Para organizar campañas de vacunación masiva como la de meningitis que estamos llevando a cabo en el estado de Yobe, en el noreste de Nigeria, hay que tener en cuenta hasta el más mínimo detalle. Todo para que el proceso no se vaya al traste.
Vacunar con éxito a 136.000 personas en una semana, en zonas remotas y con temperaturas superiores a 40 grados requiere pensar con tiempo incluso en los lapiceras que uno va a necesitar.
Lo más delicado y esencial es mantener la cadena de frío: es decir, conservar las vacunas a una temperatura constante de entre 2 y 8 grados. De lo contrario, la vacunación pierde todo su efecto.
Desde que las vacunas salen de Europa hasta que los vacunadores las utilizan en el terreno, hay un largo camino en el que participan decenas de personas y en el que no podemos perder la supervisión del material ni un solo momento.
Una vez las vacunas han partido en avión hacia la capital de Nigeria, Abuja, nuestros responsables organizan una recepción especial en aduanas para evitar que queden retenidas. Desde ahí se transportan en camiones frigoríficos hasta un cuarto frío del Ministerio de Sanidad en el estado de Yobe, donde se decide el reparto a las bases del estado donde los equipos coordinan el envío de equipos a los distritos afectados por el brote.
Neveras portátiles y generadores
Cuando las vacunas alcanzan las bases operativas, se introducen en neveras eléctricas que los equipos han tenido funcionando desde al menos dos o tres días antes y tienen una temperatura estable. Para este último viaje a las zonas donde la vacunación tiene lugar, utilizamos neveras portátiles cargadas con los acumuladores de frío necesarios. El objetivo, que soporten un trayecto de varias horas por carretera.
A menudo, la electricidad es un servicio no disponible o escaso en los lugares donde lanzamos estas intervenciones, lo cual implica tener siempre generadores, una instalación eléctrica y el espacio suficiente para disponer de todo el material.
También hace falta también tener combustible para que los aparatos puedan funcionar las 24 horas del día, lo cual no es sencillo en contextos no urbanos, afectados por crisis o conflictos.
Elegir el transporte adecuado tampoco es fácil. Por ejemplo, el tráfico en avión hacia el norte de Nigeria es limitado porque al aeropuerto más cercano, en la población de Maiduguri, solo podemos utilizar los vuelos operados por Naciones Unidas o Cruz Roja. Son aviones pequeños que permiten poca carga. Ello nos obliga a mover los cargos por las carreteras principales hasta las bases en Yobe, que están en buen estado y no presentan problemas de seguridad.
Controlar cada movimiento
No sucede lo mismo en los puntos de vacunación. Algunos lugares están a más de dos horas en auto de nuestras bases y no existe otra opción que no sea el auto. No podemos arriesgarnos a ir caminando debido a la posible presencia en la zona de miembros de Boko Haram. Nuestros logistas tienen que controlar los movimientos de los coches en cada momento así como las telecomunicaciones por radio, teléfonos móviles y satelitales.
Más allá de todos los aspectos logísticos de manejar la cadena de frío, buscar coches y material, casas, colchones y hasta mosquiteras, nuestros esfuerzos serían en vano si no se desarrollara lo que se conoce como el ‘microplan’, un mapeo detallado de todas las áreas donde se vacuna. Hay que conocer a cuántos kilómetros exactos están los destinos de las bases, las condiciones de las rutas, qué sucede si llueve o hace sol, cuánta población vive en cada lugar y qué tipo de población es.
Sensibilizar y concienciar
Esto es fundamental, ya que, por ejemplo, en Nigeria hay muchos ‘fulanis’, (tribus nómadas dedicadas al pastoreo) y es necesario sensibilizar con tiempo a estas comunidades. Y es que el día del inicio de la vacunación, deben estar accesibles.
En este caso de la meningitis, la percepción de la población es bastante buena: están un poco asustados y respetan bastante la enfermedad. Sin embargo, no siempre es así. Algunas vacunas que requieren una inyección que produce dolor disuaden a la gente y cuesta mucho convencer para que asistan a las siguientes rotaciones.
Por mucho que todos los detalles técnicos estén controlados y que los equipos de vacunadores estén entrenados, siempre pueden surgir imprevistos. Una carretera cortada durante horas. Un aviso de atentado que obliga a suspender concentraciones de gente para la vacunación. En alguna ocasión, ha sucedido que, por querer ir rápido, algún equipo se ha llevado las neveras sin las vacunas y a los dos o tres minutos de llegar al destino se da cuenta de que se quedaron en la base. Son errores que pueden suceder en una movilización masiva en la que participan más de medio centenar de vehículos y equipos. En intervenciones como estas, hay que controlar hasta la última lapicera.