Cuando el número de pacientes con COVID-19 comenzó a aumentar en marzo de 2020, Filipinas rápidamente implementó medidas estrictas de cuarentena comunitaria. Hasta julio de 2020, no ha habido transmisión local en la ciudad sureña de Marawi, lo que muestra cómo estas medidas parecen haber contribuido a contener el nuevo coronavirus.
Sin embargo, estas medidas también han afectado los medios de vida de los residentes de la ciudad, en particular los de las personas desplazadas que viven en Marawi y sus alrededores. Marawi es la única ciudad de Filipinas con una mayoría musulmana en un país principalmente católico.
«Desde el comienzo de la emergencia de salud pública, los residentes en Marawi llevaron a cabo las medidas de precaución muy estrictamente, con la esperanza de que la cuarentena comunitaria se levantara para cuando Ramadán se acercara», dice Chika Suefuji, coordinadora del proyecto Médicos Sin Fronteras (MSF) en Marawi. «Sin embargo, la cuarentena comunitaria continuó y las personas no podían ir a su mezquita, que es una de las prácticas más importantes durante el Ramadán».
“Es comprensible que algunas personas se enojaran al saber que tenían que realizar el Ramadán de manera diferente este año; algunos cuestionaron esta decisión, ya que solo se habían reportado pocos casos de contagios por COVID-19 en el área”, continúa Suefuji. “Discutimos esto con la comunidad y los líderes religiosos, explicando cómo se propaga el virus. Entendieron bien y emitieron una declaración pidiendo a las personas que sigan las medidas de seguridad”.
«Este enfoque ayudó a difundir información precisa y a convencer a un mayor número de personas a seguir las medidas», sigue Suefuji. «En general, las personas han respetado las órdenes sociales para proteger a sus familias y comunidades, y ha ayudado a contener el virus en la comunidad”.
El COVID-19, acompañada de una falta de acceso a agua potable y atención médica
Aunque la pandemia de COVID-19 hasta ahora no ha afectado severamente el área, ha agregado cargas adicionales a la gente de Marawi. Durante la cuarentena comunitaria, se suspendieron las consultas médicas en los centros de salud. La falta de acceso al agua potable se hizo particularmente difícil tras las recomendaciones presentadas para contener la propagación del virus.
Los pacientes que padecen enfermedades no transmisibles, como hipertensión o diabetes, son especialmente vulnerables al virus. Por eso, los equipos de MSF realizaron visitas domiciliarias para garantizar que los pacientes continuaran recibiendo sus medicamentos y para proporcionarles un folleto con información sobre el virus y sobre cómo protegerse a sí mismos y a sus familias.
Marawi, asediada, y luego en ruinas
La ciudad de Marawi fue sitiada en mayo de 2017 por un grupo relacionado con el grupo Estado Islámico, que intentó tomar el control de la ciudad, causando un conflicto entre el ejército y el grupo. El asedio duró cinco meses y forzó a unas 370.000 personas a huir de sus hogares.
Más de tres años después, hay partes de la ciudad que aún están en ruinas. Alrededor de 70.000 personas continúan viviendo en condiciones difíciles en refugios temporales y se estima que otras 50.000 viven en las casas de otros integrantes de sus familias. Todos tienen recuerdos vívidos del asedio. Ajibah Sumaleg, de treinta y cuatro años, recuerda cómo su familia tuvo que huir de su casa con solo unos días de aviso y regresó para encontrarla destruida cinco meses después.
Alrededor de 200.000 personas viven en Marawi, que se encuentra en la Región Autónoma Bangsamoro de Mindanao Musulmán (BARMM), en el sur de Filipinas. La región se encuentra actualmente en transición para aumentar su autonomía de Filipinas. Durante mucho tiempo ha luchado con los indicadores económicos y de salud más débiles del país y, desde el final del asedio en octubre de 2017, ha habido brotes de sarampión, dengue y poliomielitis.
Antes de 2017, la situación política en la región era inestable, con conflictos regulares entre varios grupos armados. Sin embargo, las personas esperan que los cambios políticos traigan estabilidad y prosperidad a largo plazo a la región.
Filipinas🇵🇭: las comunidades desplazadas en Marawi viven en medio del #COVID19 y la incertidumbre.
