Por Joanna Keenan, Campaña de Acceso a Medicamentos de MSF
Aline Kaendo sabía cómo mantener a Aristide, su hijo de 5 años, a salvo del cólera en casa: lavarse las manos, tomar agua potable y usarla para lavar frutas y verduras, mantener limpios los baños. Aline siguió todos los consejos pero Aristide se enfermó igual.
“Tratamos el agua en casa porque tenemos dinero para comprar el producto requerido. Pero los niños juegan en el lago, quizás tomaron agua de ahí… y comparten la comida que, si fue comprada en la calle, puede no estar preparada higiénicamente,” cuenta Aline. “Recogen fruta y la comen directamente; hay muchas formas en las que mi hijo pudo haberse enfermado.”
Afortunadamente Aline pudo buscar tratamiento para Aristide en el centro de tratamiento de cólera (CTC) de MSF en Minova, en la provincia de Kivu Sur de Rep. Democrática del Congo (RDC), donde vive.
El cólera es una infección bacteriana que se transmite por contacto con fluidos corporales o por consumir agua o comida contaminadas. Aunque puede enfermarse cualquiera, las personas más propensas son las más pobres entre los pobres: aquellas que viven en condiciones poco salubres, sin acceso a agua segura. Puede causar diarrea severa y vómitos y es rápidamente fatal si no se trata. No obstante, el cólera es muy simple de tratar: la mayoría de los pacientes responden bien a las sales de rehidratación oral, que son muy fáciles de administrar. En casos severos se requieren fluidos intravenosos pero, a la larga, nadie debería morir de cólera.
En 2017 RDC sufrió el peor brote de cólera en 20 años, con casos en 24 de sus 26 provincias, casi 55.000 personas enfermas y más de 1.000 fallecidas. A fines de año, MSF había tratado la mitad de todos los casos, pero la epidemia no estaba extinguida por completo.
Yemen registró un brote de una escala sin precedentes. Comenzó en abril y se expandió rápidamente, afectando a cientos de miles de personas. En junio, durante el pico de la epidemia, los equipos de MSF admitieron a más de 11.000 pacientes por semana en los CTCs. MSF trató más de 100.000 personas en 37 centros y puntos de rehidratación en todo 2017. Más de tres años de guerra han tenido consecuencias en la infraestructura del país. Desde agosto de 2016 la mayoría de los trabajadores de la salud pública no reciben sus sueldos, y muchos se vieron obligados a buscar otros trabajos. El desempleo y la inflación provocaron que, aunque todavía existieran algunas estructuras de salud funcionales, las personas no pudieran costear el transporte para alcanzarlas. La epidemia de cólera llevó así al sistema de salud, que se venía desmoronando, al borde del colapso.
Mientras la guerra y el deteriorado sistema de salud contribuyeron a la inmensidad del brote en Yemen; la sequía, el conflicto, los desplazamientos de población y la falta de acceso a agua segura favorecieron la aparición de otros brotes en RDC, Nigeria, Chad, Kenia y Sudán del Sur.
En Borno, Nigeria, la superpoblación y las malas condiciones de higiene de los campos de desplazados crearon el entorno ideal para el cólera. Los equipos de MSF respondieron a brotes entre agosto y noviembre, aún frente a la inseguridad reinante en la región, que hace extremadamente difícil y compleja la provisión de atención médica.
Durante el brote en Chad MSF trató 1.000 pacientes y distribuyó kits de higiene que incluían sobres purificadores de agua, baldes, jabón, mantas y mosquiteras. Se realizaron actividades de concientización para explicar la enfermedad y cómo prevenirla.
MSF trató por cólera a 143.100 personas en 13 países durante el 2017. En 2016 habíamos tratado a 20.600.
La respuesta pudo haber sido más efectiva si nosotros, y otras organizaciones sanitarias, hubiéramos podido responder más rápido e implementar todo el conjunto de herramientas que tenemos a nuestra disposición. En países del Cuerno de África, la falta de recursos necesarios -como hospitales con suficiente personal, actividades de promoción y sensibilización sobre salud y agua potable- obstaculizó la respuesta. En Yemen, debido a las condiciones de seguridad y a las otras grandes intervenciones que estábamos realizando, respondimos al cólera especialmente en las áreas donde ya teníamos proyectos, pero las necesidades eran mucho más grandes. Salvamos vidas y realizamos acciones para que hubiese agua segura, pero las vacunas -uno de los componentes principales para una respuesta eficaz- no estuvieron disponibles en las áreas más afectadas.
Por experiencia previa y evidencia científica, sabemos que una estrategia de vacunación oral de una dosis contra el cólera no solo es segura y fácil de implementar, sino que también puede prevenir o reducir la transmisión de la enfermedad durante la epidemia. Esta estrategia no se usó ni en Yemen ni en muchos otros lugares que experimentaron un brote.
Nuestro desafío es responder a futuras epidemias a tiempo y en la escala necesaria, con las mejores estrategias y herramientas existentes. No deberíamos ver más muertes por cólera: conocemos las medidas y tenemos las herramientas y los medios para prevenir y tratar esta enfermedad.