¿Cómo se cura un territorio herido?
Nos adentramos en el Alto Baudó junto a Fernanda Pineda para realizar un taller de fotografía para mediadoras interculturales y documentar junto a ellas la vida en el confinamiento. El resultado fue un espacio simbólico de sanación de territorios heridos por la violencia.
Las mujeres afro e indígenas, guardianas de sus comunidades y de la selva, afirman que la violencia enferma tanto a las personas como al territorio.
En Riografías del Baudó. ¿Cómo se cura un territorio herido?, siete curanderas y parteras ritualizan en torno a las heridas de su hogar, aplicando suturas con plantas medicinales y reconstruyendo con flores lo que la violencia ha quebrado.
Siendo la única organización humanitaria con presencia regular en Alto Baudó, llevamos un modelo de salud con enfoque étnico a 133 comunidades del municipio y somos testigos de una crisis que exige atención urgente, integral y efectiva.
En la selva se vive con miedo. Miedo a encontrarse a los grupos armados, miedo a ser reclutado o enfrentarse al estallido de una mina. Miedo a saber que si esto pasa les tomará hasta 15 horas encontrar un centro de salud y que serán dos o tres días hasta llegar a un hospital si la herida es grave y se necesita atención de mayor nivel.
Foto: ©Yazury Dumaza
Teolinda Castro, Mojaudó
En la escuela de Mojaudó hubo un enfrentamiento que dejó las paredes y el techo agujereados.
“La planta de resucito sirve para curar el dolor. Si mi niño me dice 'Ay, mama, me duele la cabeza' yo voy y cojo el resucito y le baño la cabecita.
El día que pasó lo de la escuela yo me metí debajo de la cama porque pensé: ¿Será que me voy a morir? Si se me sube la presión, aquí me muero, entonces me quedé quietica.
Mojaudó está enfermo de miedo. A veces cuando se cae un coco o alguna otra fruta en el techo nos queremos tirar al piso, pensamos que va a empezar de nuevo”.
Fotos: ©Fernanda Pineda
Carmen Fidela Mena, Chachajo
En la cancha de Chachajo han muerto sus líderes.
“Curandera es que donde haya un mordido de culebra lo busquen a uno y uno vaya donde esté ese enfermo y Dios lo ayude a uno a salvar esa persona.
Hace muchos años un doctor de Médicos Sin Fronteras me enseñó a suturar heridas. A veces no tengo los implementos que son: las agujas y el hilo, entonces me toca con lo que tengo, hilo negro y aguja de coser bien desinfectada. Y cuando no hay hilo de coser, lo hemos tenido que hacer con seda dental.
Chachajo está enfermo de temores. De eso sí estoy segura, porque aquí yo soy una que vivo con esa enfermedad. Yo no salgo de mi casa ni a hablar con una amiga, ni a sentarme en la casa ajena. Yo vivo aquí entre mi casa”.
Fotos: ©Fernanda Pineda
María Concepción Moreno, Chachajo
A María Concepción le asesinaron dos hijos.
“Nosotros acá vivimos de las hierbas. Muy pocos compramos una pastilla. Aquí a uno le faltan muchas cosas. Uno aquí no tiene acueducto. La energía está mala. El centro de salud está vacío ... nada de inyección, de esas cosas.
Hemos vivido muy duro en esta comunidad. Una vez nos tiraron a todos a la cancha… los peladitos y todos, ni uno podía quedarse en la casa, todos teníamos que estar allá… Luego la comunidad quedó sola. Todos nos desplazamos.
Curar con plantas es una tradición. Los viejos le van enseñando a los jóvenes y ellos a sus familias. Sabemos qué hierba sirve para qué”.
Fotos: ©Fernanda Pineda
Dilia, Puesto Indio
En Puesto Indio, un miembro de la guardia indígena huyó ante amenazas y fue asesinado. Los demás viven con temor.
“Fui ayudante de mi esposo que era Jaibaná. Con el aprendí el uso de las plantas y conocí a los espíritus.
Cuando nos desplazaron aquí no había Jaibana, mi esposo ya no estaba y mis hijos necesitaban medicina, ahí yo empecé a hacer mis prácticas y soy la primera mujer Jaibana de estas comunidades.
