H.I., mujer, 47 años.
Tengo seis hijos y todos estamos aquí, junto a mi esposo, en el campo. Somos de Bokko y vinimos porque necesitábamos escapar de Boko Haram. Vivíamos en un terror constante. Estábamos viviendo en el monte y solo volvíamos a casa de noche para conseguir provisiones y regresar rápidamente al bosque. Así transcurrieron nuestros días hasta que los soldados llegaron a nuestra aldea y pudimos salir.
Boko Haram destruyó las pocas instalaciones que había en nuestro pueblo, incluido el centro de salud. Si uno caía enfermo, no había forma de conseguir medicamentos si uno caía enfermo.
Aquí, en el campo, a veces podemos conseguir alimentos si todavía queda comida, cuando llega nuestro turno en la cola. Si no, tenemos que tener paciencia y esperar a tener suerte la próxima vez. Dependemos totalmente de la comida que se prepara en los puntos de cocina centrales. A veces no hay leña para cocinar; este es uno de los problemas importantes en el campo.
K.B., mujer, 28 años.
Tengo siete hijos y todos están aquí en Pulka, fuera del campo de desplazados. He venido a la clínica con uno de ellos que está enfermo mientras mi marido se ha quedado con el resto. Somos de Pulka. Mis padres y hermanos están ahora en Abuja. Afortunadamente, están todos vivos. Abandonamos Pulka cuando los soldados entraron para perseguir a Boko Haram que había entrado en la ciudad hacía dos meses. Pensamos que era más seguro huir que quedarnos atrapados en medio de los combates. Primero nos fuimos a la localidad de Shokshe y de ahí huimos de nuevo a Camerún.
Antes de eso, habíamos tenido que convivir dos meses con la presencia de Boko Haram en Pulka, dos meses que nos parecieron muy largos. Queríamos abandonar la ciudad, pero no podíamos; estaban por todas partes.
No querían ver a las mujeres fuera de sus casas. No podíamos ir a cultivar, ir al arroyo en busca de agua o ir al mercado. Todas esas tareas estaban reservadas a los hombres. Si tenías que salir, era obligatorio vestir un niqab completo, que resultaba muy incómodo debido al calor.
Boko Haram tenía un gran recinto donde encerraba a las mujeres que incumplían cualquier de estas normas. En el recinto no había baños y no permitían que nadie les llevara comida. Las mujeres tenían que hacer sus necesidades dentro de la celda y la única manera de escapar era escalar una pared con la ayuda de otra reclusa.
Cuando los aviones militares comenzaron a bombardear la ciudad, nos fuimos a Shokshe donde permanecimos 20 días antes de ir a Camerún. Solo pasamos allí dos semanas antes de regresar a Pulka. En Camerún, conseguir comida era un reto diario porque no teníamos dinero. No puedo explicar cómo sobrevivimos, pero sé que hubo días que nos acostamos con hambre.
U.M.J., mujer, 22 años.
Tuve dos hijos, pero solo uno está vivo. Vine con mi hija desde Barawa hace un mes debido a la insurgencia. Me llevó tres días llegar aquí con mi pequeña atada a mi espalda. Mi madre también está en el campamento. Hace un año, mi padre fue capturado por Boko Haram junto con otras ocho personas. Le mataron. Boko Haram nos acusó de ser infieles. Nos impidieron salir de la aldea.
Cuando llegamos aquí por primera vez, faltaba agua, todos estábamos sedientos; fue muy duro. Ahora, hay agua, pero escasea la leña. Es difícil conseguir madera para cocinar. Esto hace que a veces los desplazados pasemos hambre a pesar de que hay comida en el campo. También faltan baños.
Yo trabajaba como sastre en casa, pero cuando huimos no pude llevarme nada conmigo. Cuando los soldados llegan a una aldea y rescatan a sus habitantes, simplemente los reúnen a todos, los examinan y los sacan de allí. No tienes oportunidad de llevarte nada. Algunos padres ni siquiera tienen tiempo de encontrar a sus hijos si estos han salido a jugar o no están en la aldea en ese momento. Algunos niños también son trasladados sin sus padres. Hay tantos niños sin padres no porque estos hayan sido asesinados, sino porque fueron separados durante las operaciones de rescate.
H.U., mujer, 35 años.
Soy de Ngoshe. Tengo seis hijos, una niña y cinco niños, y todos están aquí en Pulka. Mi esposo murió cuando Boko Haram atacó Gwoza. Tuvimos que huir de nuestro pueblo cuando Boko Haram lo saqueó en varias ocasiones. Algunos vecinos lograron huir, pero otros no pudieron porque Boko Haram bloqueó todas las salidas y mató a cualquiera que tratara de escapar. También quemó el mercado y las casas.
Mi madre sigue viviendo en la zona controlada por Boko Haram. Se la llevaron a la montaña cuando los soldados entraron en la aldea. Hace poco escuché a algunas mujeres que pudieron escapar contar que mi madre seguía en su poder. Es muy mayor y tal vez no pueda huir. También escuché decir que siete hombres habían intentado escapar antes de que llegaran los soldados, pero fueron capturados y asesinados. Me preocupa que mi madre todavía esté allí; no sé en qué condiciones se encontrará.
H.M., mujer, 80 años.
Tuve dos hijos, pero Boko Haram mató a uno de ellos; el otro está en Maiduguri. Llegué al campo hace tres semanas, vivo con mi hermana. En mi casa podía cultivar habichuelas, cacahuetes y maíz de Guinea, pero cuando llegó Boko Haram, se lo llevaron todo.
Cuando el acoso de Boko Haram fue insoportable –venían por la mañana y se iban por la tarde– decidimos ocultarnos en las montañas. Venían a reclutar a los jóvenes, querían que se unieran a ellos y mataban a los que se negaban.
En la montaña sobrevivimos gracias a la fruta que encontrábamos. Cada vez que Boko Haram dejaba la aldea, bajábamos a buscar agua. También pudimos enterrar algunos cacahuetes antes de que llegaran y cuando íbamos a la aldea cavábamos y nos llenábamos los bolsillos, luego volvíamos rápidamente a la montaña. Vivimos así tres años antes de que los soldados vinieran y nos ayudaran a salir de allí.
Los soldados decidieron quemar todo el pueblo para que Boko Haram no viviera en él.
*Testimonios recabados en marzo de 2017, en Pulka, estado de Borno, noreste de Nigeria.