Desde 2012 una compleja crisis de seguridad se desarrolla en la región del Sahel, debido al surgimiento y a la proliferación de grupos armados. La crisis comenzó al norte de Mali, se extendió a las regiones centrales y envolvió gradualmente el norte de Burkina Faso y el oeste de Níger, y está amenazando la estabilidad de todos los países vecinos.
Las fuerzas gubernamentales respondieron a la violencia de los grupos armados y la intervención internacional fue creciente, incluyendo la operación antiterrorista Barkhane dirigida por Francia en los países que integran el G5 Sahel * y el despliegue de las fuerzas de Naciones Unidas en Mali.**
En este contexto inestable, el acceso para MSF y otras organizaciones humanitarias es cada vez más difícil y más urgente. A los frágiles sistemas de salud de estos países les está costando funcionar y los riesgos de la inseguridad alimentaria y las epidemias son muy altos.
El ejemplo trágico de Mali
Uno de los problemas más graves causados por los enfrentamientos entre los grupos armados es la explosión de la violencia entre comunidades. Las distintas partes del conflicto aprovecharon y exacerbaron las antiguas luchas entre grupos étnicos agricultores y ganaderos. En 2019, en la región central de Mali, presenciamos ataques casi una vez por semana, a menudo en zonas donde no había representantes del gobierno ni servicios básicos. Nuestros equipos recopilaron muchos testimonios de sobrevivientes, quienes describieron situaciones de violencia sin precedentes: niños y mujeres quemados vivos, aldeas enteras arrasadas. En 2019, se informaron más de 4.700 muertes ***, el número más alto desde que estalló el conflicto en 2012, y casi el doble que en 2018.
Ni los esfuerzos del gobierno local ni de los internacionales (que se han limitado en gran medida a acciones militares) han podido contener la violencia o proteger a la población civil. Al revés, el estado ha perdido el control de zonas enteras, y la falta de protección y el temor a las represalias generaron hostilidad hacia las fuerzas internacionales. Además, el crimen organizado aumentó considerablemente.
A pesar de las tremendas dificultades, MSF -que en algunos lugares es la única organización humanitaria presente- sigue brindando atención médica, en salud mental, protección y otros tipos de asistencia a personas desplazadas y afectadas por el conflicto.
Civiles atrapados entre las partes beligerantes
Lamentablemente, como es habitual, son los civiles quienes soportan lo más duro de la violencia. Afrontan asesinatos selectivos, acoso, secuestros, desplazamiento, saqueos, la muerte o lesiones causadas por minas. Sus movimientos están restringidos, igual que el acceso a servicios básicos, atención médica y alimentos. Debido a esta yuxtaposición de conflictos, muchas veces se penaliza a poblaciones enteras que, por su origen étnico, quedan directamente asociadas con una de las partes beligerantes.
Además de la falta de servicios básicos, una de las principales necesidades de la gente es la protección; vive con un miedo constante de ser atacada, lo cual la obliga a abandonar sus hogares y buscar un lugar seguro en otras regiones del país o a cruzar fronteras.
Con frecuencia, por miedo, optan por no asentarse en los campos, y prefieren refugiarse en aldeas vecinas, donde es más difícil que MSF llegue. Han perdido todo y necesitan ayuda urgente: alimentos, refugio y atención médica, apoyo en salud mental. A menudo, estas personas regresan a su pueblo de origen, incluso si ha sido reducido a cenizas y no hay asistencia disponible.
La respuesta humanitaria limitada
Tanto para que los trabajadores humanitarios lleguen a las personas como para que las personas obtengan atención médica, el acceso es terriblemente complejo, debido a la presencia de muchos grupos armados pequeños, con gran movilidad, y de barreras físicas como bloqueos de rutas. Esto explica en parte la poca presencia de proveedores de asistencia. Muchos no tienen capacidad de reaccionar ante eventos violentos ni desplazamientos forzados, o lo hacen demasiado tarde.
Otro problema es la instrumentalización de la ayuda humanitaria por parte de las fuerzas militares de la región. En Mali, por ejemplo, los ejércitos internacionales (una de las partes principales en conflicto) asumieron como propia la distribución de medicamentos en centros en los que colabora MSF, para ganarse a la población, sin ninguna preocupación por transferir al personal de MSF y a la población el riesgo de estar asociados con estas partes. En un contexto tan polarizado y con tantos grupos armados con diferentes intereses, es fundamental que las acciones humanitarias se hagan de una forma neutral e imparcial.
MSF siguió siendo el principal proveedor de salud en esta zona del Sahel durante 2019, con proyectos en Koro, Douentza y Ansongo en Mali; Djibo y Fada en Burkina Faso; y Tillabéri en Níger. Tenemos el firme compromiso de continuar trabajando en la región: ayudando a personas en peligro y preservando el espacio y los principios humanitarios.
* El G5 Sahel fue creado en 2014 por Burkina Faso, Mali, Mauritania, Níger y Chad para colaborar en términos de desarrollo y seguridad.
** En el marco de la MINUSMA (Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en Mali) puesta en marcha bajo un mandato del Consejo de Seguridad de la ONU.
*** Según ACLED (Proyecto de Localización y Datos de Conflictos Armados).