Egipto es un país clave de tránsito y destino para los migrantes de países de África y Medio Oriente; muchas de estas personas sufrieron enormes dificultades a lo largo de su viaje. El número de llegadas a Egipto aumentó considerablemente en los últimos años debido a los conflictos y la inestabilidad en Siria, Irak, Sudán, Sudán del Sur, Eritrea, Somalia, Libia y otros países. Muchas de estas comunidades viven principalmente en el Gran Cairo, Alejandría y Damietta.
Muchos de ellos están esperando que se procesen sus solicitudes de asilo; muchos también fueron víctimas de violencia y explotación en su país de origen o durante el viaje a Egipto y tienen problemas psicológicos y discapacidades físicas.
En respuesta a las necesidades específicas de esta comunidad, Médicos sin Fronteras (MSF) dirige un centro médico de atención integral en el barrio de Maadi de El Cairo, que ofrece un novedoso planteamiento multidisciplinario en el tratamiento de estas personas.
El centro lleva a cabo una estrategia integral que proporciona a los pacientes diferentes servicios como los de ginecología, fisioterapia y apoyo a la salud mental, así como un componente social para ayudarles a encontrar vivienda, trabajo y acceso a otros servicios sociales. Un grupo de promotores de salud y mediadores culturales les acompañan en los diversos pasos de su proceso de recuperación, asegurándose de que se tenga en cuenta el aspecto cultural en la provisión de servicios médicos y sociales.
De marzo a junio de 2018, MSF trató más de 1.700 casos. Los pacientes fueron personas procedentes de más de 10 países, así como algunos ciudadanos egipcios con vulnerabilidades específicas que requerían atención especializada.
Christine Reufener, directora de salud mental del proyecto en El Cairo, comparte sus experiencias ahora que se acerca el final de su ejercicio:
¿Quiénes son los beneficiarios que acuden al centro médico de atención integral de MSF en El Cairo?
Muchos de nuestros pacientes son migrantes y refugiados que presenciaron o experimentaron violencia, traumas o sufrimiento intenso en su país de origen o durante el viaje. Algunos de ellos lidian con dolencias o lesiones físicas que durante mucho tiempo fueron ignoradas, pero que les han causado mucho dolor y deterioro funcional; se trata de dolores de espalda, problemas estomacales, dolores de cabeza, etc. que, a su vez, pueden provocar incapacidad para trabajar o cuidar de la familia. En el ámbito psicológico, las heridas son invisibles. La mayoría de nuestros pacientes presentan síntomas de trauma: pensamientos perturbadores, pesadillas y otros problemas del sueño, crisis de angustia o síntomas de dolor crónico, depresión y ansiedad, miedo y preocupación, y sentimientos de desesperanza e inutilidad. La desesperanza lleva a muchos de nuestros pacientes a considerar el suicidio como la única opción para reducir su sufrimiento.
¿Cuál es la situación de estas personas una vez llegan a Egipto?
La mayoría de ellas están en el limbo. Están a medio camino entre su vida anterior, que se vieron obligadas a abandonar por su propia seguridad o bienestar, y la nueva vida que esperan encontrar –una vida en la que puedan sentirse seguras y libres para formar una familia y realizar un trabajo satisfactorio a pesar de tener que enfrentarse a un dificultoso proceso de asilo que puede prolongarse durante años. Las luchas y las dificultades que vivieron los hace sentir como si su independencia, su valor propio y su humanidad y dignidad se hubieran debilitado gravemente o se los hubieran arrebatado por completo. Sienten una pérdida de control sobre sus propias vidas: tienen poca influencia en el proceso de asilo y sobre cómo mejorar sus vidas mientras esperan.
¿Qué tipo de atención reciben estas personas en el centro de Maadi?
El proyecto de Maadi emplea un modelo multidisciplinario de atención que trata a los pacientes de manera integral. Los psicólogos y psiquiatras trabajan junto a los médicos, fisioterapeutas y trabajadores sociales para garantizar que los problemas de salud de los pacientes se aborden tanto desde el punto de vista físico como mental. Dado que el dolor físico afecta el funcionamiento emocional y viceversa, abordar estos problemas de manera integral y complementaria es fundamental para el tratamiento.
Piénselo de esta manera: la mano derecha y la mano izquierda trabajando al unísono, compartiendo información y pensando en soluciones para nuestro paciente. Los médicos evalúan los factores clínicos del dolor y, si no se encuentran razones físicas, el equipo de salud mental entra en escena para ayudar al paciente a procesar pensamientos y sentimientos muy difíciles, controlar los síntomas del estrés y trabajar gradualmente con el paciente para reconstruir su autonomía y fortalecer su capacidad de recuperación. Además de eso, nuestros trabajadores sociales analizan otras soluciones para el paciente que van más allá de los componentes físicos y mentales –desde buscar soluciones económicas para el paciente y su familia hasta poner en contacto al paciente con otras ONG locales que puedan proporcionarle más ayuda.
El componente subyacente que impulsa el enfoque multidisciplinario es que estamos tratando a nuestros pacientes como seres humanos. Este acto simple y pequeño tiene efectos profundos porque muestra que los pacientes merecen dignidad, que no son simplemente un número en un archivo de casos clínicos, así como que existe un reconocimiento de su sufrimiento y que hay esperanza, aunque sea limitada, en su recuperación.
¿Puede contarnos algunos ejemplos de su trabajo?
