El Día Internacional de la Mujer se conmemora el 8 de marzo y fue reconocido por las Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1975.
Es una fecha esencial para reparar en la lucha feminista internacional para que se reconozca a las mujeres como sujetos con derechos; y reconocer su papel clave al interior de toda sociedad, comunidad y familia.
A raíz de nuestro trabajo alrededor del mundo, somos testigos diariamente de la situación de miles de mujeres que han tenido que abandonar sus hogares y proteger a sus hijos solas en contextos de conflicto y desplazamientos internos.
Mujeres que han sobrevivido a la violencia directa, a la pérdida de uno o más familiares a causa de la guerra, y que aun así, continúan mirando hacia adelante, haciéndole frente a un futuro lleno de incertidumbre.
El desafío de ser mujer en contextos de guerra
En escenarios de conflicto y guerra en todo el mundo, las mujeres están desempeñando funciones esenciales para atender las emergencias sanitarias de otras mujeres de sus comunidades, además de proporcionar importantes vínculos con la asistencia que prestamos.
Las necesidades sanitarias habituales de las mujeres no desaparecen cuando estalla un conflicto o estalla la guerra.
Por el contrario, se vuelven más críticas, ya que las mujeres luchan por obtener alimentos adecuados, agua potable o saneamiento básico; y pierden el acceso a la anticoncepción, la atención a la maternidad o la protección frente a las infecciones de transmisión sexual, y se ven cada vez más expuestas a incidentes de violencia sexual y de pareja.
Como resultado, las mujeres se enfrentan a una mayor probabilidad de enfermar o morir, razón por la cual necesitan servicios de salud dedicados e integrales y protección como una prioridad como parte de cualquier respuesta humanitaria.
En Chad, República Democrática del Congo y Territorios Palestinos Ocupados, y en muchos otros contextos de conflictos y guerras, a menudo solo podemos establecer y ampliar los servicios de salud para mujeres gracias a la contribución de las mujeres de las comunidades afectadas.
Ellas se convierten en el eje de la respuesta, compartiendo sus habilidades, su experiencia vivida, sus conocimientos locales y su solidaridad para permitir que más mujeres tengan acceso a atención médica y apoyo social, y eviten sufrir en silencio.
Miles de mujeres embarazadas no reciben atención sanitaria por meses
Khadija Yahia Adam* es una partera experimentada y una de las más de 600.000 refugiadas sudanesas que ahora intentan sobrevivir en Chad. La mayoría de las refugiadas del este de Chad prefieren dar a luz en casa, asistidas por parteras de la comunidad.
Para las mujeres embarazadas, que a menudo no han tenido acceso a la atención sanitaria durante meses, las condiciones de vida en los campos de refugiados ponen en peligro su vida y la de sus bebés por nacer.
En la misma línea, en un campo como el de Adré (departamento de Assoungha, en Chad) las parteras suelen carecer de las herramientas y las condiciones higiénicas necesarias, lo que agrava aún más los riesgos de las mujeres y sus hijos/as.
Mujeres que cuidan de otras mujeres: el trabajo crucial de las parteras
Khadija ha instalado una cama sencilla pero ordenada y una zona de consulta en su refugio de ramas tejidas. Un trozo de tela de colores en la entrada abierta mantiene la privacidad de la consulta. Examina metódicamente el estado de salud de la mujer y de su hijo o hijos por nacer, buscando factores de riesgo y señales de peligro.
«Si una embarazada tiene anemia, le aconsejo que coma sano», explica Khadija. «Aunque apenas tenga nada que comer, puede comer verduras, garbanzos con aceite y azúcar, lentejas. Este consejo es para mantener a salvo a la madre y al bebé. Quiero sensibilizar a las futuras mamás para que vengan. Sin información, no vendrán”.
Khadija Yahia Adam
Como parteras, voluntarias de salud comunitaria, mediadoras interculturales y en otras funciones, las mujeres ofrecen consuelo y asesoramiento confidencial, a veces en la intimidad de sus propios hogares.
Derivan a las mujeres a los servicios adecuados o participan directamente ellas mismas en:
- La provisión de atención anticonceptiva.
- La atención durante el embarazo y el posparto.
- La atención a la violencia sexual y el aborto seguro.
- El apoyo a la salud mental.
Desempeñan un papel vital concienciando sobre los problemas de salud de la mujer, reforzando el compromiso de la comunidad y reduciendo la estigmatización.
También pueden ayudar a las mujeres a adquirir los conocimientos y habilidades necesarios para gestionar parte de su propia atención sanitaria mediante el autocuidado, lo que les permite cuidar de sí mismas y de los demás.
