Las crecientes y desatendidas necesidades sanitarias de las poblaciones más vulnerables de Brasil, así como su evidente desprotección frente a la amenaza del COVID-19, hicieron que en este 2020 pusiéramos en marcha la mayor operación jamás llevada a cabo por nuestra organización en el país.
Sin embargo, nuestra primera experiencia de terreno en Brasil se remonta a principios de la década de 1990, cuando enviamos varios equipos a la región amazónica para combatir las epidemias que estaban causando estragos entre la población indígena.
En una de estas iniciativas, intervinimos para responder a una epidemia de malaria en el estado brasileño de Roraima, en el extremo norte del país; una operación que desde el principio se llevó a cabo en colaboración con las comunidades indígenas locales.
Llevamos decenas de microscopios para el diagnóstico de la malaria en laboratorios y formamos a cientos de personas de las comunidades en el uso de los mismos, además de capacitarles para que pudieran trabajar como personal de salud.
El resultado más inmediato fue una caída significativa en el número de casos y una disminución importante en el número de muertes. Y el resultado más a largo plazo sigue viéndose a día de hoy, mediante el trabajo de las entidades locales que continuaron lo que nosotros comenzamos y que, cuando nosotros nos fuimos a finales de esa misma década de los 90, siguieron haciendo un uso provechoso de los equipos que les dejamos. Y más importante aún: siguieron contando con aquellos recursos humanos que habían adquirido la formación necesaria para poder llevar a cabo su cometido.
Por aquel entonces, uno de los líderes indígenas que nos ayudó a realizar nuestro trabajo fue Jacir de Souza, una figura muy destacada entre los miembros de la etnia macuxi. Fue director del Consejo Indígena de Roraima y, aún hoy, sigue siendo reconocido por haber jugado un papel muy activo en las movilizaciones que sirvieron para que se demarcasen las tierras donde hoy se encuentra la reserva indígena Raposa Serra do Sol.
Más de 20 años después del exitoso cierre de nuestro proyecto en la región (“la emergencia literalmente terminó”, cuenta Jacir), los caminos de ambos se han cruzado de nuevo; esta vez con Jacir, que hoy tiene 72 años, como uno de nuestros pacientes.
Al principio, cuando comenzó a experimentar síntomas de COVID-19, Jacir admite que se mostró reacio a buscar ayuda en la capital, Boa Vista. Mucha gente estaba muriendo en los hospitales y eso le provocaba una gran desconfianza. Sin embargo, su estado no evolucionaba bien y finalmente decidió viajar a la ciudad para buscar atención médica.
Fue ingresado en un hospital de campaña construido especialmente por las autoridades locales para aliviar la carga que el COVID-19 estaba causando en el ya precario sistema de salud de Roraima. Y para su sorpresa, una vez allí, se encontró con que varios de los médicos y enfermeras de cuidados intensivos eran trabajadores de Médicos Sin Fronteras. Habían llegado allí para compartir toda su experiencia de terreno en otras epidemias, suplir la escasez de personal médico, y ayudar a que este centro pudiera ser capaz de absorber de manera correcta y eficaz el gran número de pacientes que llegaban hasta sus instalaciones.
Jacir tuvo que permanecer unos días en la UCI, pero felizmente logró recuperarse. Y a día de hoy, ya está de vuelta en casa, donde sigue tan activo como siempre. Lamentablemente, un hermano más joven, una tía y su suegra no corrieron la misma suerte que él; todos ellos perdieron la batalla contra este dichoso virus que en Brasil ya se ha cobrado la vida de 150.000 personas.
Nuestro proyecto en Roraima concluyó hace algunas semanas, así como el que iniciamos posteriormente en el estado de Mato Grosso del Sur, donde nuestros equipos trabajaron de nuevo para combatir el COVID-19 en las comunidades indígenas.
En ambos casos, al igual que lo hicimos hace más de 20 años, nuestro trabajo se desarrolló siempre con la participación activa de los integrantes de estas comunidades, pues en MSF estamos convencidos de que esta es la mejor manera de hacerlo. Y es que ya lo decía Jacir hace 25 años:
“Para trabajar con indígenas, tienes que hacerlo dentro de la comunidad”.
Algo que, por otra parte, sería aplicable a la práctica totalidad de los contextos donde desarrollamos nuestra actividad.
Vitória Ramos, especialista en asuntos humanitarios de MSF Brasil.