A tres años del conflicto armado que obligó a 370.000 personas a huir de sus hogares, la población se enfrenta a un futuro incierto.https://t.co/LSCur5HiND
— Médicos Sin Fronteras (@MSF_Colombia) July 29, 2020
Los desplazados viven en condiciones difíciles
Inicialmente, las personas desplazadas recibieron tiendas de campaña, hasta que se construyeron los centros de evacuación y los refugios temporales. Las últimas familias se mudaron de las tiendas a los refugios solo en enero de 2020. Sobaida Comadug, de 60 años, recuerda cómo murió su esposo de un ataque al corazón cuando la ciudad estaba asediada. Según ella, los refugios no son mucho mejores que las carpas.
«Nos dijeron que estos serían construidos para durar cinco años», dice Sobaida. “¿Crees que el gobierno construirá un refugio más duradero? ¡No!»
Ella ha pasado toda su vida en Marawi y nos describió los desafíos diarios que enfrentan las personas desplazadas.
El agua escasea y los refugios temporales están lejos de los mercados. La comida es costosa. Todos estos factores empujan a las personas a consumir comidas listas para comer, a la vez que los médicos recomiendan alimentos saludables para complementar el tratamiento de enfermedades no transmisibles. «Es más difícil cocinar comidas saludables«, dice Sobaida. «Estamos lejos de los vendedores de frutas y verduras, e incluso si pudiéramos llegar con ellos, no tenemos agua limpia para lavar los alimentos”.
El acceso limitado al agua potable crea dificultades. “Las condiciones de vida de las personas son preocupantes. El transporte por camión de agua salva vidas, pero es solo una medida temporal en lugar de una solución a largo plazo ”, dice Chika Suefuji. «Espero que se conozca la difícil situación de los desplazados internos en Marawi y Lanao del Sur y que esto conduzca a un futuro mejor para las personas”.
MSF mejora el acceso a la atención médica
Durante la cuarentena comunitaria que se realizó durante abril y mayo, las familias enfrentaron decisiones difíciles ya que la mayoría de las personas no podían trabajar. Las personas debían decidir si usar su dinero para la comida de la familia o la atención médica de un familiar enfermo. Incluso antes de la cuarentena, era difícil obtener atención médica después del asedio. Solo 15 de las 39 instalaciones médicas en Marawi y sus alrededores estaban en funcionamiento; los otros habían sido destruidos o no pudieron reabrir. MSF rehabilitó cuatro centros médicos después del asedio para apoyar a las comunidades en Marawi, y comenzó a proporcionar agua potable y servicios de salud mental.
Las enfermedades no transmisibles fueron responsables del 41,5 por ciento de las muertes en la región BARMM durante 2015. La hipertensión y la diabetes se encuentran entre las 10 enfermedades más prevalentes. Actualmente apoyamos tres centros médicos en el área, brindamos atención en salud mental, tratamos enfermedades no transmisibles, como hipertensión y diabetes, y proporcionamos medicamentos gratuitos.
«Es fundamental para la población de Marawi, especialmente para los pacientes que padecen enfermedades no transmisibles, que la propagación de COVID-19 se mantenga bajo control», dice Janoa Manganar, líder del equipo médico de MSF.
En Filipinas, las actividades de vigilancia y el rastreo de contactos relacionadas con el COVID-19 también se realizan a nivel comunitario. Hemos comenzado a capacitar equipos en los 72 distritos dentro de la ciudad de Marawi sobre cómo llevar a cabo la vigilancia y el rastreo de contactos, y cómo compartir información relacionada con la prevención del COVID-19, la cuarentena y la salud mental junto con las autoridades de salud locales.
Las personas que viven en Marawi se enfrentan a un futuro incierto. La rehabilitación del área en el centro de Marawi que fue destruida durante el asedio continúa siendo un desafío debido a la presencia de restos de guerra, como municiones sin explotar, entre otras razones.
Muchos todavía esperan que los cambios políticos traigan cambios positivos a sus futuros; pero la realidad es que, casi tres años después del final del asedio, muchas personas siguen desplazadas de sus hogares, viviendo en refugios temporales o en casas de familiares, sin saber cuánto tiempo durará esta situación.
El asedio y la pandemia aumentaron las preocupaciones de las personas en Marawi, explica Sarah Oranggaga, quien se vio obligada a mudarse con sus hermanos nuevamente después de tener que renunciar a su pequeña tienda en Marawi. «Estoy bien por ahora, y solo aceptamos cómo están las cosas y lentamente lo superaremos”, comenta.