Por muchas razones, Cindy Morales y Pamela Ruiz parecen extranjeras en su propia tierra. Pese a que ambas nacieron en Ciudad de Guatemala, la capital del país, estas psicólogas clínicas han sentido que son tratadas como foráneas por la población de Tecún Umán. Desde que llegaron en noviembre de 2021 para formar el equipo de salud mental del proyecto para personas en movimiento de nuestra organización en esta ciudad fronteriza con México, ellas han enfrentado la dificultad de insertarse en una sociedad conservadora y hermética que en el primer momento guarda distancia de quienes no pertenecen a ella.
Pese a esta sensación inicial de hostilidad, ambas han ido ganando confianza y hoy en día sienten satisfacción por los primeros resultados del trabajo que han venido a desempeñar en Tecún Umán. Ya sea en el centro de retornados o en la terminal de autobuses de la ciudad, ellas se acercan a la realidad de las personas migrantes que se dirigen hacia Estados Unidos, y también a la de quienes están de regreso a sus países de origen tras ser detenidas, confinadas en deplorables estaciones migratorias y deportadas en autobuses como consecuencia de las políticas y prácticas disuasivas de la migración de México y Estados Unidos.
Cada día, en los breves momentos en que las personas hacen un alto en su camino y asisten a nuestros puntos de atención, Cindy y Pamela escuchan historias de violencia, de pérdida y de sufrimiento. Pero también les cuentan sobre las luchas, los sueños y las expectativas que las alientan para seguir en movimiento. Conozcamos su experiencia en la siguiente entrevista:
¿Cómo es la atención en salud mental de nuestra organización en Tecún Umán?
Pamela: – Es un reto porque no tenemos mucho tiempo para atender a las personas. Vienen con mucha prisa y obviamente no quieren estar acá, entonces se trata de entrar a dar terapia sin que se den cuenta que estás dando terapia. Realizamos una intervención muy breve centrada en las soluciones que las personas necesitan, brindamos información sobre las instituciones que están alrededor, que se puedan comunicar con sus familias, les damos un poco de agua, que se laven las manos.
«A veces mientras están en consulta médica aprovechamos para aplicar técnicas de contención emocional y enseñar técnicas de regulación. Esto quiere decir, por ejemplo, proponerles lo más básico, que es una respiración profunda. Como en Guatemala hay poca cultura de salud mental, también nos funciona explicarles que tienen con quién contar en caso de que lo lleguen a necesitar».
¿Cómo reciben las personas la oferta de servicios en salud mental?
Cindy: – Usualmente es mejor recibida si la médica o la enfermera nos presentan como “la compañera de salud mental” en lugar de “la compañera psicóloga”. A veces ya han empezado a hablar conmigo y cuando les digo que soy psicóloga, me dicen que no sabían. Siempre hay algún impacto por el tabú de la psicología, la clave es acercarse y decirles “si estás pasando por estas situaciones, yo te puedo ayudar”. Eso ha sido fundamental para que las personas reflexionen y digan: “sí, eso me está pasando, me está afectando, por favor apóyame”. A pesar de que en un primer momento pensaba que iba a ser muy difícil que aceptaran el apoyo, sí me he sorprendido porque me encontrado con personas que incluso lo piden, que saben que les ha tocado enfrentar cosas muy difíciles en la ruta y expresan abiertamente que necesitan hablar con nosotras.
¿Cuáles son las principales afectaciones en salud mental que están viendo en las personas que atienden?
Pamela: – Vemos mucho estrés agudo, ansiedad, duelo por separación, depresión, sobre todo en las personas que regresan deportadas. Las personas migrantes dejan su casa, cultura, país, familia para buscar una vida mejor. Para quienes retornan y no tienen posibilidades de volver a intentarlo es muy difícil desprenderse de esa esperanza que era la solución a muchos de sus problemas. No tenemos el tiempo necesario para hacer el diagnostico completo, pero hay cosas muy evidentes. Es muy posible que el estrés surja del hecho de que hay demasiados riesgos, grupos delictivos, secuestros, asaltos, violencia sexual, los peligrosos de subirse al tren, entre otras situaciones que enfrentan las personas migrantes en la ruta.
¿Qué historias las han impresionado en estos meses de trabajo?
Cindy: – El paso por la selva del Darién (frontera entre Colombia y Panamá) es un impacto muy fuerte para quienes vienen del sur. Es muy duro, miran cosas muy complicadas, es evidente que marca un antes y después en sus vidas. Esto no quiere decir que todas las personas vayan a tener un estrés postraumático o tengan que desarrollar por fuerza algún tipo de trastorno. Sin embargo, es muy probable que muchas sí lo desarrollen, sobre todo si tomas en cuenta que vienen de otra experiencia muy difícil al abandonar sus países. Para las personas retornadas, el impacto de estar encerradas en sitios de detención es muy fuerte. Nos cuentan que cuando las detuvieron se frustró su intento de salir adelante y que no se imaginaban que además iban a ser encarceladas en condiciones tan malas, con frío, suciedad, durmiendo en el suelo, con comida que siempre les cae mal.
Pamela: – Recuerdo el caso de una persona LGTBIQ, que al parecer sufría rechazo dentro de su comunidad. Entonces la migración no era solo por la situación económica, sino para huir de ese entorno hostil. En la consulta nos dijo que se había querido quitar la vida en varias ocasiones y ahora que le habían deportado a Guatemala estaba teniendo problemas para dormir, sufría demasiado, no se sentía bien consigo misma, que son síntomas depresivos. Logramos coordinar con el equipo médico para conseguir un medicamento antidepresivo y también le brindamos tratamiento psicológico en línea.
«Esa persona ya regresó a su comunidad, consiguió trabajo y nos cuenta que se ha sentido mejor. No ha tenido más ideaciones suicidas, ha logrado manejar la ansiedad y nos ha dicho que es en gran parte gracias al apoyo en salud mental que le hemos ofrecido».