La grave situación en la frontera norte de México
En Piedras Negras y Ciudad Acuña los albergues están cerrados y las personas no tienen acceso a condiciones mínimas de refugio. En Nuevo Laredo, un equipo móvil de nuestra organización ha estado brindando asistencia humanitaria a la población haitiana y centroamericana, así como a desplazados internos que huyen de la violencia en diferentes partes de México. Allí han identificado que más de 3.000 personas permanecen en albergues y refugios improvisados sin las condiciones adecuadas.
“La mayoría son familias con niños pequeños que duermen en el piso, expuestos a las lluvias y a elevadas temperaturas. En los últimos días ha disminuido el número de personas migrantes y solicitantes de asilo que se encontraba en este punto de la frontera. Sin embargo, los 10 refugios de la ciudad se encuentran en su máxima capacidad y cientos de personas siguen llegando. Muchos de ellos son espacios improvisados que carecen de servicios básicos, colchonetas, comida, agua potable, techo, baños, duchas y un adecuado manejo de desechos”, afirma Pavel Goytia responsable de nuestro equipo médico en Nuevo Laredo.
“Tengo una semana aquí en Nuevo Laredo. La situación aquí es muy mala, yo no tengo dinero para comprar nada de comer ni donde quedarme a dormir. Ha estado lloviendo, en el refugio donde nos quedamos hay mucha agua, estoy durmiendo en el piso, eso es complicado para mí y para mis enfermedades. Me pongo a llorar porque tengo dolores y me siento muy mal, a veces me quiero morir”, comenta Esaia Jorince, un joven haitiano de 27 años que huyo hace tres años de Haití porque asesinaron a toda su mi familia. Aunque radicó un tiempo en Brasil, tuvo que salir de allí por falta de trabajo y hoy se encuentra en la frontera con la esperanza de conseguir asilo en los Estados Unidos.
El panorama es similar en Reynosa. El desalojo de los últimos habitantes que quedaban en la Plaza de la República a comienzos de mayo, el paso a cuentagotas de personas hacia Estados Unidos por medio de las gestiones de abogados privados y la consecuente llegada cada día de cientos de migrantes más buscando acceder también a esta oportunidad mantienen colapsada la de por sí escasa capacidad existente en la ciudad para atender a esta población.
“El número de personas migrantes en la ciudad aumentó en las últimas semanas y hay una gran carencia de servicios de alojamiento, alimentación y salud para atenderlas. Mientras las expulsiones desde Estados Unidos continúan, cientos de personas llegan con el objetivo de acceder a un apoyo legal para su ingreso y deciden quedarse a esperar en la ciudad. Pero ya no hay espacio en los albergues y muchas personas están viviendo en la calle soportando temperaturas muy elevadas. Nuestras consultas médicas a mujeres embarazadas y a menores de cinco años se han triplicado en las últimas semanas”, explica Anayeli Flores, nuestra oficial de asuntos humanitarios en Reynosa.
© MSF/Anayeli Flores.
Vivir en estas condiciones tiene un impacto negativo en la salud física y mental de las personas migrantes y solicitantes de asilo. En las consultas médicas y psicológicas que ofrecen nuestros equipos, hemos detectado que las principales condiciones están relacionadas con afectaciones del sistema musculoesquelético, enfermedades gastrointestinales, cuadros respiratorios, infecciones urinarias, ginecológicas, en la piel y descompensaciones por padecimientos crónico-degenerativos. En cuanto a salud mental, prevalecen los síntomas relacionados al desorden de estrés postraumático, ansiedad, duelo o pérdida y depresión.
Además del impacto del desplazamiento, las duras condiciones del viaje y de la estadía, la población en movimiento se ve expuesta a los altos niveles de violencia que afectan a estas ciudades fronterizas.
“Desde MSF, hacemos un llamado a las autoridades en todos los niveles y a otras organizaciones internacionales de asistencia humanitaria presentes en la región a redoblar esfuerzos que aseguren condiciones dignas para población migrante que se encuentra en la frontera norte. Nuestros equipos han observado que la situación continúa deteriorándose, todos los días siguen llegando miles de personas a la frontera con necesidades de protección y refugio, continúan las expulsiones bajo el Título 42 y las deportaciones masivas a sus lugares de origen donde sus vidas peligran. Es urgente ampliar las actividades humanitarias para evitar que empeore la salud y aliviar el sufrimiento de esta población que se encuentra en un estado muy vulnerable”, concluye Goytia.
