“Nunca antes había visto a un niño recuperarse de esto”

Esta imagen no pertenece a la niña que aparece en el artículo. Es una foto de archivo tomada en N'Djamena, Chad, donde un niño recibía oxígeno.Juan Haro

Una niña pequeña llega en estado crítico a un centro de salud remoto de Médicos Sin Fronteras (MSF). Está inconsciente y le cuesta respirar. Para salvarla, la médica británica Sarah Wookey y su equipo necesitan dos cosas: dedicación y suerte.

Por Sarah Wookey, médica británica trabajando para Médicos Sin Fronteras en África.

En realidad, uno no debería preocuparse más por los niños más bonitos.

A esta niña de dos años la trajeron sus padres y familiares. Son una familia nómada y habían viajado a pie por zonas silvestres desde la mañana temprano para llegar a nuestro centro de salud. Cuando llegaron, ya estaba anocheciendo.

El padre explicó con un marcado acento árabe que ella se las había ingeniado para tomar el producto químico que habían estado usando para quitarles las garrapatas a las vacas.

No sabían cuánto había bebido ni cómo se llamaba el producto, y llevaría 24 horas ir a buscar el envase.

La niña se encontraba en un estado de profunda inconsciencia y respiraba con jadeos superficiales, irregulares y poco frecuentes.

Al igual que su madre, tenía el cuerpo adornado con las marcas y las joyas de su tribu. Era hermosa.

 

Una conversación difícil

Nuestros centros son bastante básicos, y no estamos cerca de ningún hospital que tenga soporte vital avanzado.

Yo tenía casi la certeza de que la niña iba a morir, porque nunca antes había visto a un niño recuperarse después de haber llegado a ese estadio de respiración.

Le expliqué al padre de la mejor manera que pude lo preocupados que estábamos por su hija. Esta conversación hubiera sido sumamente difícil incluso si hubiéramos podido hablar en el mismo idioma.

 

Respiración

Esa noche, sin embargo, teníamos algunas cosas a nuestro favor.

Había electricidad, por lo que teníamos luz y podíamos usar el concentrador de oxígeno. Teníamos un equipo de enfermeros excepcionalmente dedicados.

Y, aunque la niña solo respiraba cuatro o cinco veces por minuto, esto parecía ser suficiente para que su sistema recibiera cantidades adecuadas de oxígeno.

La llevamos a la unidad de cuidados intensivos, que es exactamente igual a las otras unidades del hospital, salvo que tiene mucha luz, oxígeno y más enfermeros.

Les explicamos a los enfermeros del turno de la noche que su trabajo era sentarse, controlar la respiración de la niña y ayudarla a respirar usando una bolsa y una máscara cada vez que ella dejara de hacerlo.

 

Junto a su cama

Desde el momento en que llegó la niña, la madre no había dicho nada. Simplemente se había agachado junto a la cama y mantenía la mano en alguna parte del cuerpo de su hija, teniendo mucho cuidado de no interrumpir el paso.

Esa noche, cuando miraba hacia adentro de tanto en tanto, la posición de la madre no cambió. Tampoco cambió la posición de los enfermeros.

Pero sí cambió la de la niña.

  • A las once de la noche, su respiración era más regular.
  • A las tres de la mañana, abrió los ojos.
  • Y a las nueve de la mañana, estaba sentada en la cama bebiendo leche.
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