A finales de 2021, comenzamos a gestionar puestos de salud para migrantes que viajan a través de la región fronteriza norte de Tumbes y en áreas de Lima, la capital de Perú, que es el principal destino para los migrantes venezolanos en el país.
“Vemos a familias que llegan con niñas y niños pequeños, menores de cinco años, que están desnutridos y anémicos”, explica Omaira Salas, médica del puesto de salud de MSF en Lima. «También vemos a mujeres embarazadas que necesitan control de natalidad pero no lo han tenido, o que no se han hecho una ecografía o ningún cuidado prenatal».
Cuatro días a la semana, nuestro personal atiende a pacientes cerca de una terminal de ómnibus en el barrio Fiori de Lima, donde muchos arriban a la ciudad. Los migrantes tienen una amplia gama de necesidades en materia de salud, incluyendo atención primaria de salud, salud sexual y reproductiva, salud mental, referencias de emergencia a hospitales y tratamiento de enfermedades crónicas.
“Como médica, lo que me preocupa es la cantidad de pacientes que llegan con enfermedades crónicas como hipertensión y diabetes”, dice Salas. «Se han quedado sin sus medicamentos y no tienen los medios para comprar más».
En Tumbes y en Lima, nuestro equipo brinda consultas médicas iniciales y tratamientos básicos a los cuales los migrantes no han podido acceder antes o durante su viaje, como suplementos de hierro para niñas y niños anémicos o ácido fólico para mujeres embarazadas. Luego, nuestro personal ayuda a los pacientes a registrarse en los servicios del sistema de salud de Perú, que pueden resultar de muy difícil acceso para las personas migrantes. Todas las mujeres embarazadas y los menores de cinco años tienen derecho a la atención médica pública gratuita en Perú; sin embargo, los trabajadores de la salud aún solicitan documentos como una prueba de residencia que los migrantes no tienen.
«Si una mujer está en trabajo de parto y tiene documentos, un centro de salud puede aceptarla. Pero si no tiene documentos, no la aceptarán a menos que sea una emergencia«, explica Yohana Arevalo-Polack, coordinadora de nuestras actividades de promoción de la salud en Tumbes.
La pandemia de COVID-19 ha incrementado las dificultades que enfrentan los migrantes. Perú cerró oficialmente sus fronteras en marzo de 2020 y las reabrió recientemente. Si bien antes los migrantes venezolanos podían registrarse a su llegada y solicitar una visa humanitaria, ya no pueden hacerlo, lo que dificulta la obtención de empleo o el registro para servicios esenciales.
Cruzar la frontera desde Ecuador suele llevar más de cuatro horas a pie en condiciones de mucho calor. Muchas personas llegan a Perú exhaustas y deshidratadas.
Además de brindar atención médica básica, nuestro personal en Tumbes proporciona alimentos y agua, vacunas COVID-19, primeros auxilios psicológicos y un número de teléfono para nuestra clínica en Lima. Además, un trabajador social ayuda a identificar otros servicios sociales que pueden estar disponibles, tanto en Tumbes como en Lima.
La mayoría de los migrantes no se quedan demasiado tiempo en Tumbes. Trabajan informalmente lavando autos o haciendo otras tareas para ganar dinero para costearse un viaje en autobús a Lima o más allá también. Otros caminan o buscan viajar en camiones, a veces subiendo en la parte trasera. Según el personal de MSF, en Tumbes, los migrantes han resultado heridos en repetidas oportunidades al caerse accidentalmente desde vehículos en movimiento.
La violencia contra los migrantes es muy común, especialmente en las zonas fronterizas. Varias personas les han contado a nuestros equipos que les robaron y que fueron amenazadas por grupos de hombres armados cerca de la frontera entre Ecuador y Perú.
Una mujer de 50 años que viajaba con sus hijos de 24 y 25 años contó que acababa de ser asaltada luego de haber tomado un mototaxi muy cerca de la frontera con Ecuador, en territorio peruano. El conductor tardó aproximadamente 30 minutos en llegar a un destino desconocido, donde fueron emboscados por un grupo de tres personas. Amenazaron con quitarle la vida a su hijo menor y se llevaron todas sus pertenencias. Les dijeron que si los denunciaban, no tendría efecto porque robar es algo habitual en esta zona.
En Tumbes, nuestro personal a veces es el primero en recibir a los migrantes cuando cruzan y en ofrecer primeros auxilios psicológicos, entre otros cuidados.
“Hemos visto mucha frustración, mucha ansiedad, porque vienen con muchas esperanzas y lo primero que experimentan es un robo u otro tipo de violencia”, finaliza Arevalo-Polack.