La brutalidad que autoridades y policías fronterizas de Hungría, Croacia y Bulgaria infringen amigrantes, refugiados y solicitantes de asilo a su paso por las fronteras de estos países con Serbia es vergonzosa e inaceptable.
Así lo denunciamos en nuestro informe «Juegos de Violencia» donde ponemos de manifiesto la violencia ejercida por parte de los agentes estatales de estos tres Estados miembros de la Unión Europea (UE).
En concreto, durante la primera mitad de 2017, el 76% de los menores y adolescentes atendidos en nuestros servicios de salud mental en Serbia, aseguraron haber sufrido violencia por parte de policías y autoridades fronterizas. De éstos, el 92% señaló a los cuerpos policiales de Hungría, Croacia y Bulgaria como las responsables de las agresiones.
Casi la mitad de ellos, un 48% (30), acusaron a las autoridades búlgaras; el 27% (17), a las húngaras, y el 13% (8) a las croatas. El 8% (5) restante afirmó que los agresores fueron miembros de las mafias que controlan el tráfico de personas.
(Aún) más vulnerables
“Es vergonzoso que estados de la UE estén empleando la violencia para evitar que menores y jóvenes accedan a su territorio y puedan pedir asilo. En cualquier caso, esta brutalidad no impide que estas personas sigan intentando entrar en suelo de la UE; pero sí está causando un serio daño físico y psicológico, haciéndolos más vulnerables -si cabe- y arrojándolos a las manos de los traficantes”, indica nuestro coordinador en Serbia, Stephane Moissaing
Las agresiones más frecuentes son golpes, mordeduras de perro y lesiones provocadas por espray irritante, según los testimonios que hemos recogido en los últimos dos años. La información recabada apunta a un uso sistemático de la violencia contra las personas que tratan de entrar a la UE.
En los primeros seis meses de 2017, el 25% de los menores atendidos por nuestros psicólogos en Serbia presentaron síntomas de ansiedad, depresión y reacciones agudas provocadas por el estrés. Síntomas todos ellos agravados por las condiciones precarias en las que viven, la violencia sufrida y la propia dureza del viaje.
A pesar de que hace más de un año del cierre de la ruta de los Balcanes y el acuerdo entre la UE y Turquía, que entró en vigor en marzo de 2016, Serbia continúa siendo lugar de pasopara aquellos migrantes que proceden en su mayoría de Afganistán, Paquistán, Siria e Irak, países en conflicto o con un alto índice de violencia.
Desde las costas turcas tratan de llegar a Bulgaria y Serbia, y de ahí a Hungría y Croacia para alcanzar el noroeste y el centro de Europa.
Se estima que a fecha de junio de 2017, entre 8.000 y 10.000 personas permanecían en campamentos informales en los Balcanes esperando cruzar hacia la UE. La edad de los migrantes y refugiados oscila entre los 15 y los 25 años. En Serbia, más de la mitad de los que se han registrado en estos campos son menores, entre 2.500 y 4.500. De estos, 700 han iniciado el viaje solos o se han separado de sus padres.
Sin importar su edad, procedencia o las razones por las que emprendieron este camino son violentamente expulsados de las fronteras de la UE, una y otra vez. Un ciclo interminable de cruces de fronteras que ellos mismos han terminado por llamar ‘El Juego’. Los migrantes permanecen en campamentos improvisados y centros de detención donde son repetidamente agredidos, maltratados e invisibilizados por las políticas migratorias que los empujan hacia rutas cada vez más peligrosas. Hacia este violento ’juego’.
En el primer semestre de año, 78 refugiados y migrantes murieron en la ruta entre las costas de Turquía y las fronteras de Serbia con Croacia y Hungría. De ellos, 38 se ahogaron en el mar, 12 fallecieron en accidentes de tráfico, siete de ellos por hipotermia y cuatro se suicidaron. Sin embargo, se desconoce el número real de personas que han muerto cruzando los Balcanes.
Intentos de suicidio y autolesiones
Además, en el informe «Enfrentando una emergencia de salud mental en Samos y Lesbos» alertamos de la situación de los migrantes y solicitantes de asilo en estas islas griegas. Y es que la gravedad de las afecciones psicológicas de los pacientes ha desbordado la capacidad de nuestros servicios en salud mental en Samos y Lesbos.
Durante el pasado verano, llegaron a nuestra clínica en Lesbos un promedio de seis a siete nuevos pacientes por semana. Los migrantes y solicitantes de asilo acudieron principalmente tras intentos de suicidio, incidentes de automutilación o episodios psicóticos. Las consultas aumentaron un 50% respecto al trimestre anterior.
Una de las principales causas de estas afecciones es la violencia que migrantes y refugiados sufren durante el viaje a Europa y también una vez que han entrado en Grecia, así como las lamentables condiciones de vida en los asentamientos.
Según una encuesta que realizamos a finales de 2016 y principios de 2017 junto con Épicentre (nuestro centro de investigación en epidemiología y respuesta a enfermedades emergentes), la mitad de los migrantes consultados aseguró haber sufrido violencia en su paso por Turquía. Y cerca de uno de cada cuatro la sufrió en Grecia.
La encuesta refleja también que las personas que llegaron a Samos después del acuerdo entre la UE y Turquía denunció haber sufrido más violencia en Turquía y Grecia que los que llegaron antes del pacto. Entre el 50% y el 70% de las agresiones se atribuyen a las autoridades estatales.
“Estas personas han sobrevivido a bombardeos, episodios de extrema violencia y eventos traumáticos en sus países de origen o en su tránsito a Europa”, explica nuestra coordinadora de salud mental en Samos, Jayne Grimes. “Es vergonzoso que lo que están encontrado en estas islas de Grecia les está llevando a la desesperación y a episodios de autolesión. Cada día, nuestros equipos tratan a pacientes que les dicen que preferirían haber muerto en sus países que estara atrapados aquí».
Por todo esto, pedimos a las autoridades griegas que trasladen de inmediato a los solicitantes de asilo a Grecia continental y aumenten la atención psiquiátrica para los migrantes y solicitantes de asilo. «Trasladar a estas personas al continente es un imperativo humanitario», recalca Louise Roland-Gosselin, nuestra responsable de incidencia política en Grecia. «Las autoridades europeas y griegas son responsables del sufrimiento y a extrema vulnerabilidad de estas personas”.