Testimonio de José, migrante proveniente de Honduras
«Mi nombre es José Amílkar Medina, salí de Honduras el 16 de octubre de 2021. Hace varios meses andamos acá en México, pasamos por Tenosique, Ciudad de México y de ahí viajamos a Reynosa. Estamos esperando si nos aprueban el proceso legal de asilo, no hemos cruzado nunca a Estados Unidos, es la primera vez que estamos por estos lados.
Llevamos 22 días en este albergue de Reynosa con mi esposa, con mi hija y mi padre de 74 años. Estamos preocupados porque nos han dicho que nos van a separar de él, lo han puesto aparte y él es una persona que tiene problemas de tensión, de oído y en la vista, yo soy el que me encargo de cuidarlo. En este tiempo hemos estado enfermos, con gripa y a veces diarrea por la comida. Estamos durmiendo en el piso, nos dieron una carpa y unos cartones para no sentir mucho el frío. No hemos podido conseguir colchonetas para no sentir tanto la piedra del piso. En la noche el calor nos molesta mucho, nos toca abrir la carpa y ahí se mete el sereno y eso es lo que nos da gripa.
La otra noche escuchamos balazos muy cerca al albergue, sentimos desesperación porque no sabíamos lo que estaba pasando, todos nos fuimos a esconder al baño por el miedo de una bala perdida. Venimos huyendo de las balas en mi país, no pensamos que aquí también fuera así y se siente bastante susto. Había muchas personas afuera del albergue y las metieron rápidamente para resguardarse. Hubo mucho caos y miedo. No supimos qué fue lo que pasó».
Testiminio de Yaneth, migrante proveniente de Honduras
«Soy Yaneth, tengo 20 años, las pandillas amenazaron de muerte a mi esposo por un negocio que teníamos, nos tenían vigilados, sabían dónde vivíamos, yo estaba embarazada, nos dio miedo que se metieran con nosotros y tuvimos que salir de Honduras. Entré a México en enero de 2021, ha sido muy difícil, personas de migración mexicana nos robaron. Cuando pude cruzar a Estados Unidos iba sola porque solo pudimos pagar mi cruce, ya iba de cinco meses de embarazo.
Del otro lado me detuvieron, nunca me dijeron si estaba bien, sólo me dieron una botellita de agua en casi 12 horas, nunca me vio un doctor, no me dieron nada de información, yo preguntaba y solo me decían que me sentara.
Crucé en la noche y al otro día me aventaron a Reynosa. Llamé a mi hermana, pero no nos pudo ayudar. Yo me desesperé, me sentía mal porque había aguantado hambre, sed, frío, lloré mucho, me dieron nervios porque yo sé que Reynosa es peligroso. En Reynosa pasé por algo horrible, he estado en psicología por eso. Cuando me aventaron a Reynosa, a mi me violaron. No les importó que estaba yo embarazada, eso me afectó mucho, afectó mi embarazo.
Busqué a mi esposo en Monterrey, yo me sentía muy mal de mi embarazo, mi parto se adelantó y mi bebé nació prematura, con muchos problemas de salud.
En el hospital me querían cobrar 220.000 pesos mexicanos (10.000 dólares), yo no podía pagar eso, pagábamos los medicamentos y tratamientos de mi bebé que estaba muy mal. No tenía cómo pagar esa deuda, me tuvo que ayudar ACNUR para que no me cobraran esa cantidad. Tuve mucho miedo de que mi bebé muriera, pero ahora ya está mejor.
Fue duro volver a Reynosa después de lo que me ocurrió. Vine porque nuestros amigos me hablaron de este refugio y me contactaron con la encargada. Ella entendió nuestra situación y nos dejó entrar para que estemos seguros, pero este dolor de lo que he vivido sigue presente, a veces quisiera dormir y no despertar, pero mi hija, mi mamá que sigue en Honduras, mis hermanos y mi esposo me ayudan a seguir«.