Alrededor de 460 mil migrantes cruzaron el Tapón del Darién en 2023, la espesa selva que hace de frontera entre Colombia y Panamá.
En ese tramo de la ruta hacia Estados Unidos, las personas se exponen a todo tipo de riesgos, que van desde caídas por despeñaderos y ahogamientos en ríos, hasta secuestro, robos y, como ella lo narra, violencia sexual.
“¿Cómo sobrevive uno a cinco violaciones?”, cuestiona en medio del llanto una migrante venezolana a quien las condiciones económicas en su país le obligaron a cruzar el Darién y cuyo nombre oculta por seguridad.
“Estamos cruzando la selva buscando un mejor futuro, no para que nos acaben la vida. No te acaba la vida una culebra, te acaban la vida los hombres que están adentro, que violan y matan”, señala con contundencia.
La violencia sexual en el Tapón del Darién
Todo el grupo con el que migraba la migrante fue secuestrado:
“A mí me dieron golpes en las piernas con una paleta que cargaban ellos, porque a quienes no teníamos dinero nos maltrataban. Y quienes decían que no tenían y les revisaban y sí tenían algo, salían más perjudicadas.
Decían: ‘ah, sí tiene’ y las violaban. Vi que muchas fueron violadas. Las vi salir desnudas y golpeadas. Te agarran entre una, dos y tres personas y te violan y atrás viene el otro y te vuelve a violar y, si gritas, te golpean”, recuerda con la voz quebrada.
La violencia sexual en el Darién es cada vez más cruel y deshumanizante. De enero a octubre de 2023, nuestra organización atendió a 397 migrantes sobrevivientes de violencia sexual en la selva del Darién.
Las cifras, que ya eran alarmantes en los meses pasados, tuvieron un ascenso súbito en octubre: solo en una semana, atendimos 59 casos, lo que significa un evento de violencia sexual ocurriendo cada 3 horas, y dentro de los que se cuentan 3 a menores de edad. En total, solo en octubre, recibimos 107 casos.
Y, sin embargo, el subregistro es enorme. “No todas las personas que viven violencia sexual reciben atención oportuna debido al estigma contra las víctimas que envuelve esta forma de violencia, a las amenazas de los perpetradores, las formas de violencia sexual que no se reconocen como tal y a que las personas no se sienten seguras para pedir ayuda.
Además, por el temor a procesos administrativos revictimizantes que retrasan su camino hacia el norte del continente”, explica Carmenza Gálvez, nuestra coordinadora médica de la misión Colombia – Panamá.
Los testimonios de las pacientes dan cuenta de hombres armados que secuestran a grupos enteros de migrantes tras horas de cruzar la frontera entre Colombia y Panamá. Les roban su dinero y les dicen que es el costo por pasar por allí.
La violencia sexual, que va desde tocamientos hasta violaciones, ocurre frente a los demás migrantes o en carpas instaladas para ese fin en la mitad de la selva.
Aunque también los hombres y las personas con identidades diversas están expuestos a esta forma de violencia, el 95 % de las sobrevivientes atendidas son mujeres.
No solo son adultas: hemos registrado un 6 % de casos contra menores de edad. Por ejemplo, la última semana de octubre se reportaron violaciones a migrantes de 11, 12 y 16 años.
Todas las personas son víctimas: “A algunos muchachos, por meterse a defenderlas, los golpearon también y los tiraban. A uno de ellos lo mataron frente a nosotros con un tiro en la frente”, dice la migrante.
“Nosotros solo pedimos por lo menos que no haya más muerte ni violaciones. No es justo que nos hagan esto, somos mujeres guerreras por nuestros hijos. Se entiende que hay ríos, animales, culebras, pero aparte de eso el que hace más daño es ese que está adentro, está violando y acaba con nuestras vidas. Son personas sin corazón”, suplica.
“Esto se debe detener. Los migrantes no deberían sufrir ningún tipo de violación a sus derechos en la ruta. La violencia sexual genera consecuencias en la salud física y psicológica de las personas como infecciones de transmisión sexual que de no ser tratadas oportunamente pueden afectar la fertilidad de las mujeres, infecciones por VIH con el consecuente riesgo de desarrollar SIDA e infectar a otras personas, traumas físicos, embarazos no deseados, aislamiento social, sentimientos de culpa, pensamientos recurrentes sobre los eventos vividos, depresión, ansiedad, ideación suicida, riesgo de nuevos eventos de violencia sexual, insomnio y riesgo de abuso de sustancias, entre otras”, asegura Gálvez.
Exigimos rutas seguras en el Darién
“Nuestro llamado es a que los gobiernos hagan presencia efectiva en la zona para que nadie tenga que padecer este tipo de violencia. Pero también a que, una vez ocurran este tipo de casos, las personas migrantes tengan todas las garantías para acceder a atención antes de 72 horas para evitar embarazos no deseados, y el contagio de VIH y otras enfermedades de transmisión sexual”, añade Gálvez.
Sumado a esto, solicitamos que se adelanten campañas de sensibilización y prevención con comunidades locales, personal de entidades públicas y organizaciones en la zona para la atención de estos casos.
Nuestra organización brinda atención médica en las Estaciones Temporales de Recepción Migratoria Lajas Blancas y San Vicente y en la comunidad indígena de Bajo Chiquito.
Allí, entre enero y octubre, proporcionamos 51.500 consultas médicas y de enfermería, 2.400 consultas de salud mental, 17.400 curaciones y atendimos 397 casos de violencia sexual.