Me vienen a la mente muchos ejemplos de casos de los que nos tuvimos que encargar durante los años de mi trabajo en El Cairo. Un ejemplo es el de un paciente al que era necesario operarle la pierna para resolver una lesión antigua que sufrió como consecuencia de la violencia en su país de origen. Pero tenía un miedo terrible a la operación quirúrgica y a todo el proceso. El equipo entero tuvo que trabajar en conjunto para atender sus necesidades y asegurar el éxito de la intervención: el médico se preparó y defendió su tratamiento en un hospital externo; el psicólogo abordó los temores del paciente relacionados con la operación y con el hecho de estar lejos de su familia durante su estancia en el hospital; el fisioterapeuta preparó al paciente para fortalecerlo físicamente; y el trabajador social se centró en los asuntos económicos y en cómo el paciente podría seguir ayudando a su familia durante la recuperación. Era necesario tratar cada uno de estos temas para garantizar que el paciente recibiera un tratamiento exitoso y ayudarle progresivamente a volver a sentirse completo y sano.
Otro ejemplo que me viene a la cabeza es un paciente joven que acude a nuestro centro y, justo al entrar, se le dibuja una inmensa sonrisa en su rostro. Se enfrentó, y lo sigue haciendo, a dificultades increíbles en su vida, pero por un breve momento, cuando llega al centro, se puede percibir que se siente seguro, que este centro está ahí para que se le reconozca y para que pueda encontrar la manera de salir adelante y ser más fuerte.
Las repercusiones sobre las familias pueden ser sutiles, pero son muy significativas. Muchos de los hijos, parejas o parientes de los pacientes se han encontrado tratando, desesperadamente, de cuidar al paciente. Los niños, en particular, están abrumados porque sienten que deben aliviar los dolores que ven en el rostro de sus madres y padres. Sin embargo, el tratamiento y el hecho de que el paciente poco a poco se va recuperando y recobra su sensación de independencia, simplemente pudiendo mover el cuerpo sin dolor o sintiendo que tiene el control y es responsable de su vida, permiten que la familia sienta que pueden avanzar juntos y que los desafíos a los que se enfrentan entre todos pierdan importancia.
¿Qué estaba haciendo antes de su misión en Egipto?
Me especialicé en esquizofrenia y psicosis, y pasé una temporada corta enseñando en una universidad en los Estados Unidos. Llevo trabajando con MSF durante dos años y medio ahora. Entre mis experiencias previas sobre el terreno con la organización se incluyen lugares como Myanmar y Grecia. El Cairo fue mi tercera experiencia, y mi primera vez en la región de Oriente Medio y el norte de África. Vine aquí porque estoy muy interesada en trabajar con pacientes extremadamente vulnerables, incluidas personas obligadas a huir de su país de origen. Los migrantes y los refugiados suelen ser poblaciones con necesidades específicas y tienden a tener más problemas de salud mental que problemas físicos, por lo que el papel del psicólogo es totalmente crucial en este tipo de situaciones.
¿Cómo fue su experiencia trabajando en este proyecto?
El equipo de MSF en el centro médico de atención integral de Maadi está bien consolidado y está formado por personas con orígenes y bagajes diversos. El equipo fue sumamente amable y generoso conmigo; en seguida se mostraron dispuestos a compartir las comidas y cosas sencillas como un café, y mostraron una paciencia y una capacidad para trabajar con recursos limitados increíbles. Estaba claro que, como yo, estaban ansiosos por brindar a nuestros pacientes la mayor compasión y cuidado posibles. Al principio, trataba de descubrir cómo encajar en un sistema que ya funcionaba: escuchaba al personal y observaba la dinámica vibrante que existía. Muchos de los empleados han estado haciendo esto durante años y tienden a lidiar con la peor parte del trabajo. Es increíble poder presenciar el inquebrantable sentido de unidad y la estructura de apoyo que tiene el proyecto. Quería asegurarme de que yo también desempeñara un papel positivamente constructivo y de que mi trabajo repercutiera en soluciones sostenibles y a largo plazo para nuestros pacientes.
¿Qué traerá consigo después de su misión en El Cairo?
Para mí, la lección número uno del trabajo en este proyecto es ver nuestra capacidad de aguante, y aprender de ella, así como la importancia de la dignidad: los pacientes con los que trabajamos vivieron vidas muy alejadas de mis propias experiencias y, sin embargo, se encuentran entre los seres humanos más fuertes y valientes que conocí y de los que fui testigo.
Además, considero que nuestro personal muestra una fuerza y adaptabilidad frente a los desafíos y la incertidumbre similares a las de los pacientes. Pude haber llamado a cualquier puerta del centro y alguien me habría ayudado. Esta misión me enseñó que cuando haces algo que es difícil, hacerlo con un equipo lo hace mucho más fácil. Me uní a MSF para aprender sobre diferentes culturas y utilizar mis propios conocimientos y habilidades como psicóloga para ayudar a reducir el sufrimiento humano. Sin embargo, descubrí que mi trabajo está influenciado tanto por mis valores personales como por mis habilidades profesionales. Tratar a las personas con dignidad, respeto y honestidad es lo que todos deberíamos aspirar a hacer, y no hace falta trabajar para MSF para vivir y trabajar de esta manera.
¿Cuál es su esperanza para el futuro de este proyecto?
Mi esperanza es que el equipo pueda continuar adquiriendo conocimientos y experiencia en el trabajo con pacientes con necesidades complejas aquí en El Cairo. Es fácil desanimarse en nuestro trabajo, ya que tratamos casos de trauma y sufrimiento a diario. No obstante, a pesar de los grandes desafíos e incertidumbres, nuestro equipo está lleno de personas muy motivadas, generosas y con talento, comprometidas con los principios de MSF y que trabajan arduamente para que nuestros pacientes encuentren la curación, la fortaleza y la recuperación. Es por eso que el trabajo del proyecto de Maadi ayudó y promocionó dignidad y esperanza a miles de personas; esta es la esencia del espíritu humanitario.