Tras más de una década de conflicto armado, brotes de desnutrición severa, malaria, sarampión y cólera, aproximadamente 1.5 millones de desplazados internos en el estado de Borno, en el noreste de Nigeria, ahora se enfrentan a la posible llegada del COVID-19.
Muchos viven en campamentos superpoblados con instalaciones de agua y saneamiento deficientes, suministros limitados de elementos esenciales de higiene, como agua y jabón, y a menudo no hay espacio individual en absoluto.
El funcionamiento de la infraestructura de salud en Borno es escaso y la capacidad de derivar pacientes es extremadamente limitada. Con tantas personas ya vulnerables a los brotes de enfermedades, se debe mantener la asistencia humanitaria esencial; las instalaciones de agua y saneamiento deben mejorarse en los campamentos de desplazados internos; y los trabajadores de salud de primera línea de quienes dependerá la población deben tener acceso a equipos de protección personal.
Desde Médicos Sin Fronteras hemos estado trabajando en el estado de Borno desde 2014, y durante ese tiempo fuimos testigos de condiciones deplorables para los desplazados internos, muchos de los cuales ya padecen enfermedades endémicas de asentamientos superpoblados, como enfermedades transmitidas por el agua e infecciones del tracto respiratorio como la neumonía, que ha sido identificado como una amenaza significativa cuando se combina con el COVID-19.
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Mantener las operaciones que salvan vidas
El COVID-19 ha tenido un efecto devastador en los sistemas de salud, las economías y las poblaciones en todo el mundo y supone una amenaza considerable en Borno.
Sin embargo, aunque el COVID-19 no estuviese presente en Nigeria, la necesidad de asistencia humanitaria en Borno seguiría siendo masiva. En poco más de un mes empieza la estación lluviosa, trayendo con ella un pico en casos de malaria y desnutrición.
En Maiduguri, Ngala, Pulka y Gwoza, nuestros hospitales están en marcha 24 horas al día, los siete días de la semana, y durante la estación lluviosa van a estar todos llenos. Solo en 2019, nuestros equipos trataron a más de 10.000 pacientes por desnutrición en Borno, y más de 33.000 casos confirmados de malaria; más de 40.000 pacientes fueron admitidos en nuestras urgencias de MSF.
El efecto que el COVID-19 tendrá en nuestros pacientes no debe subestimarse: si al caos causado por la pandemia se le añade una disminución de la asistencia humanitaria, los resultados serán catastróficos.
MSF estamos extremadamente preocupados por la propagación del COVID-19 y el impacto potencialmente desastroso que tendrá sobre los más vulnerables. Mientras el virus se propaga en Nigeria, nuestra prioridad es mantener nuestras operaciones, que salvan miles de vidas cada año, y proteger a nuestros pacientes y nuestro personal.
Para hacerlo, nuestros equipos médicos y logísticos han reforzado los protocolos de prevención de infecciones, informado a las comunidades locales de cuáles son las mejores medidas de prevención contra el COVID-19, instalado puntos para el lavado de manos en comunidades locales, establecido zonas de aislamiento y adaptado nuestros procesos de triaje.
En un momento en que hay una demanda global de suministros médicos sin precedentes, obtener equipos de protección personal para el personal de salud supone un desafío considerable. Sin embargo, es un reto al que debemos enfrentarnos para proteger a los trabajadores médicos en primera línea y para continuar tratando a nuestros pacientes.
Agua limpia: un recurso precioso y limitado
En Pulka, donde dirigimos un hospital con actividades de divulgación, capacidad quirúrgica, atención materna y tratamiento para la violencia sexual y de género, la situación es grave.
Pulka es una población controlada por el ejército nigeriano. Ahora alberga a aproximadamente 63.000 personas, 78% de las cuales han sido desplazadas al menos una vez desde 2015.
27.000 personas que viven hacinadas en campamentos de desplazados internos en Pulka con acceso limitado a servicios básicos, que incluyen agua, alimentos y atención médica. Tanto en Pulka como en Gwoza (una ciudad vecina controlada también por el ejército), los campamentos de tránsito para los recién llegados están superpoblados; en Gwoza, la población del campamento de tránsito es el triple de la capacidad recomendada; y en Pulka, los refugios comunales albergan a personas durante meses o incluso años aunque están diseñados para ser una solución temporal para solo dos semanas.
En una evaluación reciente de agua y saneamiento, descubrimos que la provisión diaria de agua por persona en Pulka era de solo 11 litros, muy por debajo del requisito estándar humanitario de 20 litros, el mínimo requerido para la salud y la higiene. De estos 11 litros, solo una media de dos litros es clorado y seguro para beber. Cantidades tan bajas como 4,5 litros por persona también se han registrado en encuestas anteriores:
«Tienes que levantarte temprano si quieres obtener suficiente agua… Tengo siete hijos, y a veces el agua no es suficiente para que bebamos, a veces tenemos que pedirle agua potable a nuestros vecinos. Todos los días, las mujeres en el pozo se pelean por eso: sabemos que no habrá suficiente para todos.» – Ajia Adam, mujer desplazada que vive en Pulka
En Maiduguri, la capital del estado de Borno, el agua y el saneamiento no están en una situación mucho mejor. Entre 1999 y 2011, desde MSF respondimos siete veces a brotes de cólera en Maiduguri, y en 2018, más de 4.000 personas fueron diagnosticadas con cólera en 18 áreas del gobierno local en los estados de Borno, Adamawa y Yobe.
“En todos los campos de desplazados internos donde MSF tenemos operaciones en el estado de Borno, hay brechas en las instalaciones esenciales de agua y saneamiento, lo que exacerba la amenaza del COVID-19. Estas brechas, combinadas con los niveles de hacinamiento y los problemas de salud endémicos con la falta de la infraestructura de salud correspondiente, subrayan la vulnerabilidad de la población. No hay duda sobre el peligro que representa el COVID-19, sin embargo, una cosa que sabemos con certeza es que otras enfermedades y condiciones médicas no cederán. No podemos permitir que esta pandemia interrumpa la asistencia médica en otras áreas la prestación continua de servicios médicos en este momento es esencial y salvará vidas”. – Siham Hajaj, coordinadora general de MSF en la zona
El COVID-19 no es la única amenaza que enfrentan las personas en el estado de Borno, pero su presencia en Nigeria resalta la extrema vulnerabilidad de tantos que ya han sufrido los horrores de la guerra, las enfermedades y la desnutrición.
Para ellos, el distanciamiento social es un lujo y el lavado frecuente de manos disminuye un recurso precioso como el agua. Ante esta pandemia, la frágil infraestructura de salud de Borno es más clara que nunca. Es imperativo que se mantenga la asistencia humanitaria para esta población. Muchas vidas están en juego.