Por Nathalie Destiné Charles, supervisora de nuestro equipo de promoción de la salud en Martissant y Julie Rolinet, nuestra gestora de promoción de la salud en Puerto Príncipe.
Uno de los rumores más difundidos en Puerto Príncipe, Haití, es que se administra una inyección letal en los hospitales para aumentar el número de muertes relacionadas con la enfermedad, a fin de recibir más ayuda internacional. Otra es que las instalaciones de salud están probando una vacuna para el nuevo coronavirus en las personas sin su conocimiento.
Nuestros equipos de promoción de la salud trabajan todos los días para contrarrestar estos rumores y proporcionar a las personas información correcta y objetiva en Puerto Príncipe. Pero algunas creencias son difíciles de cambiar. En nuestro centro de emergencias en Martissant, una comuna en la capital, los pacientes se han vuelto más reacios a recibir inyecciones cuando es necesario y, a veces, las rechazan.
En la calle, las personas a menudo nos dicen que preferirían morir en sus hogares que ir al hospital. Más allá de la desconfianza hacia las instituciones, esta es una tendencia muy preocupante porque afecta el comportamiento de las personas en su búsqueda de atención médica.
En el centro de atención de COVID-19 que abrimos en la comuna de Drouillard, en Puerto Príncipe, observamos que las personas tienden a retrasar su tratamiento y llegan en estado grave o incluso crítico. De 132 pacientes ingresados en el centro entre mediados de mayo y mediados de junio, 12 murieron a su llegada o dentro de las siguientes 24 horas.
Muchas de las personas que conocemos expresan cosas contradictorias sobre el COVID-19. Por un lado no creen en la enfermedad, pero al mismo tiempo la temen. Hay quienes tienen miedo en que el sistema de salud, ya frágil en Haití, no pueda hacer frente a tal pandemia. De hecho, las repercusiones del COVID-19 son cada vez más evidentes en el sistema general de salud.
Varias instalaciones de salud en Puerto Príncipe ya se han visto obligadas a suspender total o parcialmente sus actividades debido a la falta de equipos de protección o la capacidad de establecer triaje y aislamiento para garantizar la seguridad de los pacientes y el personal.
El miedo y el estigma están relacionados: por miedo a contagiarse, las personas no quieren una persona enferma cerca de ellos. Es un medio de protección. Es por eso que, antes de la apertura de nuestro centro de atención a pacientes de COVID-19 en Drouillard, nuestros equipos de promoción de la salud fueron a ver a los líderes y vecinos de la comunidad para escuchar sus inquietudes y tratar de responderlas.
También fueron invitados a visitar la estructura antes de que se abriera para comprender el camino que toman los pacientes y ver todas las medidas de precaución para evitar la propagación de los contagios.
Sin embargo, la negación de la enfermedad probablemente está relacionada con el hecho de que el número de muertes registradas oficialmente en el país sigue siendo bajo hasta ahora, en comparación con lo que se puede observar en otros países. En algunos vecindarios, los residentes nos cuentan sobre una «epidemia de fiebre» que afecta a una gran parte de la población, pero no la ven como COVID-19.
Debido al COVID-19, no podemos organizar grandes reuniones para compartir información sobre la salud. En cambio, adaptamos nuestros métodos y alentamos la capacitación y la sensibilización en pequeños grupos.
Para la capacitación sobre el COVID-19, nos dirigimos a ciertos grupos clave, como enlaces comunitarios, directores de escuelas y asociaciones de vecinos. Ya hemos capacitado a más de 120 personas que son la base de nuestra participación comunitaria. Luego, pueden compartir aún más la información con quienes los rodean para ayudar a las personas a protegerse del virus.
También hemos fortalecido nuestras actividades puerta a puerta para que los residentes sean conscientes de la existencia de la enfermedad, las medidas preventivas que deben adoptar y la necesidad de recibir tratamiento antes de que sea demasiado tarde. Inevitablemente, logramos educar a menos personas de esta forma, en comparación a las que podemos ayudar realizando grandes reuniones, pero tenemos discusiones más profundas con cada persona.
En el contexto actual, donde circulan muchos rumores, este intercambio es fundamental porque nos permite comprender las preocupaciones de la población y eso, a su vez, les permite hacer preguntas. Cuando las personas hacen preguntas sin encontrar respuestas adecuadas nacen los rumores y estos tienen un lugar para difundirse.
Si todos entienden cómo funciona y se transmite la enfermedad, esta información les permite identificar las situaciones de mayor riesgo en su vida diaria y tomar precauciones de acuerdo con su situación. Las medidas preventivas como usar una mascarilla o cubrebocas, la distancia física o incluso el lavado de manos son muy difíciles para una parte de la población en Haití.
Es posible que tengan que elegir entre alimentar a sus hijos o comprar una mascarilla, o es posible que no cuenten con un acceso adecuado al agua o al jabón. La distancia física es muy difícil en un barrio como Martissant, una de las zonas más densamente pobladas del mundo. Junto con la población local, intentamos pensar en alternativas adaptadas a sus condiciones de vida, como los puntos de lavado de manos colectivos, por ejemplo.
Gracias a que estamos presente en Haití desde hace casi 30 años y brindamos atención médica gratuita -especialmente en áreas muy complejas de Puerto Príncipe conocidas por su inseguridad- hemos podido crear una relación sólida de confianza con la población. Cuando hablamos de rumores, la confianza es un punto extra. Como promotores de la salud, nuestro papel es escuchar activamente y hablar con las personas en las comunidades donde trabajamos para preservar este vínculo de confianza.