Sobrevivir a la violencia sexual en República Democrática del Congo
Entre las muchas personas desplazadas debido al aumento del conflicto en el este de la República Democrática del Congo, voluntarias sanitarias como Henriette Mbitse ayudan a aumentar el acceso seguro y confidencial de los supervivientes a nuestro programa de atención a la violencia sexual en Kanyaruchinya.
Maman Henriette, como la llaman cariñosamente, era voluntaria de salud en su pueblo natal antes de huir con su familia.
«Empecé a sensibilizar a las mujeres de Kanyaruchinya sobre el acceso a la atención sanitaria y la violencia sexual con MSF. Las mujeres corren riesgos de varias maneras. [A veces] cuando las mujeres van al bosque a buscar leña las violan», explica.
«Nuestras condiciones de vida son difíciles… A veces, algunos hombres se despiertan en mitad de la noche, rasgan las láminas de plástico con una navaja y rompen las láminas cercanas para violar a las mujeres que viven solas, ese es el problema que tenemos.»
Henriette Mbitse
Otra de las promotoras sanitarias que dirige las vitales actividades de concientización es Délice Sezage Tulinabo, quien da charlas a la comunidad, dirige grupos de discusión y supervisa a voluntarios de salud comunitarios como Henriette.
Las acciones de estos miembros de la comunidad demuestran su propia resiliencia ante el hecho de haber huido del conflicto y haber sido desplazados; de haber sobrevivido a la violencia directa; de haber sufrido la pérdida de un familiar o más; de ser las cabezas de familia con hijos a los que cuidar y proteger; y, a menudo, de mirar hacia un futuro lleno de incertidumbre.
Ser madre en Palestina
Noura Arafat, compañera y una de nuestras mediadoras interculturales, ha vivido toda su vida en Nablus, en Cisjordania. Desde la guerra de Gaza, la situación en toda Cisjordania ocupada, incluida Nablús, no ha dejado de empeorar, con mayores restricciones de circulación y más violencia por parte de colonos y fuerzas israelíes.
El duelo es uno de los muchos retos a los que se enfrentan las mujeres. Noura ayuda a las mujeres de su comunidad a acceder al apoyo de nuestro programa de salud mental para sobrellevar la situación y encontrar esperanza en la vida.
Para Noura, que tiene seis hermanos y una comunidad muy unida, la vida familiar es muy importante. Le gusta relacionarse, ir de excursión y hacer picnics con amigos y familiares.
Pero últimamente no se aventuran más allá de la ciudad de Nablus.
«No nos sentimos seguros, sobre todo últimamente, con el elevado número de puestos de control alrededor de la ciudad. Intentamos estar dentro de la ciudad todo lo que podemos».
«Las mujeres en Palestina en general y en Nablus, tienen todo tipo de retos. Casi todos los días perdemos a un palestino. Por eso trabajamos a diario con las madres. Sufren la pérdida de sus hijos, sus maridos, sus niños, lo que es realmente triste. Y a veces es un duelo de por vida que no tiene solución«.
Noura Arafat
A pesar de ello, en Nablús hay pocos servicios de salud mental aparte de los de que brindamos.
En su trabajo, Noura siempre se ha centrado en capacitar a las mujeres. Ahora, como mediadora intercultural, facilita las sesiones de psicoterapia entre nuestros pacientes y nuestro personal de psicología interpretando y mediando. También informa sobre la situación en Palestina, la cultura, la historia, los antecedentes y los aspectos únicos de la comunidad.
«Cuando vemos a las mujeres cada día, hablan de sus vidas, sus dificultades, sus ambiciones. Estas mujeres conocen sus puntos fuertes. Saben cómo continuar sus vidas. Saben cómo hacer frente a las dificultades porque, ya se sabe, estos traumas y dificultades son continuos. Pero intentamos darles los medios y las habilidades para ser más resistentes, para sobrellevarlas y para encontrar esperanza en la vida, lo que es realmente muy especial para mi corazón.»
«Esperamos… vivir en paz con nuestra familia sin tener estas preocupaciones cada día de perder a alguien, perder algo. Esta pérdida, preocupación e inquietud se nos mete en la cabeza todo el tiempo».
Noura Arafat
Hasta que llegue ese momento, Noura sigue trabajando para ayudar a las mujeres de su querida comunidad a acceder a los servicios de apoyo psicológico que necesitan.
*Los nombres se han cambiado para proteger su privacidad.