Se llamaba Tahera. Sus padres la habían llevado el día anterior al hospital regional de Herat apoyado por MSF, con un sarpullido que se extendía por su pequeño cuerpo. Después de ser evaluada por nuestro equipo médico, la ingresaron en nuestra unidad de cuidados intensivos de sarampión donde ya teníamos alrededor de 50 pacientes, aunque, en teoría, tenemos espacio solo para 20.
Además del sarampión, pudimos observar que Tahera estaba desnutrida y que le costaba respirar. También estaba empeorando.
Como estábamos preocupados por su estado, la llevamos rápidamente a la “zona roja”, donde llevamos a los pacientes que necesitan atención vital inmediata. Al sostenerla, se podía sentir su agotamiento.
Todos habíamos visto esto antes, con muchísima frecuencia, varias veces al día. Cuando el cuerpo de un niño se queda sin energía, se queda fuera de combate. A veces no importa lo que hacemos; perdemos a los pacientes. Y con el sarampión hemos perdido a muchos. En promedio, dos por día.
Cuando la colocamos en la cama, pudimos ver cómo su cuerpo se esforzaba para respirar, usando cada músculo para hacer entrar y salir el aire de los pulmones. A pesar de sus esfuerzos, los ojos se le cerraban y el cuerpo comenzó a rendirse.
Hacíamos todo lo que podíamos. Le dábamos oxígeno para ayudarla a respirar. A pesar de esto, podíamos ver que los niveles de oxígeno disminuían de manera peligrosa. La saturación de oxígeno de una persona sana es superior al 95%. El valor de ella es mucho menor. E independientemente de lo que hiciéramos, seguía bajando. Era de 30%, 28%, 22%.
Su piel comenzó a ponerse azul. Con una sensación de impotencia, todo el equipo pensaba frenéticamente qué más podíamos hacer. Todas las opciones de atención estándar nos fallaban. Cuando estábamos a punto de perder a esta pequeñísima niña, surgió una idea.
Cuando un recién nacido no respira bien, se lo puede colocar boca abajo, en lo que se denomina posición de “decúbito prono”. Esto puede mejorar el funcionamiento de los pulmones. Es algo que también se ha usado en Afganistán para los adultos con COVID-19, pero nunca para los niños pequeños. Pero era nuestra última opción.
Entonces, con un equipo completo de enfermeros y médicos que la observaban, decidimos intentarlo. Enrollamos una pequeña manta que tenía la madre y con cuidado dimos vuelta a la bebé. Luego, la recostamos en la parte superior, boca abajo, con la cara cautelosamente volteada hacia un lado.
A los bebés no suele gustarles esta posición; por eso, sabíamos que teníamos que minimizar sus niveles de estrés manteniéndola tan tranquila como fuera posible. Su madre había estado viendo todo, con extrema preocupación, y le pedimos que se acerque y le hable a la bebé, para acariciarle el cabello, para darle un dedo para agarrar.
En los siguientes cinco minutos, miramos con ansiedad los números en el monitor de oxígeno de Tahera.
Gradualmente comenzaron a elevarse.
Aumentaron de 22% a 89, 91, 92%. Y se mantuvieron allí, posados cerca del 90%. Eran casi normales.
Se podía ver el alivio en el rostro de la madre y en el equipo. Habíamos vencido los obstáculos esta vez. Teníamos que darnos vuelta y decirle a una madre que iba a estar todo bien.
El sarampión es una de las enfermedades más contagiosas del mundo. También es una de las que se puede prevenir más fácilmente: con una vacuna segura y eficaz. Pero debido a la crisis en Afganistán, hay muchos niños que no están vacunados. Los años de guerra y conflicto han debilitado los servicios de salud de Afganistán. Por muchos años, los equipos de vacunación se esforzaron para cubrir a los niños con muchas vacunaciones de rutina, incluidas las del sarampión.
Este año, todo Afganistán, no solo nuestro proyecto en Herat, ha presenciado un enorme aumento en los casos de sarampión. En Herat, actualmente vemos más de 200 casos a la semana, en su mayoría niños menores de 5 años (el 60% de los cuales deben ser ingresados y necesitan atención adicional).
La solución es muy simple: una campaña de vacunación en todo el país cortaría la cadena de transmisión. Sin embargo, a causa de los acontecimientos de agosto de 2021, las sanciones han hecho que se interrumpiera el apoyo a Afganistán, incluida la importación de vacunas contra el sarampión. Como resultado, en medio de un brote, no hay vacunas suficientes para todos.
Hasta que todos los niños estén vacunados, seguiremos viendo llegar a nuestro hospital niños como Tahera.
En los últimos meses, estuvimos ocupados. En respuesta al brote de sarampión, acabamos de inaugurar otra sala de 60 camas exclusiva para los pacientes con sarampión. Tres días después de la apertura, ya habíamos ingresado a 112 pacientes, y los niños a menudo compartían las camas debido a la falta de espacio.
Tras los esfuerzos de incidencia política de nuestro equipo en Herat y Kabul, finalmente se proporcionaron suficientes vacunas contra el sarampión para vacunar en la ciudad de Herat, de donde proviene la mayoría de nuestros pacientes.
Aunque esto salvará vidas en la ciudad de Herat, sabemos que las otras comunidades no tendrán tanta suerte. Y a menudo pensamos en los lugares donde MSF no está presente, y donde la situación casi seguramente es peor.
Por ahora, disfrutamos el éxito que logramos.