He trabajado 14 años como psiquiatra clínico en el departamento de Salud Mental de Trieste, en Italia. Soy considerado un experto en emergencias psiquiátricas y trabajo con personas que tienen adicciones y distintos tipos de trastornos psiquiátricos. Trato a víctimas de trata, proporciono apoyo de salud mental a refugiados y personas en prisión, y asesoro sobre programas de protección y reinserción social. En el transcurso de mi carrera, he adquirido una dilatada experiencia clínica y profesional en contextos difíciles y situaciones de crisis.
En todos mis años de práctica médica, nunca he sido testigo de un número tan abrumador de personas que padecen enfermedades mentales graves como veo ahora entre los refugiados en la isla griega de Lesbos.
La gran mayoría de los pacientes que atiendo presenta síntomas psicóticos, pensamientos suicidas (incluso intentos de suicidio) y una profunda confusión. Muchos no pueden cumplir ni siquiera las actividades cotidianas más básicas como dormir, alimentarse bien, mantener la higiene personal y comunicarse.
El campo de Moria tiene una capacidad máxima de 3.100 plazas, pero está a punto de reventar. En él se hacinan más de 9.000 personas, un tercio de las cuales son niños y viven en condiciones terribles que están contribuyendo a un deterioro considerable de su salud física y mental.
Entre los solicitantes de asilo hay personas que han sido sometidas a formas extremas de tortura y violencia, tanto en sus países de origen como durante el viaje. Son personas gravemente traumatizadas, tanto mental como físicamente. En su prisión en Lesbos, se ven obligadas a vivir en un contexto que promueve episodios frecuentes de violencia en todas sus formas, incluida la violencia sexual y de género y que afecta tanto a niños como a adultos. Esta intimidación y terror constantes actúan como desencadenantes para el desarrollo de síntomas psiquiátricos graves.
El aumento en el número de llegadas a la isla que vemos en las últimas semanas, sumado a los escasísimos traslados hacia el continente, está deteriorando aún más las condiciones de vida y acrecentando la pesada carga de salud mental de estas personas.
Cada día, los equipos de MSF de las clínicas de Mitilene y Moria hacen todo lo posible para responder a las enormes necesidades médicas, pediátricas y de salud mental. Veo a mis compañeros terminar exhaustos la jornada a causa de la cantidad y la gravedad de los casos mientras tratan de subsanar las carencias del sistema.
La situación se ve agravada, además, por el hecho de que todos los días somos testigos de la quiebra del sistema de asilo, del rápido deterioro de las condiciones de vida y del fracaso del Gobierno, la UE y ACNUR para responder a esta crisis. Lo cierto es que tenemos una capacidad limitada para cambiar sustancialmente la situación, lo que aumenta nuestro estrés.
Mientras todo esto sucede, tiene lugar una afluencia cada vez mayor de nuevos y más graves casos psiquiátricos, y no parece que esta tendencia vaya a cambiar en el corto plazo. De hecho, las necesidades psiquiátricas de la población no variarán mientras la política de contención continúe.
Las pésimas condiciones de vida y la exposición a la violencia constante, la falta de libertad y de derechos, el grave deterioro de la salud física y mental, el estrés diario y la presión ejercida sobre todos los habitantes de la isla han hecho que Lesbos se asemeje a un anticuado sanatorio mental no visto en Europa desde mediados del siglo XX.
Entretanto, las personas vulnerables siguen aguardando el desenlace de su solicitud de asilo y la frustración y la inquietud entre los ciudadanos y los trabajadores de organizaciones locales y gubernamentales son cada vez más patentes. Otras ONG con las que colaboramos se ven también desbordadas lo que, a menudo, acaba traduciéndose en la suspensión o reducción de sus actividades.
Teniendo en cuenta la absoluta violación de los derechos humanos y las graves necesidades médicas y psiquiátricas a las que nos enfrentamos todos los días, es evidente que el campo de Moria se encuentra en estado de emergencia.
Sería irracional y poco ético obviar la situación actual; deben tomarse medidas decisivas y debe hacerse de inmediato. En base a mi experiencia clínica y al análisis de un contexto tan difícil como este, creo firmemente que la situación podría deteriorarse drásticamente, incluso en las próximas semanas, y derivar en una escalada de violencia que sumiría a la isla en un caos extremo.