Desde Médicos Sin Fronteras (MSF) denunciamos que la comunidad yazidí del distrito de Sinyar, en el noroeste de Irak, atraviesa una acuciante y desgastante crisis de salud mental que tiene graves consecuencias para gran parte de la población. En los últimos meses se han producido un gran número de suicidios y de intentos de suicidio y, según los datos obtenidos en las entrevistas que ha llevado a cabo la organización, en el 100% de las familias encuestadas un miembro sufre algún tipo de enfermedad mental.
En el pequeño pueblo de Sinuni, donde se encuentra una buena parte de la perseguida minoría yazidi iraquí que ha permanecido en la región, MSF comenzó a ofrecer consultas de salud mental en diciembre de 2018. Desde entonces, 286 personas se han inscrito en el programa, de las cuales 200 siguen bajo tratamiento a día de hoy. El diagnóstico más común es depresión (40%), seguido de trastorno de conversión (18%) y ansiedad (17%). También se han diagnosticado numerosos casos de trastornos psiquiátricos y de personalidad, incluidos varios casos de trastorno de estrés postraumático (3%). El trastorno de conversión o trastorno disociativo es una condición mental en la que un paciente experimenta ceguera, parálisis u otros síntomas que afectan al sistema nervioso sin que exista una enfermedad o causa física objetivable que pueda explicarlos.
De abril a agosto, 24 personas ingresaron en los servicios de urgencias del hospital tras haber intentado suicidarse. Seis de ellas murieron de camino al hospital o en las instalaciones del mismo. 11 de los 24 pacientes eran menores de 18 años (un 46%), entre los cuales había una niña de 13 años que se ahorcó y falleció antes de llegar a urgencias. 13 (un 54%) eran mujeres o niñas, de las cuales cuatro murieron tras haberse inmolado. El resto de los intentos de suicidio se produjeron mediante cortes en las muñecas, bebiendo veneno, a través de sobredosis de medicamentos o con armas de fuego.
En el Día Mundial de la Salud Mental, MSF pide un aumento de la inversión nacional e internacional en programas para la atención de la salud mental, no solo en el distrito de Sinyar, sino en todo Irak, un país que sigue sufriendo las secuelas de las brutales guerras en las que se ha visto inmerso durante las últimas décadas y de la permanente inestabilidad económica en la que se halla sumido.
«En 2018 llevamos a cabo una primera encuesta sobre salud mental en Sinuni y los datos obtenidos fueron reveladores: de la encuesta que tuvo lugar en septiembre de 2018 a 52 personas, el 100% de las familias con las que hablamos contaba con al menos una persona aquejada de enfermedades mentales moderadas o graves», explica el Dr. Marc Forget, coordinador general de MSF en Irak.
La enorme magnitud de las necesidades detectadas por la organización médico-humanitaria fue confirmada más tarde por las autoridades locales. “Cuando nos reunimos con el director médico del Hospital en Sinyar, ciudad que ha sufrido un grado enorme de destrucción a lo largo de los últimos años, nos dijo que todos los habitantes del distrito, incluido él mismo, necesitarían poder acceder a servicios especializados en salud mental. Coincidió con nosotros en nuestras apreciaciones iniciales y nos advirtió de que nos enfrentábamos a una crisis de enormes proporciones. También nos comentó que esta crisis contaba con un elemento especifico y diferenciador, y que este elemento se encuentra directamente relacionado con el trauma colectivo que los yazidíes han padecido recientemente«.
En agosto de 2014, el Estado Islámico atacó a la minoría religiosa yazidí que vivía en la región a través de una campaña sostenida de asesinatos, violaciones y secuestros. Miles de personas fueron sometidas a condiciones de auténtica esclavitud y todo aquello acabó desembocando en un masivo éxodo de población, principalmente a campos de desplazados en la región adyacente kurda. La ONU describió aquellas atrocidades del Estado Islámico en la región de Sinyar como un genocidio.
A día de hoy, y a pesar de que la región de Sinyar fue recuperada de las manos del Estado Islámico hace más de cuatro años, el regreso de quienes huyeron sigue siendo lento. Muchas familias yazidíes prefieren quedarse en el Kurdistán iraquí en lugar de regresar a sus hogares. Y esto no solo se debe a que muchas casas y pueblos yacen diezmados entre las cenizas, están llenos de minas terrestres y carecen de servicios básicos como agua o electricidad, sino también al trauma que sienten ahora muchos yazidíes hacia a sus tierras ancestrales.
«Aquí todo el mundo ha perdido al menos a un miembro de la familia o a un amigo y en toda la región de Sinyar nos encontramos con una abrumadora sensación de desesperanza y de pérdida», explica la doctora Kate Goulding, trabajadora del servicio de urgencias de MSF en Sinuni.
“La muerte de tu esposo, la enfermedad de un hijo, la ruptura de una pareja o la lejanía de la familia provocan sentimientos de tristeza que son universales, pero el alcance que tiene la pérdida para los miembros de esta comunidad es algo que resulta incomprensible para la mayoría de nosotros. Han sufrido episodios de violencia extrema y de humillación, se han visto sometidos a desplazamientos forzosos desde hace décadas y viven sumidos en la pobreza y en el abandono por parte de la comunidad internacional. Y es que, como dicen todos aquí, los genocidios y los asesinatos en masa perpetrados por el Estado Islámico no fueron el primer genocidio al que sobrevivieron los yazidíes; antes de 2014, aseguran, hubo 73 matanzas más”.
Durante dos meses, la doctora Goulding prestó apoyo al personal yazidí de MSF para atender a pacientes psiquiátricos, dado que MSF no lograba encontrar psiquiatras en Irak. Esto sirve de muestra de un problema de gran envergadura en todo el país, puesto que no existen suficientes psiquiatras, psicólogos y orientadores de salud mental que estén capacitados para satisfacer las inmensas necesidades de salud mental que surgen después de tantos años sometidos a altos índices de violencia.
“A pesar de la urgencia de la situación en Sinjar, en Irak no logramos encontrar psiquiatras y psicólogos que tengan un nivel de formación y de experiencia adecuado. Eso nos obliga a contratar personal internacional, lo cual no resulta ideal y ni sostenible a largo plazo», explica el doctor Forget. “Es un hecho que el sistema de salud mental iraquí necesita disponer de más dinero y de más medicamentos, pero la necesidad más acuciante ahora mismo es poder contar con personal más cualificado y que estos sean asignados a las regiones donde se encuentran las mayores dificultades, especialmente a las áreas rurales y a las zonas del país afectadas por conflictos armados”.