La violencia que hay por aquí nos persigue y nos enferma”.
Fotos: ©Fernanda Pineda
Rogelina Arce, Puesto Indio
En la calle principal de Puesto Indio, la comunidad impidió la entrada de un grupo armado. El grupo disparó al aire e hirió a dos personas.
“Casi todas las personas de esta comunidad somos desplazadas por el conflicto. Aquí construimos nuestra casita en la que viven muchas personas, mientras que allá está nuestra propia casa y mis herramientas para la partería. Como partera he tenido que ir y volver, ir y volver, siempre con miedo.
Aquí de todas maneras nos da miedo ir al monte, a veces preferimos aguantar hambre antes que ir al monte porque una mina nos pueda hacer daño.
Allá los grupos han destruido nuestras casas, nos botan la comida, nos dañan las parumas, rompen nuestras cosas y dejan todo tirado. Queremos retornar, pero tenemos miedo. El territorio está enfermo por el conflicto.”
Fotos: ©Fernanda Pineda
Margarita Rojas Mena, Mojaudó
“Curo el ojo, el mal de nación… tengo mis hierbas ahí en la azotea y las uso para todo.
Para cuando los niños tienen lombriz, para el dolor de estómago, para la gripa. Cuando hay heridas les pongo sus hierbas, y a veces me ha tocado hacer suturas.
Hace poco un puerco de los que yo crío, le cortó la cara a mi perro, al negrito, le abrió una herida grande y tocó que lo agarraran entre varios de las patas y lo tuvieran duro mientras yo le cerraba esa herida con hilo y aguja. Se la cerré y ahí le sanó, ya está mucho mejor.
Cuando pasó lo de la escuela, nos fuimos y ya y a los poquitos días volvimos. El maestro no da clase allá porque la escuela quedó toda rota de las balas”.
Foto: ©Fernanda Pineda
"Chachajo, Mojaudó y Puesto Indio son comunidades en donde las mujeres juegan un papel protagónico por su conocimiento de las plantas. Quisimos adentrarnos en ese territorio y, a través de entrevistas, identificar cuáles son esos espacios que han estado heridos por este conflicto armado y entrar en un espacio simbólico de sanación".
Fernanda Pineda
Leticia, Puesto Indio
“La experiencia de vivir un enfrentamiento armado... los niños corrían, se caían, las mamás se devolvieron a recoger a los niños. Eso para mi es la enfermedad del territorio, afecta nuestro cuerpo, porque nos toca irnos, salir de las casas, desplazarnos. La casa en donde vivo todavía tiene huecos en las esterillas por las balas.
“En mis manos han nacido más de 34 niños, me enseñó mi mamá que era la gran maestra, era Jaibaná. Este año he atendido tres partos. Es un riesgo que corremos nosotras como parteras porque tenemos que salir a cualquier hora a atender el parto.
La partería es salud. Tener el estómago lleno es salud.”
Fotos: ©Fernanda Pineda
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¿Cómo la comunidad se cura?
Mariza
"Pues animándonos. Dándonos ánimos unos a los otros. Que si el vecino necesita y yo tengo, yo le aporto. Que si tiene, digamos, miedo a andar y yo tengo la facilidad, el traigo el plátano y el arroz. Si tengo le doy al vecino, para que él se sienta bien, para que no se desespere. Ayudándonos a los otros, así es que hacemos aquí"
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Nadie debería vivir vulnerable entre el conflicto armado y el vacío institucional.
Como organización médico-humanitaria, acercamos la salud preventiva y curativa a las comunidades, y tejemos una red de remisiones brindando soporte logístico para los traslados a centros de salud.
Desde 2022, formamos a 42 agentes y promotores comunitarios en el Alto Baudó.
Fernanda Pineda es una fotógrafa, productora y cineasta colombiana especializada en documentar la diversidad étnica y cultural de Colombia y Latinoamérica. Fernanda ha dirigido y producido cortometrajes premiados en festivales de cine globales y ha sido reconocida con becas y nominaciones como el Joop Swart Masterclass de World Press Photo y el premio Vision Sud-Est en Visions du Réel. Como cofundadora de Páramo Films, desarrolla talleres y proyectos visuales con una fuerte conexión con las comunidades que retrata.