí para tratar, guiar, brindar servicios y ofrecer atención de salud, en general, a estas comunidades”, expresó Rugani.