Addis Abeba, 16 de marzo de 2021 – Médicos Sin Fronteras (MSF) denuncia que los hospitales y centros de salud de la región de Tigray, en Etiopía, han sido saqueados, vandalizados y destruidos en una serie de ataques deliberados y generalizados contra los servicios médicos. De las 106 instalaciones de salud visitadas por nuestros equipos entre mediados de diciembre y principios de marzo, casi el 70 por ciento habían sido saqueadas y más del 30 por ciento había sufrido daños; sólo el 13 por ciento funcionaba con normalidad.
Según han podido constatar nuestros equipos, en algunas instalaciones médicas de Tigray los saqueos continúan al día de hoy. Y si bien algunos de estos saqueos pueden considerarse actos de pillaje, en la mayoría de los casos las instalaciones médicas parecen haber sido objeto de actos de vandalismo deliberado con el objetivo de dejarlas fuera de funcionamiento. En muchos centros de salud, como en Debre Abay y May Kuhli en el noroeste, nuestros equipos encontraron el equipamiento médico destruido, puertas y ventanas rotas, y los medicamentos y expedientes médicos de los pacientes esparcidos por el suelo.
En el hospital de Adwa, en el centro de Tigray, el equipamiento médico fue destruido, incluidos los equipos de ultrasonido y los monitores. En la misma región, el centro de salud de Semema fue saqueado dos veces, presuntamente por los soldados, antes de ser incendiado, mientras que el centro de salud de Sebeya fue alcanzado por proyectiles, lo cual hizo que la sala de partos quedase destruida.
Hospitales ocupados por soldados
Una de cada cinco instalaciones médicas visitadas por los equipos de MSF ha sido ocupada por soldados. En algunos casos esta ocupación fue solamente temporal, mientras que otras instalaciones continúan ocupadas a día de hoy. En Mugulat, al este de Tigray, los soldados eritreos todavía utilizan el centro de salud como base. El hospital de Abiy Addi, que atiende a una población de medio millón de personas en el centro de Tigray, estuvo ocupado por las fuerzas etíopes hasta principios de marzo.
“El ejército utilizó el hospital de Abiy Addi como base militar y como lugar para tratar a sus soldados heridos”, afirma nuestra coordinadora de emergencias, Kate Nolan. “Durante más de cuatro meses, la población en general no pudo acceder al hospital. El único sitio al que podían acudir era al centro de salud de la ciudad, que no estaba equipado para brindar atención médica secundaria. Allí no se pueden hacer transfusiones de sangre, por ejemplo, ni tratar heridas de bala».
Ambulancias incautadas
En la actualidad, muy pocas instalaciones médicas de Tigray disponen de ambulancias, ya que la mayoría han sido incautadas por los grupos armados. Por ejemplo, en la ciudad de Adigrat y sus alrededores, en el este de Tigray, hombres armados se llevaron unas 20 ambulancias del hospital y de los centros de salud cercanos. Más tarde, nuestros equipos vieron algunos de estos vehículos siendo utilizados por soldados para transportar mercancías cerca de la frontera con Eritrea. Como resultado, el sistema de derivación en Tigray para el transporte de pacientes enfermos es casi inexistente y la gente tiene que viajar largas distancias, a veces caminando durante días, para llegar a los servicios de salud esenciales.
Muchas instalaciones médicas apenas disponen de personal médico. Otras ni siquiera tienen. Algunos han huido atemorizados y otros ya no van a trabajar porque llevan meses sin recibir sus salarios.
Impacto devastador en la población
“Los ataques a las instalaciones médicas de Tigray están teniendo un impacto devastador en la población”, dice nuestro director general, Oliver Behn.
“Las instalaciones y el personal sanitario tienen que tener garantizada su protección durante un conflicto armado, de conformidad con el derecho internacional humanitario. Y en Tigray esto es algo que claramente no está sucediendo».
Antes de que comenzara el conflicto, el pasado mes de noviembre de 2020, Tigray tenía uno de los mejores sistemas de salud en Etiopía, con puestos de salud en aldeas, centros de salud y hospitales en las ciudades, y un sistema de referencia muy funcional, con ambulancias que transportaban a los pacientes enfermos al hospital. Sin embargo, ahora este sistema de salud se ha derrumbado casi por completo.
En las zonas rurales de Tigray, varias personas han contado a nuestros equipos móviles que algunas mujeres murieron durante el parto al no poder llegar a un hospital debido a la falta de ambulancias, a la inseguridad de las carreteras y al toque de queda nocturno. Mientras tanto, en los campos de desplazados informales que se han ido estableciendo, muchas mujeres están dando a luz en condiciones de absoluta insalubridad.
En los últimos cuatro meses, muy pocas mujeres embarazadas han podido recibir atención prenatal o posnatal y la mayoría de los niños no han sido vacunados, lo que aumenta el riesgo de futuros brotes de enfermedades infecciosas. Los pacientes con enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión o VIH, así como los pacientes psiquiátricos, se han quedado sin los medicamentos que necesitan. Además, las sobrevivientes de violencia sexual a menudo no reciben ningún tipo de atención médica o psicológica.
“El sistema de salud debe reestablecerse lo antes posible”, afirma Behn. “Las instalaciones médicas deben repararse y empezar a recibir más suministros y ambulancias. El personal médico tiene que recibir de nuevo sus salarios y se les debe garantizar la oportunidad de trabajar en un entorno seguro. Es importante que todos los grupos armados respeten, protejan y garanticen la seguridad de las instalaciones médicas y del personal sanitario”.