En febrero de 2020* se registró el primer caso de COVID-19 en América Latina. A partir de esa fecha, los casos se incrementaron exponencialmente en toda la región, a pesar de las restricciones y confinamiento. Diecinueve meses después, la situación de los países de la región sigue siendo preocupante debido, entre otros factores, a las características y condiciones de sus sistemas de salud. Y la vacunación contra el COVID-19, que presenta una solución para evitar el incremento de casos graves, avanza muy lentamente por lo que nuevas variantes del virus continúan apareciendo en la región, lo que ha complicado aún más la lucha contra la pandemia.
“La tercera ola de COVID-19 es la más agresiva en Bolivia”
Bolivia es un país que cuenta con algunos de los peores indicadores de salud de América Latina. El sistema de salud es frágil, la falta de infraestructura, suministros y personal sanitario adecuado era insuficiente antes de la pandemia y ahora, los problemas se han agudizado. La nación de 11 millones de habitantes lucha desde más de un año y medio contra el COVID-19 y hasta el momento, acumula casi medio millón** de infectados y casi 20.000 muertos, colocándose en el puesto número 50 de los países con mayor cantidad absoluta de infectados en el mundo.
El sistema de salud del país ya ha enfrentado tres olas de COVID-19, pero la tercera fue la peor. En efecto, los expertos y datos oficiales muestran que esta última ola fue más corta pero más agresiva. “En la primera, el incremento de casos fue relativamente lento con mayor proporción de adultos mayores. La segunda se caracterizó con mayor velocidad de contagio y sintomatología más severa. Y la tercera tiene características más complejas con potencial participación de la variante P-1 (antes conocida como brasileña), que es más agresiva y contagiosa” explica Jacobo Zuluaga, nuestro Referente Médico del Proyecto COVID-19 en Bolivia. “Y el sistema de salud, ya frágil, no pudo aguantar. Hablamos de hospitales colapsados, terapias intensivas saturadas y desesperación por la falta de oxígeno.”
En marzo de 2021, desde Médicos Sin Fronteras (MSF) lanzamos una intervención COVID-19 en Bolivia. Nuestras actividades consisten en la prevención y el control de infecciones en estructuras de salud, servicios de salud mental (para pacientes y personal del sistema de salud) y desarrollo de capacidades para los trabajadores de primera línea. Nuestros equipos también supervisaron el tratamiento de pacientes con médicos de Riberalta en la región de Beni. “Nuestro objetivo es apoyar al sistema de salud en la lucha contra la pandemia” añade Zuluaga. Ahora trabajamos en la región de Cochabamba, donde hay una alta incidencia de casos y un sistema de salud al borde del colapso, además de mínimo aporte en servicios de salud mental.
Ingrid Rocha, la jefa de enfermeras del hospital Andres Cuschieri del municipio de Colcapirhua, en el departamento de Cochabamba, agradece el apoyo que recibió de MSF en este último mes. “Nunca antes nos habían dado clases de autoestima y respiración”, refiriéndose a los talleres que el equipo de salud mental brinda al personal de salud. Ingrid también quedó encantada con la capacitación sobre limpieza y desinfección de superficies, utensilios y ropa. “A partir de esa capacitación recordamos muchas cosas y ahora hacemos lo correcto en el momento de limpiar el hospital y las donaciones que nos dieron las cuido mucho”, añade.
Pandemia e infodemia: combatir la desinformación
Otro componente de nuestra intervención en el país consiste en el desarrollo de actividades de promoción de la salud en varios distritos del país a través de la información sobre prácticas saludables y medidas preventivas que se deben adoptar para combatir el virus, promoviendo a su vez el compromiso y la participación de la comunidad para mitigar y combatir la pandemia. “La fragilidad del sistema de salud en la lucha contra el coronavirus es un problema”, explica Karen Zambrana, nuestra encargada de las actividades de promoción de la salud en Bolivia, “pero otro de los factores que influye en la situación y postura de la población frente al virus es la desinformación y confusión general sobre el COVID-19. La gente que encontramos dentro de nuestras actividades tiene muchas ganas de vivir, pero está perdida entre mitos, miedos y dudas sobre el COVID-19.”
Lidia es una de esas personas. “En la primera ola de COVID-19, toda la comunidad estaba aterrada”, explica. “Nadie quería decir que estaba enfermo porque no querían ir al hospital para que los internen, los aíslen y los dejen morir. Mi familia y yo nos enfermamos y nos curaron en casa, por el miedo”. Después de enfermar, Lidia empezó a buscar información sobre el COVID-19. Las charlas de promoción de la salud de MSF la convencieron de la importancia de esas actividades y desde hace un año, se volvió Líder de salud comunitaria. “La información nos puede curar y nos puede salvar la vida”.
El equipo de promoción de la salud sigue encontrando personas como Lidia, que todavía no tienen la información correcta sobre el virus. Desde el principio de nuestra intervención en el país, el equipo ha organizado más de 800 sesiones informativas sobre el COVID-19, para que la gente sea sensibilizada, orientada y acceda a información correcta sobre la enfermedad. “Las sesiones son muy importantes porque después de un año y medio de pandemia, muchas personas no saben qué creer o que hacer cuando tienen síntomas. Sumado a esto, día a día crecen los rumores sobre la vacuna y por esta razón la gente no acude a los puntos de vacunación.”
Los rumores sobre la vacuna, un desafío suplementario
La vacunación masiva contra el COVID-19 en Bolivia comenzó en enero de este año. Bolivia se trazó como meta vacunar a 7,4 millones de personas mayores de 18 años hasta octubre de 2021, y con ello alcanzar la llamada inmunidad de rebaño, pero hasta el momento únicamente el 32% de la población boliviana recibió las dos dosis de inmunización.
La vacuna también vino acompañada de mucha desinformación: por un lado, la población que tiene dudas de la efectividad de algunas vacunas, miedo a qué puede pasar después de la vacuna, y mitos inventados entre la población sobre transformaciones de personas en hombres lobos o imanes humanos entre otros. Por otra parte, el personal de salud maneja una información diferente sobre los cuidados que debe tener la persona después de la vacuna. “Lo cierto es que las redes sociales y los rumores han llenado a la población boliviana de desinformación, miedo y rechazo a la vacuna contra el COVID-19 y el personal de salud no ha escapado a esta situación” explica nuestra encargada de las actividades de promoción de la salud.
Pero poco a poco, Karen y su equipo ven los resultados de sus actividades. Al final de unas de sus sesiones, un hombre mayor llamado Don Máximo dice: “Yo sí quiero vacunarme, pero tengo acidez y cólico, además había escuchado muchas cosas malas… por ese motivo no me he estado haciendo vacunar, pero ustedes me han hablado… y yo confío en ustedes, ahora ya puedo vacunarme”. Todavía hay un camino largo por recorrer, sin embargo, esos testimonios dan esperanza y aliento al equipo y son buenas señales que sus actividades en Bolivia están dando frutos.
* El primer caso de COVID-19 en América Latina se reportó en San Pablo el 26 de febrero del 2020.
** Al 30 de agosto 2021, hay 490.467 infectados y 18.429 muertos.