Perú tiene la mayor tasa de mortalidad de COVID-19 en todo el mundo, de acuerdo a una reciente revisión metodológica de sus cifras. La revelación se produce cuando el país experimenta una brecha importante en el acceso a las vacunas y todavía tiene unidades de cuidados intensivos saturdas, incluso cuando el número total de casos ha disminuido en las últimas semanas. Médicos Sin Fronteras (MSF) amplió su intervención con una nueva instalación en Cusco para ayudar a aliviar parte de la presión que recae sobre el tratamiento de los casos más críticos.
«El principal desafío hoy es ayudar a los pacientes que se encuentran en condiciones graves y críticas», dice Francesco Segoni, coordinador de emergencias en Perú. Casi no hay camas disponibles en las unidades de cuidados intensivos y, a menudo, están ocupadas durante largos períodos por pacientes COVID-19 que están en estado grave. Estos dos elementos se combinan para crear un cuello de botella«, dice Segoni. “Los suministros de oxígeno son insuficientes y una gran preocupación es que la tasa de vacunación sigue siendo muy baja, dejando a las personas expuestas y al sistema de salud bajo presión».
El 31 de mayo de 2021, el Ministerio de Salud peruano revisó la cifra de muertes por COVID-19 desde el inicio del brote, siguiendo las indicaciones de un grupo de trabajo del gobierno que se desempeñó durante semanas para verificar el cálculo. Actualmente, el número total de muertes a causa de la enfermedad es superior a 180.000, es decir, 2,5 veces más que el recuento anterior (69.300). Perú registra ahora el mayor número de muertes por COVID-19 en el mundo por cada millón de personas y se ubica como el quinto país con más muertes en términos absolutos.
En cuanto a la vacunación, al día de hoy solo el 11% de la población peruana ha recibido la primera dosis y menos del 4% está completamente vacunada. A pesar de esto, las autoridades de salud peruanas se esfuerzan por reducir la brecha. “Con la presencia de múltiples variantes y las insuficientes capacidades de testeo que llevan a una detección lenta de los casos, nos preocupa que mientras las personas continúen desprotegidas, la curva pueda comenzar a ascender nuevamente”, explica Segoni.
Con una tasa de ocupación de camas del 100% en las unidades de cuidados intensivos de todo el país, la presión sigue siendo muy alta. El personal médico trabaja a máxima capacidad y los recursos son insuficientes para satisfacer las necesidades. En mayo, MSF abrió su segundo proyecto COVID-19 en la ciudad de Cusco, para brindar tratamiento a pacientes que se encuentran en condiciones críticas y necesitan oxígeno de “alto flujo”, y con el objetivo de aliviar en parte la carga que recae sobre la unidad de cuidados intensivos del hospital Antonio Lorena. En las dos primeras semanas de la intervención, fueron admitidos 17 pacientes.
Nuestra intervención en Cusco se suma al trabajo que está realizando la organización en Huacho, a unos 140 km al norte de Lima, donde nuestros equipos colaboran con la unidad de cuidados intensivos del Hospital Regional. Los equipos de MSF también están tratando a los pacientes que necesitan oxígeno en una instalación dedicada y están trabajando en la comunidad y en los centros de salud locales para mejorar los exámenes de detección y las derivaciones. Más de 140 pacientes han sido admitidos en el centro de 32 camas de aislamiento y oxigenación de alto flujo, y se han atendido más de 2.000 consultas en los 4 centros de salud apoyados por MSF para facilitar el triaje. Los equipos móviles, que han proporcionado atención domiciliaria cada semana a unas 120 personas, también han vacunado a más de 1000 personas con la primera dosis.