Sergio Ferrer es un profesional financiero que está cerca de cumplir 10 años en Médicos Sin Fronteras. Según él, huyó de su carrera en el sector privado haciéndole caso a su cuerpo. Su trayectoria lo ha llevado por contextos como Sudán del Sur, RDC y Colombia. En este país asumió la coordinación del proyecto de atención en salud mental a víctimas de violencia y sobrevivientes de violencia sexual en Buenaventura, y tuvo a su cargo el cierre del mismo tras cinco años de intervención. En esta entrevista cuenta su experiencia y reflexiona sobre el paso de la organización por esta ciudad.
¿Cómo evalúa la situación actual de Buenaventura, sobre todo en lo relacionado con los factores de violencia que afectan a la población?
Buenaventura es una ciudad con aproximadamente 300.000 habitantes, por lo que es un tema complejo en el que confluyen múltiples factores. Desde mi perspectiva los ciclos de violencia continúan enfocados principalmente en los intereses de los diferentes grupos por controlar el tráfico de droga. A pesar de ser el puerto más importante sobre el Pacífico colombiano, la mayoría de su población ha estado históricamente excluida de los servicios básicos (salud, educación, vivienda, etc.) y a merced de las economías informales e ilegales. Estas dinámicas generan múltiples situaciones de violencia (amenazas, extorsiones, reclutamientos forzados, ajustes de cuentas, asesinatos, etc…) donde la población de los estratos más bajos es la más afectada. Ante esto, la atención en la salud mental cobra una importancia capital.
¿Cómo compara esta experiencia con la que ha vivido en los otros países donde ha estado con MSF?
Es difícil la comparación, en las misiones pasadas me he movido más dentro de contextos africanos (República Centroafricana, República Democrática del Congo y Sudán del Sur). Está claro que compartir la misma lengua facilita la comprensión del contexto colombiano y eso es un factor importante a la hora de superar los diferentes desafíos que se presentan. En mi experiencia anterior me centré más en actividades dentro de un entorno rural, en cambio Buenaventura es una ciudad que obliga a desarrollar un enfoque distinto para obtener los resultados. También hay que señalar que el desarrollo económico en Colombia es mucho mayor, pero también existe una gran desigualdad que en cierto sentido invisibiliza las necesidades de salud en las comunidades más vulnerables, dificultando su detección. Por ejemplo, realizamos una serie de evaluaciones en el Chocó, y me quedé atónito por la situación de gran aislamiento de la población, 1.300 kilómetros de costa sin acceso por carretera. Sólo este indicador abre todas las puertas de la imaginación de lo que puede estar sucediendo y con las consecuentes repercusiones hacia la población.
¿Cuáles son las afectaciones que causa la violencia en la salud mental de los habitantes de Buenaventura?
Podemos hablar de que las principales afectaciones serían: ansiedad, depresión, autolesión (incluido conductas suicidas). Una definición que me gusta y que engloba muchas cosas, es que los problemas de salud mental no nos permiten funcionar normalmente y pueden afectar muchos aspectos de nuestra vida. Se pueden manifestar por ejemplo en exceso de consumo de sustancias, cambios radicales de humor, desánimo, cansancio, hostilidad, etc. La violencia afecta la salud mental, y dicho desequilibrio puede generar en algunos casos aún más violencia. Se vuelve un ciclo sin fin, y de ahí la importancia del trabajo que desarrolló MSF durante cinco años en la ciudad.
¿En qué consiste el enfoque de intervención que aplicaron en Buenaventura para tratar de aliviar esta situación?
Hemos trabajado en dos vías esenciales: intervención clínica y psicosocial, las cuales se complementan. La intervención clínica trata de atender a todas aquellas personas que sufren algún tipo de afectación, y nuestras psicólogas atienden a los pacientes trabajando sus síntomas y asimismo dándoles sencillas herramientas para poder tratar su salud mental si se vuelven a encontrar en la misma situación en el futuro. Para esto hacemos dos tipos de aproximaciones, por teléfono (a través del #335) o presencial. En estos tiempos convulsos del COVID-19 está claro que la distancia física es nuestra nueva realidad, por eso la atención telefónica va a cobrar una importancia capital.
Por el lado psicosocial, ayudamos a la comunidad a detectar y fortalecer su capacidad de afrontamiento. Cada uno de nosotros tenemos una serie de mecanismos aprehendidos y nuestro equipo psicosocial lo que hace es identificar y trabajar los talentos para poder afrontar los primeros síntomas de afectaciones en salud mental, para que la necesidad de acudir a un profesional de salud mental sea siempre el último recurso. Para ello nos acercamos a la comunidad en los diferentes barrios y analizamos con ellos sus problemáticas en este aspecto para poder encontrar juntos las soluciones. Este acercamiento es esencial para que las personas se apropien del proceso y le den continuidad una vez tengamos que retirarnos.
Dentro de este orden de cosas. Es muy importante recordar que en todos estos procesos las verdaderas protagonistas son las personas, los pacientes y la comunidad, no el terapeuta.
Después de cinco años en Buenaventura, ¿cuáles cree que son los principales logros que deja esta intervención de MSF?
Podemos encontrar múltiples logros, pero yo me quedo con uno: hemos sido un factor muy importante para promover en la población de Buenaventura que una salud mental equilibrada es esencial para el bienestar. Actualmente hay menos estigmatización de la población hacia la atención en salud mental, la demanda de la misma ha hecho aumentar la oferta pública en psicología, pasando de 10 profesionales en salud mental en 2015 a casi 70 en 2020.
¿Cómo ha sido el proceso del cierre, qué retroalimentación han recibido por parte de la comunidad y de los otros actores?
Los cierres nunca son fáciles. Esta vez hemos recibido desde la misma comunidad múltiples muestras de agradecimiento, y también de tristeza, pero no de incomprensión. Hemos sido muy cuidadosos en la comunicación, hemos contactado telefónicamente con más de 300 actores de distintos niveles y procedencias (autoridades públicas, ONGs, líderes comunitarios…). MSF es una organización de emergencias, sus proyectos son por tiempo limitado y terminan cuando las necesidades se reducen y/o las capacidades también aumentan, como ha sido el caso. Desde otra visión, a veces digo que nuestra partida debe ser tomada como una buena noticia, ya que MSF actúa en sitios donde la situación en salud es muy grave, y después de 5 años podemos afirmar que ya no es así.
¿Cómo va a funcionar ahora el #335?
Cuando se decidió el cierre hicimos un acercamiento con el alcalde de Buenaventura, que derivó en conversaciones con la Secretaría de Salud para desarrollar una articulación entre ellos y MSF. Tras las experiencias que tuvimos durante el COVID-19 nos dimos cuenta de que la atención telefónica iba a cobrar una gran importancia. Así se ofreció conservar el #335 como elemento de referencia de la población de Buenaventura para tener acceso a una salud mental de calidad. El #335, operado por la ESE Luis Ablanque de la Plata, va a tener los mismos servicios en salud mental que ofrecíamos en su momento, obviamente integrado dentro del esquema de funcionamiento del sistema en salud público de salud colombiano. Esto no habría sido posible sin la hospitalidad de la comunidad con MSF y sin la decisión de la institucionalidad de acoger este reto de enorme responsabilidad. Esperamos que esta importancia que se le ha dado a la salud mental perdure en el tiempo y que se sigan mejorando las respuestas en todos los niveles frente a este tema fundamental.