La guerra civil de Sudán lleva casi un año y medio, y las consecuencias son cada vez más devastadoras. Con cerca de 10,7 millones de desplazados (según OIM), la población civil se enfrenta a violencia indiscriminada, asesinatos, tortura y violencia sexual en un contexto de ataques continuos contra el personal sanitario y las instalaciones médicas.
De acuerdo con el informe «Guerra contra las personas: el coste humano del conflicto y la violencia en Sudán» presentado por nuestra organización en una conferencia de prensa internacional, tanto las Fuerzas Armadas Sudanesas (FAS) como las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) y sus aliados están infligiendo una violencia aterradora a la población de todo el país.
La guerra ha cobrado un número catastrófico de víctimas desde que comenzaron los combates en abril de 2023: hospitales atacados, mercados bombardeados y casas arrasadas.
Compartimos cinco problemas que se han agudizado durante la guerra en Sudán, incluyendo testimonios recogidos por nuestro personal en terreno.
Cada vez más víctimas llegan a los hospitales
Las estimaciones sobre el número total de personas heridas o muertas durante la guerra varían. El informe revela que solo en uno de los hospitales a los que prestamos apoyo, el hospital Al Nao de Omdurman, en el estado de Jartum, se trató a 6.776 heridos de guerra entre el 15 de agosto de 2023 y el 30 de abril de 2024; una media de 26 personas al día. Hemos tratado a miles de pacientes por lesiones relacionadas con el conflicto en todo el país, la mayoría por lesiones causadas por explosiones, disparos y apuñalamientos.
«Unas 20 personas fallecieron al poco de llegar al hospital. Algunas, de hecho, ya llegaron muertas. La mayoría nos llegaron con las manos o las piernas colgando, ya amputadas. En algunos casos, apenas una pequeña parte de piel mantenía unidas las extremidades. Un paciente llegó sin la pierna, la persona que lo acompañaba traía en la mano el miembro que le faltaba».
Trabajador sanitario del hospital de Al Nao sobre las secuelas de un bombardeo en una zona residencial de la ciudad.
Un refugiado sudanés también le contó a nuestros equipos cómo caían bombas por doquier y la dificultad que representó para él vivir en esas condiciones: “Las bombas caían por todas partes y los soldados entraban en las casas. Vi muchas personas muertas. También cayó una bomba cerca de mi casa. […] Perdí a cinco personas de mi familia: 2 mujeres y 3 hombres. Una bomba cayó en su casa mientras dormían. Murieron todos”.
Preocupantes casos de violencia sexual y violencia de género
El informe contiene espeluznantes datos sobre violencia sexual y de género, especialmente en Darfur. Una encuesta realizada a 135 supervivientes de violencia sexual atendidas por nuestros equipos entre julio y diciembre del año pasado en campos de refugiados de Chad, cercanos a la frontera sudanesa, reveló que el 90% había sufrido abusos por parte de un agresor armado, el 50% en su propio hogar y el 40% por múltiples agresores.
Estas conclusiones concuerdan con los testimonios de supervivientes que permanecen en Sudán y demuestran cómo se está perpetrando violencia sexual contra las mujeres en sus hogares y a lo largo de las rutas de desplazamiento, un rasgo característico del conflicto.
Así describe uno de nuestros pacientes los acontecimientos en Gedaref en marzo de 2024: “Dos chicas jóvenes de Sariba, nuestro barrio, desaparecieron. Después secuestraron a mi hermano y, cuando volvió a casa, dijo que las dos chicas estaban en la misma casa donde él estuvo secuestrado y que llevaban allí dos meses. Dijo que escuchó que les hacían cosas malas, el tipo de cosas malas que les hacen a las niñas”.
Crece la violencia étnica
Los testimonios recogidos en el informe detallan la violencia étnica selectiva contra la población de Darfur. Residentes de Nyala, Darfur Sur, describieron cómo las FAR y milicias afines fueron casa por casa en el verano del 2023. Saquearon, golpearon y mataron a las personas, centrándose en los Masalit y otras personas de etnias no árabes.
«Los hombres iban armados con pistolas y vestidos con camuflaje de las FAR… Me apuñalaron varias veces y caí al suelo. Cuando salieron de mi casa me miraron tendido en el suelo, apenas estaba consciente. Los oí decir: ‘Va a morir, no malgasten las balas’, mientras uno de ellos me pisaba».
Paciente de nuestra organización en Nyala.
Un trabajador de nuestro equipo también relata que “muchos de los heridos que llegaron de El Geneina nos informaron de que los milicianos iban especialmente contra ellos por pertenecer a la etnia Masalit. Les disparaban. Nos contaron que esta violencia continuó después en los pueblos y puestos de control a lo largo de la carretera hacia Chad. Los hombres de la comunidad Masalit eran sistemáticamente el blanco de los disparos”.
Hospitales, atacados sistemáticamente
Durante todo el conflicto, los hospitales han sido saqueados y atacados sistemáticamente. En junio, la Organización Mundial de la Salud (OMS) afirmó que, en las zonas de difícil acceso, solo entre el 20% y el 30% de los centros de salud siguen funcionando e incluso a niveles mínimos. Hemos documentado al menos 60 incidentes de violencia y ataques contra nuestro personal, bienes y centros.
El hospital Al Nao de Omdurman ha sido bombardeado en tres ocasiones, mientras que una explosión causada por un ataque aéreo en mayo mató a dos niños tras derrumbarse el techo de la UCI del hospital pediátrico Baker Nahar de El Fasher al que brindamos apoyo. El hospital se vio obligado a cerrar.
A pesar de que el sistema sanitario se esfuerza por satisfacer las necesidades de la población, con frecuencia se ha impedido a las organizaciones humanitarias y médicas proporcionar ayuda. «La violencia de las partes enfrentadas se ve agravada por las obstrucciones. Al bloquear, interferir y asfixiar los servicios cuando la gente más los necesita, los sellos y las firmas pueden ser tan mortales como las balas y las bombas en Sudán», alerta Vickie Hawkins, directora general de nuestra organización.
«Hacemos un llamamiento a todas las partes beligerantes para que faciliten el aumento de la ayuda humanitaria y, sobre todo, para que pongan fin a esta guerra sin sentido contra la población, cesando inmediatamente los ataques contra la población, las infraestructuras civiles y las zonas residenciales».
Vickie Hawkins, directora general de nuestra organización.
El difícil panorama para los enfermos crónicos y las secuelas en salud mental
Para los pacientes con enfermedades crónicas esta guerra ha sido devastadora. El siguiente es un relato contado por uno de nuestros pacientes, atendido en Kassala en marzo de 2024:
“Viajé con mi madre. Es mayor: tiene un problema crónico de hipertensión y es diabética. No podíamos atenderla bien, no tenía sus medicamentos, así que intentamos buscar un médico en Shendi y pedimos a la gente de la comunidad los medicamentos que necesitábamos. Pero era muy difícil, no siempre conseguíamos la cantidad suficiente y a menudo mi madre se quedaba sin fármacos durante mucho tiempo. Ahora está en coma, no responde”.
De otro lado, las necesidades en salud mental han crecido. Así lo explica un integrante del equipo de salud mental en terreno: “La guerra ha incrementado directamente síntomas como trastornos del sueño, pérdida de apetito, trastornos del estado de ánimo y estrés postraumático. Vemos a muchos pacientes cuyos familiares fueron secuestrados o violados. Dejan de comer, de dormir, de relacionarse con los demás. Algunos se despiertan por la noche y empiezan a gritar debido a las pesadillas. Es el dolor, el trauma, el estigma. Son todas las historias que aún no están preparadas para contar”.